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Sombrero de mago

Varguitas en la hora del adiós

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Reinaldo Spitaletta
22 de abril de 2025 - 05:00 a. m.
Mario Vargas Llosa escribió el prólogo del libro de gobierno de Iván Duque.
Mario Vargas Llosa escribió el prólogo del libro de gobierno de Iván Duque.
Foto: tomada de la Red Social X, de Iván Duque
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Marito, Varguitas, Vargas, Vargas Llosa, todos juntos, eran una transnacional de la opinión (columnas como Piedra de Toque), del espectáculo, que además esta variable se le devolvió como en un retrovisor. Él mismo se erigió en “protagonista de novela” cuando se casó con una señora de alta farándula, como doña Isabel, exesposa de Julio Iglesias: integró la civilización del espectáculo, que tanto había cuestionado. Fue portada de revistas rosa por su atracción fatal con la señora Preysler; así rompió su gusto incestuoso: a los 19 añitos se casó con su tía Julia y después con su prima Patricia, a cuya nalga tocada por otra mano se debió la ruptura con García Márquez, que terminó con un ojo “cardenalicio”.

Cuando se muere un escritor, y más de la talla de Vargas Llosa, uno se quisiera solo referir a su obra literaria, a sus técnicas (en sus primeras obras eran deslumbrantes), temáticas, al abordaje artístico de la realidad…, pero en este caso es imposible. Porque se trató no solo de un “escribidor”, sino de un político, de un misionero de la ideología neoliberal que tantos pobres (también unos cuantos ricos) ha producido en el orbe.

Varguitas, como lo bautizó su tía-esposa-exesposa, era a principios de la década de los grandes estremecimientos un niño terrible de la literatura, y creó, para mi gusto, personajes intensos e inolvidables como Pichula Cuéllar, Zavalita, Pedro Camacho, La Chunga, Lituma y otros que después, cuando la cantidad no era sinónimo de calidad, también sonaron, como Palomino Molero, el empalado. El hombre también supo de burdeles y otras prostitutas, y de militares (claro, estudió en un colegio militar como el Leoncio Prado, también territorio de varias de sus obras), como Pantaleón Pantoja, y de esas visitadoras tropicales que todavía se esperan no tanto para lavar ropas sino para un momento de placer arrevesado.

Así que no murió solo un escritor, Nobel y todo, sino un representante de una política adversa para las mayorías. Y si bien, la calentura de los sesentas, con la revolución cubana y los barbudos lo envolvió, como a los escritores del Boom, y a multitud de jóvenes de época, después del “reposo del guerrero” se corrió al otro extremo. Así que esa suerte de aristócrata, con origen indígena, pero blanqueado, también hay que referirlo en su hora de óbito, porque, lo dicho: no solo fue un brillante escritor, con altibajos y otros lunares, sino un cruzado de un sistema que merece todas los cuestionamientos y oprobios.

Perú, tierra de imprescindibles escritores y poetas, de brillantes ensayistas como Mariátegui, también ha sido tierra arrasada por las transnacionales, por el imperialismo, por las dictaduras y, en tiempos más recientes, por todas las miserias, producto además de las políticas trazadas por el Consenso de Washington, el FMI y otros organismos, que, como a otros pueblos de América Latina, lo convirtieron en tierra arrasada.

También ese Perú de despojados, narrados, por ejemplo, por Manuel Scorza, sirvió a la puesta en escena literaria a Vargas Llosa y sus primeras novelas. “¿En qué momento se había jodido el Perú?” es una pregunta clave para una novela. O para múltiples obras. O para iniciar una conversación en un café. “La casa verde es maravillosa. Yo no sé si alguien ha empleado ya el recurso que utilizas de los flashbacks incorporados a la acción en presente; no recuerdo ningún ejemplo y pienso que lo has inventado”, le dijo Julio Cortázar a Varguitas en una carta fechada en Ginebra el 18 de agosto de 1965.

Era un escritor que tenía, al parecer, una torrencial cantidad de asuntos para novelar, como, también se registró en sus libros de ensayos, para la reflexión literaria. “Me sorprende la asombrosa cantidad de material de que dispones. Con lo que hay en La casa verde se hubieran podido escribir diez novelas”, le dijo García Márquez a Vargas Llosas en una carta enviada desde México el 1 de octubre de 1966, y que está, como es de suponer, en el libro Las cartas del Boom.

Una de tantas preguntas sobre este escritor, podría ser: ¿Cuándo se jodió Vargas Llosa? Para algunos, jamás estuvo jodido. Pero sí, sus poses arribistas de patricio siguen indicando que, en este caso, es imposible separar al escritor del político. Ah, pudiera decirse que algo de Sartre, a quien tanto admiró, se pudo haber pegado a su extenso mundo de obras teatrales, novelas, columnas y ensayos (como cuentista no brilló). Pero no el Sartre del mayo francés y el maoísmo.

Varguitas, que escribió algunas espléndidas columnas, como una sobre los “hooligans” y otra sobre la ablación del clítoris en tierras africanas, tuvo hartos influjos de Flaubert y de Víctor Hugo. Era un arequipense afrancesado. En política, para usar una frase castrista (¿o castrense?) la historia no lo absolverá. ¿Y en literatura? Que lo diga Vargas.

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Dionisio(cvtsc)25 de abril de 2025 - 07:06 a. m.
Y queda esa sátira de Bayly en Los Genios, muy divertida.
UJUD(9371)22 de abril de 2025 - 10:43 p. m.
Acá queda el sucesor de Varguitas : Abad....
David Valencia Cuellar(0vhxw)22 de abril de 2025 - 10:04 p. m.
Increíble que Vargas Llosa le hubiera prolongado el libro al Maluco e imbécil de Duque.....
Claudia Rincón(33549)22 de abril de 2025 - 09:56 p. m.
Su increible capacidad literaria perdurará, pero su miopía política no.
Caliche(62305)22 de abril de 2025 - 08:02 p. m.
Gracias. La foto con el inepto sobra. Queda como un idiota. Un personaje contradictorio con sus luces y sombras. Amó la vida y la literatura. Con esto basta.
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