La que hace años fue una siniestra prisión, hoy es patrimonio de la humanidad, plena de riquezas naturales, abundante en fauna y flora, única, como una arcadia tropical, con ballenas jorobadas y tiburones y aves marinas y micos y lagartos azules; hay cangrejitos de colores y gavilanes y pelícanos… Es Gorgona, en la cual, dentro de su estrategia imperial, los Estados Unidos quieren construir una base militar, con radar, estación de guardacostas, torre de comunicaciones y tanque de almacenamiento de gasolina.
La intentona viene de hace rato. Colombia, como sabemos, es una neocolonia muy querida por la gringada. Y hay que “consentirla” para que por el Pacífico no sigan rondando naves de narcotraficantes. Es vieja la “argumentación” de Washington, del Departamento de Estado y otros organismos. Para el caso de la edénica isla, el 31 de diciembre de 2015, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) aprobó, de un modo grotesco, por decir lo menos, una licencia para el efecto. El primer paso para la depredación. El Parque Nacional Natural se puede ir al carajo. Primero, los intereses yanquis, por encima, incluso, de lo que diga la Constitución (por ejemplo, el artículo octavo).
Qué cuento de investigación científica, de preservación de especies, de ecoturismo, de estudios biológicos. Eso para qué. Los de la USA lo que quieren es una base allí, y eso es suficiente para que, después de haber aprobado tal esperpento, aún no esté claro que allí no se debe construir ninguna estación militar. ¡Cuál soberanía ni qué carajos! Para eso tienen los Estados Unidos, desde hace mucho, sus lacayos criollos. Aprobar y listo, esa es la actitud que debe adoptar el sometido.
Pero frente a esos conatos neocolonizadores, resistencia sí hay. Y está creciendo. No solo un amplio comité de demandantes interpuso hace un año una acción popular contra el proyecto “Construcción, Operación, Abandono y Restauración de la Estación de Guardacostas de la Isla Gorgona” (lo hicieron ante el Tribunal Contencioso Administrativo de Cundinamarca), sino que ha crecido la audiencia de los que rechazan esa propuesta del Ministerio de Defensa Nacional, aprobada hace casi ocho años por la Anla.
Desde luego, el proyecto no es una iniciativa autónoma del mencionado ministerio, sino que hace parte de la estrategia estadounidense de crear bases militares en el “Corredor Marino del Pacífico Tropical Oriental”. Toda una trama de dominación y control en América Latina (también en otras partes del orbe), aupada por el Comando Sur y la Secretaría de Estado de EE.UU. El proyecto en mención representa un alto riesgo para la preservación de las especies y las riquezas naturales de la isla.
En Cauca y Nariño, como en otras partes del país, ha comenzado una gran movilización contra el proyecto, además de la creación de comités de estudio acerca de la calamidad ecológica que representaría la construcción de una base militar en Gorgona. En reciente comunicado conjunto de comunidades, se ha exigido al presidente de la República que expida un acto administrativo de la suspensión de ese proyecto.
“Reiteramos nuestra oposición total a este nocivo proyecto militar por su ilegalidad e ilegitimidad política; pues contraviene la protección especial, constitucional y legal, que gozan los Parques Nacionales Naturales, cambia el uso del suelo, daña irreversiblemente los ecosistemas en recuperación, genera consecuencias socioeconómicas incalculables en todo el Pacífico colombiano…”, dice un apartado del comunicado, que, a su vez pide la “cancelación definitiva del proyecto militar en el Parque Nacional Natural Gorgona”.
El cuestionado proyecto, que, en esencia, es una violación de parte de una potencia extranjera a la soberanía nacional, gana cada vez la antipatía popular, en la medida en que se va conociendo el entramado del mismo. Es por lo menos extraño y sospechoso que el proyecto militar en Gorgona esté financiado por Estados Unidos. A tal actitud se suma el impulso expresado por Laura Richardson, general del Comando Sur de la Armada de Estados Unidos. Se ha dicho que, tras el cierre de la base militar gringa en Manta, Ecuador, y en el entramado de la contienda geopolítica con China, Washington busca equilibrar tal situación en otros sectores de América Latina, como parte de su estrategia de control.
Por lo visto, otra tarea urgente del pueblo colombiano es oponerse a esas tentativas de acentuación de la dominación extranjera. La llamada también Isla de la Ciencia debe preservarse y, para el efecto, se requerirá una vasta movilización contra los intereses foráneos. El gobierno nacional debe romper con la subordinación frente a Washington y reconfigurar las desde hace rato inequitativas relaciones entre Colombia y la metrópoli. Debe demostrar en la práctica que no sigue siendo, como sus antecesores, un lacayo del imperio.
El país no puede seguir capitulando frente a los intereses devoradores, estratégicos y de dominación de una potencia. Salvaguardar Gorgona para la ciencia, el ambientalismo, el ecoturismo, la investigación es, hoy y siempre, una divisa del pueblo y sus luchas por la autodeterminación y la independencia.
