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                                                                                                                                Alborada mafiosa y paramilitar

                                                                                                                                Medellín, la que maravillaba con sus industrias textileras y de otra índole hasta los sesenta, después (en los ochentas y noventas) se convirtió en un laboratorio del narcotráfico, el paramilitarismo y la guerrilla. O de una mezcla de ellos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Don Berna, que ingresó en las Autodefensas de Colombia, acordó con el paramilitarismo que él seguiría controlando la ciudad con su bloque, el Cacique Nutibara. Y en este punto nacieron las contradicciones con el otro bloque, el de Doble Cero, que, además, quería deslindar terrenos con el narcotráfico. El Nutibara, que en Medellín y poblaciones adyacentes funcionó más como una industria criminal del narcotráfico que como paramilitarismo propiamente dicho, inició una guerra contra el Bloque Metro.

                                                                                                                                El conflicto entre ambas organizaciones también giró en torno a la desmovilización, con la cual los del bloque de alias Doble Cero no estaban de acuerdo. Estos argüían que las mesas de negociaciones aparecerían llenas de narcos que jamás habían hecho parte del paramilitarismo. El caso es que con sus acciones, los dirigidos por don Berna y la Oficina de Envigado fueron mermando a sus rivales, cuando no los cooptaban para sus filas. Y en ese marco de criminalidad y violencia, surgió la denominada alborada del 30 de noviembre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Este “aporte” de la cultura mafiosa-paramilitar, que para algunos puede ser una herencia chévere de asesinos y otros bandidos, convierte al vallecito en la noche del 30 de noviembre y en las jóvenes horas del primero de diciembre, en un infierno de pólvora, que produce infartos en perros y gatos, e intranquilidad y malestar en muchas personas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No es una festividad ni religiosa ni pagana. No hace parte del acervo cultural del pueblo. Expresa, más bien, la ramplonería, propia de mafiosos y paracos, y de su pútrida mixtura, que en este suelo han tenido incluso los guiños cómplices de empresarios y miembros de la élite. La mal llamada alborada de Medellín es celebración bastarda. Y contra el medio ambiente.

                                                                                                                                Medellín, la que maravillaba con sus industrias textileras y de otra índole hasta los sesenta, después (en los ochentas y noventas) se convirtió en un laboratorio del narcotráfico, el paramilitarismo y la guerrilla. O de una mezcla de ellos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Don Berna, que ingresó en las Autodefensas de Colombia, acordó con el paramilitarismo que él seguiría controlando la ciudad con su bloque, el Cacique Nutibara. Y en este punto nacieron las contradicciones con el otro bloque, el de Doble Cero, que, además, quería deslindar terrenos con el narcotráfico. El Nutibara, que en Medellín y poblaciones adyacentes funcionó más como una industria criminal del narcotráfico que como paramilitarismo propiamente dicho, inició una guerra contra el Bloque Metro.

                                                                                                                                El conflicto entre ambas organizaciones también giró en torno a la desmovilización, con la cual los del bloque de alias Doble Cero no estaban de acuerdo. Estos argüían que las mesas de negociaciones aparecerían llenas de narcos que jamás habían hecho parte del paramilitarismo. El caso es que con sus acciones, los dirigidos por don Berna y la Oficina de Envigado fueron mermando a sus rivales, cuando no los cooptaban para sus filas. Y en ese marco de criminalidad y violencia, surgió la denominada alborada del 30 de noviembre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Este “aporte” de la cultura mafiosa-paramilitar, que para algunos puede ser una herencia chévere de asesinos y otros bandidos, convierte al vallecito en la noche del 30 de noviembre y en las jóvenes horas del primero de diciembre, en un infierno de pólvora, que produce infartos en perros y gatos, e intranquilidad y malestar en muchas personas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Ver todas las noticias
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