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Tras descubrir, en una investigación ardua y de muchos años, que El Proceso, de Franz Kafka, es un palimpsesto de Crimen y castigo, de Dostoievski, a este señor, bajito, de barba y bigote, profesor de matemáticas, lector y autor de novelas policiales, el cielo se le vino encima y casi lo redujo a un exilio doloroso. El prodigioso hallazgo, fruto de pesquisas, desvelos, lecturas, análisis comparativos, tablas estadísticas, genomas dostokafkianos y un sinnúmero de dificultades y algunas alegrías sin par, puso a Guillermo Sánchez Trujillo bajo miradas sospechosas tanto adentro como afuera de Colombia.
En 2005, luego de haber encarnado al escritor ruso, como al de Praga, o eso parece a veces: unas, un fragmento de Franz; otras, uno de Fiódor, publicó, en la que se erigió como una primicia mundial, El Proceso, en la primera edición completa de la novela de acuerdo con el original del autor. Así pudo aclarar uno de los “mayores enigmas literarios del siglo XX”.
El aporte no era de menor cuantía. Ni siquiera los grandes expertos, lingüistas alemanes y de otras geografías, ni editores como Klaus Wagenbach, o biógrafos de la talla de Reiner Stach, pudieron resolver el misterio de la ordenación de los capítulos de El Proceso, ni tampoco advirtieron cuáles eran las “fuentes” de las historias del denominado “taciturno” de Praga (que no era tan taciturno). Ninguno de ellos ni siquiera supuso que la ciudad de El Proceso no es Praga, sino San Petersburgo. Y menos todavía que las peripecias del señor Josef K. proceden de las de Raskolnikov y otros personajes de Crimen y castigo.
Los rastreos iniciales los realizó en 1983, año del centenario del natalicio de Kafka. Leyó la biografía de Kafka, de Wagenbach. Escrutó, escarbó, supo de una carta que Kafka le había enviado a un amigo de juventud en la que confesaba su admiración por Dostoievski y en la que consignó la frase “un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que llevamos dentro”. Y afloraron interrogantes como “¿hacha?” Y llegó la conexión con Raskolnikov, el gran personaje de Crimen y castigo. Advinieron lecturas de uno y de otro, relaciones, comparaciones, búsquedas, conexiones. Y pasó casi toda una vida en estas tareas hasta su descubrimiento mayor.
Además, no era solo la procedencia de El Proceso. Otras obras de Kafka, como La Metamorfosis, por ejemplo, tienen sus raíces en Crimen y Castigo. “Kafka no escribía textos, sino palimpsestos, y era necesario revelar el texto oculto, que era el que nutría y daba sentido a sus historias”, escribió Sánchez en la introducción de su prodigiosa edición crítica de El Proceso, en 2005.
La investigación develó las formas en que Kafka escribía, sus estructuras, sus crisis creativas, su relación dificultosa con las mujeres (como, por ejemplo, Felice Bauer), el por qué encriptaba sus historias… Kafka era un ser hecho de literatura, a la que consideraba su religión, su ombligo con el mundo. Para el escritor, vida y literatura eran una sola cosa. Kafka era la literatura en sí mismo.
“Para Kafka la vida era una aventura literaria y, como don Quijote, salió a vivir las aventuras leídas para, una vez vividas, volverlas a escribir”, señaló Sánchez en otro apartado de la introducción mencionada. A este investigador de Medellín, que ahora vive en una vereda del corregimiento Santa Elena, se le debe la primera edición completa, ordenada como la concibió su autor, de El Proceso. Todos sabemos que Max Brod, amigo y albacea del escritor checo, no quemó los manuscritos y desobedeció las presuntas órdenes kafkianas. Publicó, primero, El Proceso, sin poder descifrar cuál era el orden de la novela.
Después de su fenomenal descubrimiento, Guillermo Sánchez tuvo diversos reveses con editores, con las regalías (lo “tumbaron” con ellas, según dice), con resquemores de aquí y de allá. En Europa pasó de agache, nadie le paró bolas a su descomunal tarea, y por estas zonas tórridas le fue como “a los perros en misa”. Después de distintos reveses, hace tres o cuatro meses, de su propio bolsillo, publicó la “versión completa y ordenada” de El Proceso, de Franz Kafka, según el plan original del escritor. Unos cuantos ejemplares, casi todos “para los amigos”.
En cierta forma, ha sido kafkiano el destino de este obstinado investigador. Durante casi 100 años la novela no pudo publicarse como la diseñó y concibió su autor. Y apenas ahora se despeja el misterio. Es una edición histórica “que abrirá las puertas del laberinto kafkiano hasta el presente hermético y hará florecer los estudios sobre la obra y la vida del autor bajo una nueva luz”, escribe Sánchez. Sin embargo, según este, son más las puertas que se le han cerrado en sus intentos por dar a conocer la exigente investigación, como sus haberes y saberes.
Es, podría aventurarse una especulación, como si Kafka, desde otras esferas, hubiera lanzado una suerte de maldición porque un inquieto colombiano descifró lo que ningún europeo ni estudioso de ninguna parte había podido descubrir.