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                                                                                                                                Colombia, pueblo de leones

                                                                                                                                Se metieron con los niños sobrevivientes de la Operación Orión (decía una pancarta), con los herederos de las viejas generaciones que en Colombia agitaron calles y plazas en el formidable movimiento estudiantil de 1971 y en la huelga general (paro cívico nacional) de 1977. Los jóvenes de Colombia (“aves que no se asustan de animal ni policía”) activaron otra vez sus atributos de desobediencia civil y oposición a los desafueros oficiales.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Uno los ve, cual augur que mira pasar el futuro, en sus marchas de dignidad y coraje. Y recuerda algún poema musical de Rubén Darío: “juventud, divino tesoro… ¡ya te vas para no volver!”, y no hay más remedio que sumarse a esa multitud rozagante, aunque el poema advierta que ya no hay princesas y que ese estado maravilloso del ser humano, tan afecto por dioses y héroes, igual se extinguirá para siempre. Qué importa, si se deja constancia.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Colombia en llamas. Y la juventud, en repulsa contra los verdugos, contra los que han sometido al pueblo a hambrunas y desplazamientos, a desempleos y no-futuro. También en las desbordantes marchas van trabajadores (cada vez menos, por la desindustrialización, por los leoninos tratados de libre comercio, por la tercerización y la precarización…), que claman —al lado de los que pudieran ser sus hijos— por un país con justicia social y progreso para todos. Las marchas reviven sueños. Hacen renacer las utopías. Que son, como dijera un director de cine argentino, Fernando Birri, citado alguna vez por Eduardo Galeano, las que nos incitan a caminar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y también la cuota de apoyo puesta por la solidaridad mundial. En reciente artículo, publicado por los portales Tlaxcala y lapluma.net con el título de “Colombia en llamas: el fin del neoliberalismo será violento”, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, dice: “Los colombianos, eso sí, pueden esperar la solidaridad de todos los demócratas del mundo. En su valentía y en nuestra solidaridad reside la esperanza. El neoliberalismo no muere sin matar, pero cuanto más mata más muere”.

                                                                                                                                Ahí van los jóvenes y los viejos, las señoras y los señores, las putas y los desempleados, los olvidados que se oponen a todos los olvidos, los indignados. Crece la audiencia, decía el poeta. Y sí. Los descastados muestran su casta. Y reafirman que este no es un pueblo de bueyes. Vea pues: Colombia es una tierra de leones.

                                                                                                                                Se metieron con los niños sobrevivientes de la Operación Orión (decía una pancarta), con los herederos de las viejas generaciones que en Colombia agitaron calles y plazas en el formidable movimiento estudiantil de 1971 y en la huelga general (paro cívico nacional) de 1977. Los jóvenes de Colombia (“aves que no se asustan de animal ni policía”) activaron otra vez sus atributos de desobediencia civil y oposición a los desafueros oficiales.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Uno los ve, cual augur que mira pasar el futuro, en sus marchas de dignidad y coraje. Y recuerda algún poema musical de Rubén Darío: “juventud, divino tesoro… ¡ya te vas para no volver!”, y no hay más remedio que sumarse a esa multitud rozagante, aunque el poema advierta que ya no hay princesas y que ese estado maravilloso del ser humano, tan afecto por dioses y héroes, igual se extinguirá para siempre. Qué importa, si se deja constancia.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Colombia en llamas. Y la juventud, en repulsa contra los verdugos, contra los que han sometido al pueblo a hambrunas y desplazamientos, a desempleos y no-futuro. También en las desbordantes marchas van trabajadores (cada vez menos, por la desindustrialización, por los leoninos tratados de libre comercio, por la tercerización y la precarización…), que claman —al lado de los que pudieran ser sus hijos— por un país con justicia social y progreso para todos. Las marchas reviven sueños. Hacen renacer las utopías. Que son, como dijera un director de cine argentino, Fernando Birri, citado alguna vez por Eduardo Galeano, las que nos incitan a caminar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y también la cuota de apoyo puesta por la solidaridad mundial. En reciente artículo, publicado por los portales Tlaxcala y lapluma.net con el título de “Colombia en llamas: el fin del neoliberalismo será violento”, el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, dice: “Los colombianos, eso sí, pueden esperar la solidaridad de todos los demócratas del mundo. En su valentía y en nuestra solidaridad reside la esperanza. El neoliberalismo no muere sin matar, pero cuanto más mata más muere”.

                                                                                                                                Ahí van los jóvenes y los viejos, las señoras y los señores, las putas y los desempleados, los olvidados que se oponen a todos los olvidos, los indignados. Crece la audiencia, decía el poeta. Y sí. Los descastados muestran su casta. Y reafirman que este no es un pueblo de bueyes. Vea pues: Colombia es una tierra de leones.

                                                                                                                                Temas recomendados:

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