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                                                                                                                                  Cultura de la ilegalidad

                                                                                                                                  La cultura de la ilegalidad, que hace años galopa en Colombia, es una expresión dañina porque, de un lado, asalta el espíritu crítico y, del otro, convierte a la ciudadanía en cómplice de los delincuentes.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  La corrupción, a la cual todos los políticos dicen atacar, es parte inherente de este sistema. Y más allá de la misma, por ejemplo, el dar por sentado que todo es válido si el fin así lo exige, se han establecido discursos, peligrosísimos además, acerca de lo que es el otro, el opositor, el disidente, aquel que está en la otra orilla y entonces es visto por ojos intolerantes como el enemigo, el que puede desestabilizar, el terrorista, en fin.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Ese tipo de mafioso corrompió, además, a guerrilleros tanto de cafetería como de los otros, muchos de los cuales terminaron al servicio de capos y de su cultura del terror. Después, esos mismos mafiosos, y otros, es decir, ese modo de “ser colombiano”, originó paramilitares, lo que ahora se llaman “bandas emergentes”, asesinos a sueldo y toda clase de aberraciones. No era posible, según sus concepciones, que hubiera otro que los contradijera o que mostrara caminos distintos a la violencia.

                                                                                                                                  Y así, casi sin que la mayoría advirtiera los peligros de una “cultura” de esa naturaleza, se fueron tomando todos los espacios, en particular los de la política, pero también –es obvio- los de la economía, y  esas “ideas”, esas maneras de dominarlo todo, hicieron mella también en las mentalidades populares, acostumbradas desde antes a la derrota y las marginaciones. Y ahí, en esos emergentes, vieron tal vez una posibilidad de cambio, todo un espejismo.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Por eso, no es extraño que mientras más corrupto  sea el político más favorabilidad tiene entre la gente. El mundo al revés. Pero es lo que han sembrado los que en el poder están desde hace años. Y ya importa muy poco o nada que se roben el fisco, que espíen, que cometan crímenes de estado, si por lo menos hacen alguna obrita de infraestructura. Qué horror.

                                                                                                                                  La cultura de la ilegalidad, que hace años galopa en Colombia, es una expresión dañina porque, de un lado, asalta el espíritu crítico y, del otro, convierte a la ciudadanía en cómplice de los delincuentes.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  La corrupción, a la cual todos los políticos dicen atacar, es parte inherente de este sistema. Y más allá de la misma, por ejemplo, el dar por sentado que todo es válido si el fin así lo exige, se han establecido discursos, peligrosísimos además, acerca de lo que es el otro, el opositor, el disidente, aquel que está en la otra orilla y entonces es visto por ojos intolerantes como el enemigo, el que puede desestabilizar, el terrorista, en fin.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Ese tipo de mafioso corrompió, además, a guerrilleros tanto de cafetería como de los otros, muchos de los cuales terminaron al servicio de capos y de su cultura del terror. Después, esos mismos mafiosos, y otros, es decir, ese modo de “ser colombiano”, originó paramilitares, lo que ahora se llaman “bandas emergentes”, asesinos a sueldo y toda clase de aberraciones. No era posible, según sus concepciones, que hubiera otro que los contradijera o que mostrara caminos distintos a la violencia.

                                                                                                                                  Y así, casi sin que la mayoría advirtiera los peligros de una “cultura” de esa naturaleza, se fueron tomando todos los espacios, en particular los de la política, pero también –es obvio- los de la economía, y  esas “ideas”, esas maneras de dominarlo todo, hicieron mella también en las mentalidades populares, acostumbradas desde antes a la derrota y las marginaciones. Y ahí, en esos emergentes, vieron tal vez una posibilidad de cambio, todo un espejismo.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Por eso, no es extraño que mientras más corrupto  sea el político más favorabilidad tiene entre la gente. El mundo al revés. Pero es lo que han sembrado los que en el poder están desde hace años. Y ya importa muy poco o nada que se roben el fisco, que espíen, que cometan crímenes de estado, si por lo menos hacen alguna obrita de infraestructura. Qué horror.

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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