La que hace años fue una siniestra prisión, hoy es patrimonio de la humanidad, plena de riquezas naturales, abundante en fauna y flora, única, como una arcadia tropical, con ballenas jorobadas y tiburones y aves marinas y micos y lagartos azules; hay cangrejitos de colores y gavilanes y pelícanos… Es Gorgona, en la cual, dentro de su estrategia imperial, los Estados Unidos quieren construir una base militar, con radar, estación de guardacostas, torre de comunicaciones y tanque de almacenamiento de gasolina.
La intentona viene de hace rato. Colombia, como sabemos, es una neocolonia muy querida por la gringada. Y hay que “consentirla” para que por el Pacífico no sigan rondando naves de narcotraficantes. Es vieja la “argumentación” de Washington, del Departamento de Estado y otros organismos. Para el caso de la edénica isla, el 31 de diciembre de 2015, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) aprobó, de un modo grotesco, por decir lo menos, una licencia para el efecto. El primer paso para la depredación. El Parque Nacional Natural se puede ir al carajo. Primero, los intereses yanquis, por encima, incluso, de lo que diga la Constitución (por ejemplo, el artículo octavo).
Qué cuento de investigación científica, de preservación de especies, de ecoturismo, de estudios biológicos. Eso para qué. Los de la USA lo que quieren es una base allí, y eso es suficiente para que, después de haber aprobado tal esperpento, aún no esté claro que allí no se debe construir ninguna estación militar. ¡Cuál soberanía ni qué carajos! Para eso tienen los Estados Unidos, desde hace mucho, sus lacayos criollos. Aprobar y listo, esa es la actitud que debe adoptar el sometido.
Pero frente a esos conatos neocolonizadores, resistencia sí hay. Y está creciendo. No solo un amplio comité de demandantes interpuso hace un año una acción popular contra el proyecto “Construcción, Operación, Abandono y Restauración de la Estación de Guardacostas de la Isla Gorgona” (lo hicieron ante el Tribunal Contencioso Administrativo de Cundinamarca), sino que ha crecido la audiencia de los que rechazan esa propuesta del Ministerio de Defensa Nacional, aprobada hace casi ocho años por la Anla.
Desde luego, el proyecto no es una iniciativa autónoma del mencionado ministerio, sino que hace parte de la estrategia estadounidense de crear bases militares en el “Corredor Marino del Pacífico Tropical Oriental”. Toda una trama de dominación y control en América Latina (también en otras partes del orbe), aupada por el Comando Sur y la Secretaría de Estado de EE.UU. El proyecto en mención representa un alto riesgo para la preservación de las especies y las riquezas naturales de la isla.
En Cauca y Nariño, como en otras partes del país, ha comenzado una gran movilización contra el proyecto, además de la creación de comités de estudio acerca de la calamidad ecológica que representaría la construcción de una base militar en Gorgona. En reciente comunicado conjunto de comunidades, se ha exigido al presidente de la República que expida un acto administrativo de la suspensión de ese proyecto.
“Reiteramos nuestra oposición total a este nocivo proyecto militar por su ilegalidad e ilegitimidad política; pues contraviene la protección especial, constitucional y legal, que gozan los Parques Nacionales Naturales, cambia el uso del suelo, daña irreversiblemente los ecosistemas en recuperación, genera consecuencias socioeconómicas incalculables en todo el Pacífico colombiano…”, dice un apartado del comunicado, que, a su vez pide la “cancelación definitiva del proyecto militar en el Parque Nacional Natural Gorgona”.
El cuestionado proyecto, que, en esencia, es una violación de parte de una potencia extranjera a la soberanía nacional, gana cada vez la antipatía popular, en la medida en que se va conociendo el entramado del mismo. Es por lo menos extraño y sospechoso que el proyecto militar en Gorgona esté financiado por Estados Unidos. A tal actitud se suma el impulso expresado por Laura Richardson, general del Comando Sur de la Armada de Estados Unidos. Se ha dicho que, tras el cierre de la base militar gringa en Manta, Ecuador, y en el entramado de la contienda geopolítica con China, Washington busca equilibrar tal situación en otros sectores de América Latina, como parte de su estrategia de control.
Por lo visto, otra tarea urgente del pueblo colombiano es oponerse a esas tentativas de acentuación de la dominación extranjera. La llamada también Isla de la Ciencia debe preservarse y, para el efecto, se requerirá una vasta movilización contra los intereses foráneos. El gobierno nacional debe romper con la subordinación frente a Washington y reconfigurar las desde hace rato inequitativas relaciones entre Colombia y la metrópoli. Debe demostrar en la práctica que no sigue siendo, como sus antecesores, un lacayo del imperio.
El país no puede seguir capitulando frente a los intereses devoradores, estratégicos y de dominación de una potencia. Salvaguardar Gorgona para la ciencia, el ambientalismo, el ecoturismo, la investigación es, hoy y siempre, una divisa del pueblo y sus luchas por la autodeterminación y la independencia.