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                                                                                                                                El poder de la mentira

                                                                                                                                Dicen que cuando el pastorcito grito: “¡viene el lobo!”, pero el lobo no venía, nació la literatura. Con esta disciplina, la mentira cobró una dimensión estética, de asombros y otras maravillas, o, como lo señalara Vargas Llosa, le dio la dimensión de ser “la verdad de las mentiras”. Otra cosa, distinta y fea, es la inveterada mentira propalada por los políticos, los que detentan el poder, los que asumen las características del Gran Hermano diseñado por Orwell. Hace rato que la mentira, como herramienta de confusiones, es otra pandemia universal.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                La mentira sirve para la fabricación de mitos, como ocurrió, por ejemplo, con el nazismo. Joseph Goebbels, cerebro de la propaganda del Tercer Reich, supo de las utilidades de la propalación no solo de mentiras, que repetidas hasta la saciedad se tornan en “verdades”, sino del valor, para controlar mentes y desbaratar oposiciones, de las consignas viscerales (fundamentadas casi siempre en mentiras), la censura, la intervención de los medios de comunicación como la radio, y tener de su lado, del lado del poder, al teatro, el cine, las artes. El baluarte de la propaganda nazi, cojo y bajito, sabía con creces los dividendos que le daba a esa ideología poner bajo sus pies a los medios de expresión.

                                                                                                                                La divulgación de mentiras da pingües ganancias al poder. En pleno auge de las redes sociales, la falsía y los bulos son provechosos para el ejercicio despótico del poder, para favorecer a los que han engendrado inequidades y desolaciones en el mundo. Las “bodeguitas” pagadas por politiqueros y otros badulaques de la engañifa están en boga en estos tiempos en que mentir es la clave. Estos mismos organismos, financiados por quienes saben que con la mentira se logran réditos (votos, apoyos gamonalescos, respaldos venales, etc.), agitan a su vez incensarios para disimular la podredumbre de sus jefes.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Y así como puede haber (aunque cada vez en menor proporción) distintas formas para decir la verdad, como lo propuso Bertolt Brecht, lo que abunda en todo caso son las mil maneras—por no decir infinitas— de dar a la mentira apariencia de verdad. Hoy, auspiciados por el poder, se tejen con sutileza mecanismos y maniobras para que no haya memoria, o, de otra forma, para que prevalezca la peste del olvido.

                                                                                                                                Los medios de información (o de desinformación, según sus relaciones con el poder, cualquiera que este sea) parecen estar hechos a la medida de una actualidad “ahistórica”, la de imponer la desmemoria. No hacer seguimientos. No dar antecedentes ni propiciar posibles consecuencias de los acontecimientos, de las medidas políticas, del desempeño de los gobernantes. Un hecho borra el anterior. Así no es posible forjar una opinión pública crítica, pensante, deliberante. Solo autómatas. Consumidores de basura.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La mentira está a favor de pequeñas castas privilegiadas y contra inmensas masas de desahuciados. Y puede ser que, pese a las mentiras, llegue el momento en que el vasto rebaño deje de creer en fábulas y se convierta en una tumultuosa manada de rebeldes ovejas negras. Qué importa si en realidad viene el lobo.

                                                                                                                                Dicen que cuando el pastorcito grito: “¡viene el lobo!”, pero el lobo no venía, nació la literatura. Con esta disciplina, la mentira cobró una dimensión estética, de asombros y otras maravillas, o, como lo señalara Vargas Llosa, le dio la dimensión de ser “la verdad de las mentiras”. Otra cosa, distinta y fea, es la inveterada mentira propalada por los políticos, los que detentan el poder, los que asumen las características del Gran Hermano diseñado por Orwell. Hace rato que la mentira, como herramienta de confusiones, es otra pandemia universal.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                La mentira sirve para la fabricación de mitos, como ocurrió, por ejemplo, con el nazismo. Joseph Goebbels, cerebro de la propaganda del Tercer Reich, supo de las utilidades de la propalación no solo de mentiras, que repetidas hasta la saciedad se tornan en “verdades”, sino del valor, para controlar mentes y desbaratar oposiciones, de las consignas viscerales (fundamentadas casi siempre en mentiras), la censura, la intervención de los medios de comunicación como la radio, y tener de su lado, del lado del poder, al teatro, el cine, las artes. El baluarte de la propaganda nazi, cojo y bajito, sabía con creces los dividendos que le daba a esa ideología poner bajo sus pies a los medios de expresión.

                                                                                                                                La divulgación de mentiras da pingües ganancias al poder. En pleno auge de las redes sociales, la falsía y los bulos son provechosos para el ejercicio despótico del poder, para favorecer a los que han engendrado inequidades y desolaciones en el mundo. Las “bodeguitas” pagadas por politiqueros y otros badulaques de la engañifa están en boga en estos tiempos en que mentir es la clave. Estos mismos organismos, financiados por quienes saben que con la mentira se logran réditos (votos, apoyos gamonalescos, respaldos venales, etc.), agitan a su vez incensarios para disimular la podredumbre de sus jefes.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Y así como puede haber (aunque cada vez en menor proporción) distintas formas para decir la verdad, como lo propuso Bertolt Brecht, lo que abunda en todo caso son las mil maneras—por no decir infinitas— de dar a la mentira apariencia de verdad. Hoy, auspiciados por el poder, se tejen con sutileza mecanismos y maniobras para que no haya memoria, o, de otra forma, para que prevalezca la peste del olvido.

                                                                                                                                Los medios de información (o de desinformación, según sus relaciones con el poder, cualquiera que este sea) parecen estar hechos a la medida de una actualidad “ahistórica”, la de imponer la desmemoria. No hacer seguimientos. No dar antecedentes ni propiciar posibles consecuencias de los acontecimientos, de las medidas políticas, del desempeño de los gobernantes. Un hecho borra el anterior. Así no es posible forjar una opinión pública crítica, pensante, deliberante. Solo autómatas. Consumidores de basura.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La mentira está a favor de pequeñas castas privilegiadas y contra inmensas masas de desahuciados. Y puede ser que, pese a las mentiras, llegue el momento en que el vasto rebaño deje de creer en fábulas y se convierta en una tumultuosa manada de rebeldes ovejas negras. Qué importa si en realidad viene el lobo.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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