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                                                                                                                                ¿Qué es ser comunista?

                                                                                                                                Un profesor de Teología, caricolorado y simpático, me decía, con cierto rictus burlesco en los labios: “Vos sos el último comunista”. “Y vos, el último evangelista”, le replicaba, entre sonrisas. Hoy, cuando el mundo anda patas arriba, lleno de “chorros” y estafaos, de corruptos y santones (no confundir con una familia oligárquica colombiana), ciertos conceptos se han envilecido (como el de ser comunista) y otros parecen haber alcanzado una alcurnia de la que carecen.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En estos tiempos neoliberales —y de la posmodernidad que llaman— ser comunista, especie en extinción, es como una manifestación de lo exótico. O, tal vez, de las últimas expresiones del romanticismo. Hace muchos años, ser comunista era una condición de la sospecha. Un irreverente. Alguien que, en medio de las desigualdades sociales, aspiraba a la justicia y reivindicaba a las víctimas de la explotación. Un humanista.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Hoy, la “chapa” de comunista no da réditos ni créditos. Los mandamientos contemporáneos indican que hay que ser individualista. Estar del lado de la sinrazón, de los atropellos contra la mayoría de gente, a favor de la vigilancia del Big Brother y contra los derechos adquiridos y los que están por conquistarse. El neoliberalismo sí que ha dado al traste con las aspiraciones populares por una vida decente y digna. Y ha empobrecido más a los depauperizados y enriquecido a los más ricos. Lo que se estila es ser neoliberal o neoconservador, que es la misma vaina.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El caso es que lo que proclama el neofascismo criollo no es ir contra las injusticias e inequidades del sistema, del régimen que ellos mismos han contribuido a crear y sostener, sino volverlo a tener en sus sucias manos para suprimir más derechos y seguir usufructuando el Estado para sus intereses personales y grupistas.

                                                                                                                                Así que ser comunista —hoy como ayer— , para decirlo con sencillez,  significa caminar en pro de la justicia social, de la construcción de una sociedad que no sea monstruosa como la que con sus tentáculos económicos, políticos, mediáticos y otros, esclaviza a tanta gente. Al fin de cuentas, Dios y el Diablo son comunistas: han construido, como diría Mark Twain, sendos lugares sabrosos: uno por la compañía y el otro por el clima.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Un profesor de Teología, caricolorado y simpático, me decía, con cierto rictus burlesco en los labios: “Vos sos el último comunista”. “Y vos, el último evangelista”, le replicaba, entre sonrisas. Hoy, cuando el mundo anda patas arriba, lleno de “chorros” y estafaos, de corruptos y santones (no confundir con una familia oligárquica colombiana), ciertos conceptos se han envilecido (como el de ser comunista) y otros parecen haber alcanzado una alcurnia de la que carecen.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En estos tiempos neoliberales —y de la posmodernidad que llaman— ser comunista, especie en extinción, es como una manifestación de lo exótico. O, tal vez, de las últimas expresiones del romanticismo. Hace muchos años, ser comunista era una condición de la sospecha. Un irreverente. Alguien que, en medio de las desigualdades sociales, aspiraba a la justicia y reivindicaba a las víctimas de la explotación. Un humanista.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Hoy, la “chapa” de comunista no da réditos ni créditos. Los mandamientos contemporáneos indican que hay que ser individualista. Estar del lado de la sinrazón, de los atropellos contra la mayoría de gente, a favor de la vigilancia del Big Brother y contra los derechos adquiridos y los que están por conquistarse. El neoliberalismo sí que ha dado al traste con las aspiraciones populares por una vida decente y digna. Y ha empobrecido más a los depauperizados y enriquecido a los más ricos. Lo que se estila es ser neoliberal o neoconservador, que es la misma vaina.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El caso es que lo que proclama el neofascismo criollo no es ir contra las injusticias e inequidades del sistema, del régimen que ellos mismos han contribuido a crear y sostener, sino volverlo a tener en sus sucias manos para suprimir más derechos y seguir usufructuando el Estado para sus intereses personales y grupistas.

                                                                                                                                Así que ser comunista —hoy como ayer— , para decirlo con sencillez,  significa caminar en pro de la justicia social, de la construcción de una sociedad que no sea monstruosa como la que con sus tentáculos económicos, políticos, mediáticos y otros, esclaviza a tanta gente. Al fin de cuentas, Dios y el Diablo son comunistas: han construido, como diría Mark Twain, sendos lugares sabrosos: uno por la compañía y el otro por el clima.

                                                                                                                                No ad for you

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