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                                                                                                                                  Entre Chaplin y Napoleón

                                                                                                                                  Un poeta muerto decía hace años que, para obtener la paz social, había que mantener lleno el estómago de la gente. Para el efecto, no tan simple, se requieren cambios profundos y estrategias que pongan en jaque las causas de las miserias. Industrializar el campo, crear nuevos frentes de trabajo, hacer empresa, crear un mercado interno, o, de otras maneras, desarrollar, sobre todo en estos solares neocoloniales, el capitalismo.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  El neoliberalismo, cuyo dios mercado ha sido la fórmula de enriquecimiento de transnacionales y otras minorías, ha sido uno de los factores de empobrecimiento masivo mundial, en especial en los países que, en otros tiempos, se denominaban tercermundistas. En la década del sesenta, la India era el país del hambre. Miles de personas morían allí de inanición. Fue cuando apareció Swaminathan con su “revolución verde” y mitigó el mal. “la mejor defensa contra el hambre es la libertad de expresión. El hambre no es natural, es política”, decía.

                                                                                                                                  Quizá la salida no es por el lado, como la ha visto la minminas Irene Vélez, de “exigirles a otros países que comiencen a decrecer en sus modelos económicos”, sino la de aumentar en este la producción, las industrias y otros rubros de desarrollo en un país sometido, por décadas, a las manipulaciones y exigencias del Fondo Monetario y otros organismos. Además, qué capacidad de exigencia puede tener para las potencias un país como Colombia.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  También hace años decía el escritor brasileño Jorge Amado, en su Memoria de un niño, que “los líderes y los héroes son vacíos, locos, prepotentes, odiosos y maléficos. Mienten cuando se dicen intérpretes del pueblo y pretenden hablar en su nombre, pues la bandera que empuñan es la de la muerte; para subsistir necesitan de la opresión y de la violencia”. Lo expresaba alguien que era, además de estupendo novelista, miembro del Partido Comunista de Brasil.

                                                                                                                                  Pudiera decirse que tal declaración cabe tanto a unos y otros, a líderes de derecha y de izquierda, tal como se ha visto en la historia. “¿Quién puede distinguir entre el héroe y el asesino, entre el líder y el tirano?”, agregaba Amado. Pudiéramos aventurar una hipótesis para nuestro desventurado país, el de los “falsos positivos”, los desterrados, los asediados y aporreados por tantas violencias. Más que esperar que los que han causado tantos males en el mundo decrezcan en sus economías, hay que impulsar en estas tierras el cultivo del humanismo.

                                                                                                                                  Puede ser una apreciación idealista y hasta vana. No sobra, sin embargo, pedir que se democraticen, amén de la economía, la cultura y la educación. Deberíamos crecer como pueblo frente a tantas hambrunas y vacíos, que en Colombia no solo han sido carencias materiales. Quizá así podamos decir con Jorge Amado: “Si pensamos en Pasteur y en Chaplin, ¿cómo admirar y estimar a Napoleón?”.

                                                                                                                                  Un poeta muerto decía hace años que, para obtener la paz social, había que mantener lleno el estómago de la gente. Para el efecto, no tan simple, se requieren cambios profundos y estrategias que pongan en jaque las causas de las miserias. Industrializar el campo, crear nuevos frentes de trabajo, hacer empresa, crear un mercado interno, o, de otras maneras, desarrollar, sobre todo en estos solares neocoloniales, el capitalismo.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  El neoliberalismo, cuyo dios mercado ha sido la fórmula de enriquecimiento de transnacionales y otras minorías, ha sido uno de los factores de empobrecimiento masivo mundial, en especial en los países que, en otros tiempos, se denominaban tercermundistas. En la década del sesenta, la India era el país del hambre. Miles de personas morían allí de inanición. Fue cuando apareció Swaminathan con su “revolución verde” y mitigó el mal. “la mejor defensa contra el hambre es la libertad de expresión. El hambre no es natural, es política”, decía.

                                                                                                                                  Quizá la salida no es por el lado, como la ha visto la minminas Irene Vélez, de “exigirles a otros países que comiencen a decrecer en sus modelos económicos”, sino la de aumentar en este la producción, las industrias y otros rubros de desarrollo en un país sometido, por décadas, a las manipulaciones y exigencias del Fondo Monetario y otros organismos. Además, qué capacidad de exigencia puede tener para las potencias un país como Colombia.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  También hace años decía el escritor brasileño Jorge Amado, en su Memoria de un niño, que “los líderes y los héroes son vacíos, locos, prepotentes, odiosos y maléficos. Mienten cuando se dicen intérpretes del pueblo y pretenden hablar en su nombre, pues la bandera que empuñan es la de la muerte; para subsistir necesitan de la opresión y de la violencia”. Lo expresaba alguien que era, además de estupendo novelista, miembro del Partido Comunista de Brasil.

                                                                                                                                  Pudiera decirse que tal declaración cabe tanto a unos y otros, a líderes de derecha y de izquierda, tal como se ha visto en la historia. “¿Quién puede distinguir entre el héroe y el asesino, entre el líder y el tirano?”, agregaba Amado. Pudiéramos aventurar una hipótesis para nuestro desventurado país, el de los “falsos positivos”, los desterrados, los asediados y aporreados por tantas violencias. Más que esperar que los que han causado tantos males en el mundo decrezcan en sus economías, hay que impulsar en estas tierras el cultivo del humanismo.

                                                                                                                                  Puede ser una apreciación idealista y hasta vana. No sobra, sin embargo, pedir que se democraticen, amén de la economía, la cultura y la educación. Deberíamos crecer como pueblo frente a tantas hambrunas y vacíos, que en Colombia no solo han sido carencias materiales. Quizá así podamos decir con Jorge Amado: “Si pensamos en Pasteur y en Chaplin, ¿cómo admirar y estimar a Napoleón?”.

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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