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El general que lamentó la muerte de alias Popeye, criminal al servicio de Pablo Escobar, vuelve otra vez a las primeras páginas de los diarios y a estar en el ojo huracanado de redes sociales, dirigentes políticos, candidatos presidenciales y en el de constitucionalistas. No han faltado los que recordaron el ruido de los sables y se remontaron a los tiempos del general Luis Carlos Camacho Leyva, el mismo que apresó poetas en las caballerizas de Usaquén al amparo del antidemocrático “Estatuto de Seguridad”.
Todo el estrépito comenzó cuando el candidato Gustavo Petro, al pronunciarse sobre la muerte de siete militares en Frontino, causada por el Clan del Golfo, señaló en Twitter que “mientras los soldados son asesinados por el Clan del Golfo, algunos de los generales están en la nómina del Clan”. Y es ahí cuando aparece en el ring el general Eduardo Zapateiro, comandante del Ejército.
Hace poco, el 23 de marzo, Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, exjefe del Clan del Golfo, declaró en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que él había colaborado con altos mandos del Ejército colombiano implicados en “falsos positivos”, en especial en el Casanare. El narcoparamilitar agregó que durante sus años de militancia en las Auc, varios generales y comandantes del Ejército tuvieron nexos con el paramilitarismo para “beneficio propio”.
Las declaraciones de Petro le subieron la bilirrubina a Zapateiro, que se dio por aludido y en uno de sus trinos apuntó: “A ningún general he visto en televisión recibiendo dinero mal habido. Los colombianos lo han visto a usted recibir dinero en bolsa de basura”. Valdría recordar que este hecho, que no se comprobó, fue archivado por la Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia. Otra parte del trino de Petro decía: “La cúpula se corrompe cuando son los politiqueros del narcotráfico los que terminan ascendiendo a los generales”.
Al general, en todo caso, le notificaron que entre sus funciones no estaba inmiscuirse en política ni atacar a un candidato presidencial. Varias voces solicitaron la suspensión inmediata del comandante del Ejército, que parecía transitar por un laberinto poblado de varios minotauros. Y no faltó quien le dijera: “Zapateiro a tus zapatos”. Mientras tanto, Petro ripostó contra el presidente Duque, a quien le imputó estar usando la Fuerza Pública “con fines electorales”.
La bronca subió de temperatura. El candidato del Pacto Histórico lanzó un gancho de izquierda (¿o sería de derecha?) a Duque por estar interviniendo en política para promover al aspirante (el mismo que dice que no es el de Uribe, pero sí es), al que llaman el “mechudo” y el “chirrete”: “(Duque) está usando a sus generales para eso, tanto de la Policía como del Ejército. Está usando la amistad en la Fiscalía para eso, está usando el presupuesto nacional para eso, para intentar que ‘Fico’ lo suceda, que ‘Fico’ se vuelva el ‘Duque II’, y hasta ahora no le está saliendo”.
Hasta Sergio Fajardo, contradictor de Petro en cuanto a comicios se refiere, se puso del lado de este y en contra de Zapateiro: “No solo se normalizó la participación en política de funcionarios del Gobierno, sino que se politizaron las FFAA. ¡Ese no es el camino!”. Al general le fueron señalando cómo había metido las botas. Le remarcaron que con sus declaraciones había violado los artículos 127 y 219 de la Constitución.
El senador Jorge Robledo, otro crítico de Petro, también la emprendió contra Zapateiro y le pidió a Duque y al ministro de Defensa, Diego Molano, que “no toleren la intervención descarada en política del general”. Lo que iba quedando claro en la calenturienta gresca era que, en efecto, el comandante estaba intimidando a un candidato, con la complacencia del presidente de la República. “Si al general no le sentó bien la crítica del senador, debió guardar silencio porque él no está autorizado para intervenir en política. El pronunciamiento de rechazo lo debió hacer el ministro de Defensa, pues él es el civil responsable –y autorizado– para referirse a los temas de las fuerzas militares”, según el profesor Jairo Libreros, de la Universidad Externado de Colombia.
Al general le llovieron mandobles y porrazos. La congresista Catherine Juvinao le asestó un sonoro sopapo: “Al general Zapateiro lo ofenden las opiniones de Petro, pero no los crímenes de Popeye. Qué vergüenza que sea la cabeza de nuestro Ejército”. El alcalde de Frontino, Jorge Elejalde, también se subió al cuadrilátero y le pidió al general y al ministro de Defensa que se desplazaran a ese municipio del occidente de Antioquia para tratar los temas de violencia que lo azotan.
“Yo le hago un llamado al general que, en vez de estar ahí peleando con candidatos en plenas elecciones presidenciales, se tiene que concentrar es en venir, defendernos, ponerse las botas”, dijo Elejalde. El general parece estar viendo un chispero, y el blandengue presidente, como pide la audiencia, debería llamarlo a calificar servicios.