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                                                                                                                                El matadero del fútbol

                                                                                                                                Qué tiempos aquellos cuando la gente iba a fútbol, y en las tribunas, hinchas de uno y otro equipo se mezclaban, como si asistieran a una liturgia de la alegría.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El fútbol, que dejó de ser inocente para trastocarse en un negocio universal de ganancias astronómicas, también fue perdiendo la fantasía, aquella de las gambetas endemoniadas, las artes de lo impensado, y se volvió, en muchos casos, monotonía. Pura táctica. Nada para la imaginación. El pragmatismo confundió a dueños, técnicos y jugadores. E incluso al hincha.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                ¿Qué hay detrás de la barra brava? ¿Qué ocultos intereses se mueven en esas “organizaciones” de vándalos y tropeleros? Al estadio se trasladaron todas las miserias sociales y se montó en el fútbol una pasarela para asuntos perversos, como el narcotráfico, la extorsión, las pandillas y sus modos delictivos de actuación. Agredir a alguien (o, peor aún, matarlo) porque luce una camiseta de un equipo de fútbol, sí es descender al infierno de la barbarie. Es como un retorno a aquellas calendas crueles y canallescas en que en Colombia se mataba por ser alguien liberal o conservador.

                                                                                                                                Además de la imbecilidad que se nota en los desaforados miembros de barras, hay toda una muestra de incultura. Uno supone que un aturdido seguidor de esos, jamás habrá leído ningún libro, ni visto buen cine, y su cerebro puede estar sin inaugurar. Ni siquiera cabe su caracterización en lo que Eduardo Galeano denominó el fanático: “Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso”. Pasa de ahí a ser un asesino en potencia.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El fútbol, que antes igualaba al intelectual y al ignorante en las tribunas, porque al fin de cuentas uno y otro se parecían en su fervor, en su grito, en su acelere cardiaco, hoy es una cueva de ladrones, de asesinos y otros delincuentes, que convirtieron la belleza de una gambeta en un matadero. Las graderías se volvieron trincheras y ponerse una camiseta de un equipo puede ser una suscripción a la pena de muerte.

                                                                                                                                Qué tiempos aquellos cuando la gente iba a fútbol, y en las tribunas, hinchas de uno y otro equipo se mezclaban, como si asistieran a una liturgia de la alegría.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                El fútbol, que dejó de ser inocente para trastocarse en un negocio universal de ganancias astronómicas, también fue perdiendo la fantasía, aquella de las gambetas endemoniadas, las artes de lo impensado, y se volvió, en muchos casos, monotonía. Pura táctica. Nada para la imaginación. El pragmatismo confundió a dueños, técnicos y jugadores. E incluso al hincha.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                ¿Qué hay detrás de la barra brava? ¿Qué ocultos intereses se mueven en esas “organizaciones” de vándalos y tropeleros? Al estadio se trasladaron todas las miserias sociales y se montó en el fútbol una pasarela para asuntos perversos, como el narcotráfico, la extorsión, las pandillas y sus modos delictivos de actuación. Agredir a alguien (o, peor aún, matarlo) porque luce una camiseta de un equipo de fútbol, sí es descender al infierno de la barbarie. Es como un retorno a aquellas calendas crueles y canallescas en que en Colombia se mataba por ser alguien liberal o conservador.

                                                                                                                                Además de la imbecilidad que se nota en los desaforados miembros de barras, hay toda una muestra de incultura. Uno supone que un aturdido seguidor de esos, jamás habrá leído ningún libro, ni visto buen cine, y su cerebro puede estar sin inaugurar. Ni siquiera cabe su caracterización en lo que Eduardo Galeano denominó el fanático: “Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso”. Pasa de ahí a ser un asesino en potencia.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El fútbol, que antes igualaba al intelectual y al ignorante en las tribunas, porque al fin de cuentas uno y otro se parecían en su fervor, en su grito, en su acelere cardiaco, hoy es una cueva de ladrones, de asesinos y otros delincuentes, que convirtieron la belleza de una gambeta en un matadero. Las graderías se volvieron trincheras y ponerse una camiseta de un equipo puede ser una suscripción a la pena de muerte.

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