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Todos los grandes emprendimientos en la historia de la humanidad han sido posibles porque algunas personas tomaron la iniciativa y se aventuraron a ejecutarlos. Ese fue nuestro caso, en las décadas del 70, 80 y 90, cuando nos atrevimos a posicionar el fútbol femenino, a enfrentar prejuicios y a luchar por nuestros sueños.
Fueron muchos años de remar contra la corriente, sin apoyo, sin recursos, solo movidas por las ganas y la pasión que teníamos por el fútbol, que en casi todos los casos nos inculcaron en nuestras casas, las familias y los amigos del barrio. En 1991, después de muchas gestiones, logramos que Difútbol organizara el torneo nacional, en Envigado. Esa fue la primera muestra de organización del fútbol femenino. Después, en 1998 se conformó la primer selección de Mayores, en 2003 la segunda y en 2004 la primera sub-20. Realmente hoy podemos decir que la semilla que sembramos ha dado frutos y que los sueños de esas precursoras, de esas pioneras, se han cumplido.
Para ser sincera, cuando jugaba no imaginé que el fútbol femenino fuera a crecer tanto. En un comienzo lo único que quería era poder divertirme, ejercer ese derecho, superar todos los malos comentarios, los términos peyorativos y desobligantes ante la presencia de una mujer en el fútbol. Después, como entrenadora, sí pensé que podríamos organizarnos mejor, tener buenas selecciones y crear una estructura para una liga profesional.
Hoy el fútbol femenino es una opción de vida, una oportunidad real, socialmente aceptada gracias a esa pelea que dimos. No nos desanimamos, no bajamos los brazos y, a pesar de tantas caídas, seguimos luchando. Valió la pena. Creo que la tarea se realizó de la mejor manera posible, entre otras cosas, porque éramos mujeres de carácter, que nos preparamos, que nos especializamos para poder convertirnos luego en referentes.
Quiero darles un aplauso grande a todos los clubes aficionados, las academias y escuelas de formación que han trabajado duro durante estos 30 años. Los buenos resultados de todas nuestras selecciones son consecuencia de la suma de todos sus esfuerzos. Tenemos más de 40 jugadoras a nivel internacional y selecciones clasificadas a los mundiales de todas las categorías. Hoy las futbolistas hacen todo el proceso en el equipo nacional y eso, por supuesto, las ayuda a madurar y ser mejores en todo sentido.
Alguna vez el profesor Francisco Maturana me explicaba que a las jugadoras había que mirarlas primero como seres humanos y dejarles desarrollar su talento. Que tocaba guiarlas con premisas y conceptos básicos en lo individual y en lo colectivo, para aprovechar su buena técnica y manejo. Por eso el juego corto que nos caracteriza, con circuitos de toque, es lo que marca la diferencia en nuestro estilo. Y, además, ahora estamos mejorando en el tema del atrevimiento, de la personalidad, que históricamente fue nuestra falla.
Ojalá sigamos creciendo y creyendo, caminando todos para el mismo lado. Sería ideal que consolidáramos una estructura que realmente permita los procesos en las diferentes categorías del fútbol femenino. Nos lo merecemos, porque las mujeres hemos hablado con hechos, con resultados.