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                                                                                                                                El nuevo narcisismo

                                                                                                                                Narciso retorna para quedarse. El sujeto crítico parece haber desaparecido para abrirle camino al sujeto manipulable por el mercado y el consumo. Asistimos a los tiempos en que el cuerpo y el “primero yo” son parte esencial de las relaciones de producción y la sociedad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Hoy, como se ha enunciado en diversos círculos de crítica social, el yo del sujeto se trasladó al cuerpo, que puede ser moldeado en gimnasios con el criterio del hedonismo superficial, de la apariencia, de una presunta salud física. No es tanto el asunto de mente sana en cuerpo sano, sino un cuerpo sin mente, sin límites, solo para mostrar. Para autoenamorarse de sus formas, sus músculos, sus ademanes. Lo importante ahora es “mi perfil” físico, mis maneras de consumir, de lucir.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y en el ejercicio de mostrar, de aullar para sí mismo, la imagen humana es parte del mercadeo. Yo mismo me mercadeo, me tomo la foto que me da la gana, la expongo, digo cómo estoy pasando de bueno, cómo voy en mi paseo, en mis compras, en un acto de comensal, en la exposición a los demás como un ser sin historia, solo como alguien que pertenece al circuito del consumo acrítico. El cuerpo como devorador de mercancías, como una mercancía en sí mismo. Mostrarlo es una manera de la venta; el otro (que existe como espectador) me verá y sabrá de mí por la cosmética, por la vitrina en que me he convertido, y no por mis saberes, no por mis reflexiones frente a un mundo de inequidades y desasosiegos sociales.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El narciso no puede ver más allá de sí mismo. Es adaptable. Manipulable. El sistema, con sus medios, creadores de rebaños, de autómatas, lo sabe y le saca partido. Las generaciones críticas, las que no tragaban entero, parecen ser parte de una arqueología. Aunque puede ser una afirmación temeraria, porque, en medio del mercado corporal y sus recetarios, hay seres que resisten, cuestionan y son parte de la necesaria desobediencia civil. Que, como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende. 

                                                                                                                                Narciso retorna para quedarse. El sujeto crítico parece haber desaparecido para abrirle camino al sujeto manipulable por el mercado y el consumo. Asistimos a los tiempos en que el cuerpo y el “primero yo” son parte esencial de las relaciones de producción y la sociedad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Hoy, como se ha enunciado en diversos círculos de crítica social, el yo del sujeto se trasladó al cuerpo, que puede ser moldeado en gimnasios con el criterio del hedonismo superficial, de la apariencia, de una presunta salud física. No es tanto el asunto de mente sana en cuerpo sano, sino un cuerpo sin mente, sin límites, solo para mostrar. Para autoenamorarse de sus formas, sus músculos, sus ademanes. Lo importante ahora es “mi perfil” físico, mis maneras de consumir, de lucir.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Y en el ejercicio de mostrar, de aullar para sí mismo, la imagen humana es parte del mercadeo. Yo mismo me mercadeo, me tomo la foto que me da la gana, la expongo, digo cómo estoy pasando de bueno, cómo voy en mi paseo, en mis compras, en un acto de comensal, en la exposición a los demás como un ser sin historia, solo como alguien que pertenece al circuito del consumo acrítico. El cuerpo como devorador de mercancías, como una mercancía en sí mismo. Mostrarlo es una manera de la venta; el otro (que existe como espectador) me verá y sabrá de mí por la cosmética, por la vitrina en que me he convertido, y no por mis saberes, no por mis reflexiones frente a un mundo de inequidades y desasosiegos sociales.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El narciso no puede ver más allá de sí mismo. Es adaptable. Manipulable. El sistema, con sus medios, creadores de rebaños, de autómatas, lo sabe y le saca partido. Las generaciones críticas, las que no tragaban entero, parecen ser parte de una arqueología. Aunque puede ser una afirmación temeraria, porque, en medio del mercado corporal y sus recetarios, hay seres que resisten, cuestionan y son parte de la necesaria desobediencia civil. Que, como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende. 

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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