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                                                                                                                                Los huevos del ministro

                                                                                                                                Más que como un “zapato”, Carrasquilla el malo (porque, por ejemplo, don Tomás era de otra estirpe y buena gente) quedó como una chancleta de esas que usa el jefe del mal gobierno colombiano. Minhacienda, el mismo que desdibujó los huevos, que ofendió a las gallinas, y, de paso, manifestó una suerte de burla a la desdichada “proletariedad”, a las clases medias (¿qué será eso, en estos tiempos?), puede ser hoy el burócrata más repudiado por todas las capas de la población.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Y, bueno, huevos a 1.800 la docena por estos lares, ni riesgos. Quizá en la finquita del ministro, que allá debe tenerlos en promoción ante la “güevonada” que dijo. Pero me he desviado, como ciertas gallinas que, muertas de la ira, quisieran picotear los huevos ministeriales. O, mínimo, ponerlos en exhibición en algún gancho.

                                                                                                                                Dice en el cuento de la brasileña, que además de gran narradora era una dama muy atractiva: “El huevo es el gran sacrificio de la gallina. El huevo es la cruz que la gallina carga en la vida. El huevo es el sueño inalcanzable de la gallina. La gallina ama al huevo. No sabe que existe el huevo”. Y aquí, en este punto, es posible que tampoco el minhacienda, que es como otra peste que azota al país, tampoco sepa que “existe el huevo”. O quizá sus huevos sean ideales o hagan parte de un relato de realismo mágico.

                                                                                                                                Decía que, incluso con el precio de fantasía que Carrasquilla el malo les puso a los doce huevitos, resultaría una especie de sacrificio comprarlos para hacer un revoltillo en la cabeza del minhacienda. Eran otros tiempos y otros precios cuando una multitud de rumanos congregada en Nueva York recibió con una lluvia de huevazos al dictadorzuelo Nicolae Ceausescu, alias Drácula, y su señora Elena, en 1978. Pudo ser una de las protestas ovales más cacareadas del siglo pasado.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Al mismísimo Uribe una vez una muchachita, de alto valor civil, le entregó durante un foro un huevo: “señor Presidente, usted tiene huevo, la democracia colombiana tiene huevo”, le dijo con firmeza la estudiante al impulsador de la yidispolítica, en tiempos en que ya los llamados “falsos positivos” o crímenes de estado eran un azote nacional y una funesta consecuencia de la “seguridad democrática”.

                                                                                                                                En todo caso, la reforma tributaria propuesta por un gobierno vampiresco, que chupa la escasa sangre que les queda a los exprimidos y oprimidos, quiere arrasar el flaco bolsillo de los desamparados. IVA para el chocolate y el café, para los servicios públicos, los servicios funerarios, para los productos de la tierra, ¡ah, claro! y para los huevos, en un país donde mucha gente ya ni siquiera puede tener los “tres golpes”; solo una o dos comidas al día.

                                                                                                                                “Lo peor no es que Carrasquilla no sepa cuánto vale un huevo. Lo que sí sabe es que le va aumentar el precio a los huevos, a la carne, a todos los alimentos… Lo peor es que con la reforma tributaria va a encarecer la única proteína animal del almuerzo de tantos colombianos: un plato de arroz con un huevo frito encima y una aguadepanela aguada”, dijo el senador Jorge Robledo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La tributaria es una reforma regresiva que hará rodar por los abismos de la miseria a casi todos los colombianos. Queda un consuelo, quizás inútil: que al minhacienda le den pesadillas con gallinas desaforadas que lo alzan en vilo y lo cuelgan de los huevos.

                                                                                                                                Más que como un “zapato”, Carrasquilla el malo (porque, por ejemplo, don Tomás era de otra estirpe y buena gente) quedó como una chancleta de esas que usa el jefe del mal gobierno colombiano. Minhacienda, el mismo que desdibujó los huevos, que ofendió a las gallinas, y, de paso, manifestó una suerte de burla a la desdichada “proletariedad”, a las clases medias (¿qué será eso, en estos tiempos?), puede ser hoy el burócrata más repudiado por todas las capas de la población.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Y, bueno, huevos a 1.800 la docena por estos lares, ni riesgos. Quizá en la finquita del ministro, que allá debe tenerlos en promoción ante la “güevonada” que dijo. Pero me he desviado, como ciertas gallinas que, muertas de la ira, quisieran picotear los huevos ministeriales. O, mínimo, ponerlos en exhibición en algún gancho.

                                                                                                                                Dice en el cuento de la brasileña, que además de gran narradora era una dama muy atractiva: “El huevo es el gran sacrificio de la gallina. El huevo es la cruz que la gallina carga en la vida. El huevo es el sueño inalcanzable de la gallina. La gallina ama al huevo. No sabe que existe el huevo”. Y aquí, en este punto, es posible que tampoco el minhacienda, que es como otra peste que azota al país, tampoco sepa que “existe el huevo”. O quizá sus huevos sean ideales o hagan parte de un relato de realismo mágico.

                                                                                                                                Decía que, incluso con el precio de fantasía que Carrasquilla el malo les puso a los doce huevitos, resultaría una especie de sacrificio comprarlos para hacer un revoltillo en la cabeza del minhacienda. Eran otros tiempos y otros precios cuando una multitud de rumanos congregada en Nueva York recibió con una lluvia de huevazos al dictadorzuelo Nicolae Ceausescu, alias Drácula, y su señora Elena, en 1978. Pudo ser una de las protestas ovales más cacareadas del siglo pasado.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Al mismísimo Uribe una vez una muchachita, de alto valor civil, le entregó durante un foro un huevo: “señor Presidente, usted tiene huevo, la democracia colombiana tiene huevo”, le dijo con firmeza la estudiante al impulsador de la yidispolítica, en tiempos en que ya los llamados “falsos positivos” o crímenes de estado eran un azote nacional y una funesta consecuencia de la “seguridad democrática”.

                                                                                                                                En todo caso, la reforma tributaria propuesta por un gobierno vampiresco, que chupa la escasa sangre que les queda a los exprimidos y oprimidos, quiere arrasar el flaco bolsillo de los desamparados. IVA para el chocolate y el café, para los servicios públicos, los servicios funerarios, para los productos de la tierra, ¡ah, claro! y para los huevos, en un país donde mucha gente ya ni siquiera puede tener los “tres golpes”; solo una o dos comidas al día.

                                                                                                                                “Lo peor no es que Carrasquilla no sepa cuánto vale un huevo. Lo que sí sabe es que le va aumentar el precio a los huevos, a la carne, a todos los alimentos… Lo peor es que con la reforma tributaria va a encarecer la única proteína animal del almuerzo de tantos colombianos: un plato de arroz con un huevo frito encima y una aguadepanela aguada”, dijo el senador Jorge Robledo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Ver todas las noticias
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