Precipitados anuncios en la prensa alemana demostraron que el país europeo contaba con el quinto trofeo mundialista.
La mañana del 27 de junio, en la primera plana del diario coloniense, al que estoy suscrito, aparecía un cuadro sinóptico harto concienzudo de cómo Alemania podría llegar a los octavos de final aquella tarde. Se analizaban 22 posibles resultados de ambos encuentros, Alemania vs. Corea y México vs. Suecia, desde ganar por 1-0 a perder por 2-3, lo que significaba 484 posibilidades, de las que 240 (evtl. 243, si hubiese que aplicar la norma del fair play), le daban el chance al que ya es, desde aquel día, excampeón mundial.
Ahora bien, el que Suecia vencería por 3-0 a México, y Corea por 2-0 a Alemania, y Alemania quedaría eliminada en la fase clasificatoria, como Francia (2002), Italia (2010) y España (2014), creo que ningún alemán, empezando por los 23 jugadores de la selección y el equipo técnico, se lo pudo imaginar ni en sus peores pesadillas. Perdieron, y eso no es lo peor, sino que merecieron perder. Ese partido clave lo jugaron con miedo de perder, y es sabido lo que nos dijo don Antonio Machado: "Cuatro cosas tiene el hombre / que no sirven en la mar: / ancla, gobernalle y remos, / y miedo de naufragar".
Pero no es todo. Como la revista quincenal con los programas de TV se imprime un mes antes para poderla distribuir una semana antes del primer día agendado en ella, resulta patético ver los avisos de la transmisión de octavos de final entre los clasificados de los grupos E y F.
Desde luego son cautos, de modo que se habla en ellos haciendo mucho uso del subjuntivo y el condicional, pero es evidente que cuentan con que Alemania superaba la fase previa.
Así, en el anuncio de la transmisión del 2.7. se lee: «Brasil es el favorito en el grupo E. ¿Pero a quién se enfrentará el pentacampeón: a México, Suecia o Corea del Sur? ¿O será al once alemán? Un octavo de final Brasil vs. Alemania no debiera ser, Neymar & Co. desean enfrentar a Die Mannschaft en la final». Y el anuncio para el partido del siguiente día es aún más explícito: «Los expertos dicen que el once actual es mejor que el que hace cuatro años se proclamó campeón del mundo. Así es que para el once de Löw clasificarse el primero de su grupo es casi un deber. Si lo consigue, le tocará con el segundo del grupo brasileño».
Y no digamos ya el anuncio de cuartos de final para el viernes 6, ilustrado para más inri con una foto del centrocampista alemán Gündogan, a cuyo pie puede leerse: «¿Se enfrentará hoy Ilkay Gündogan a John Stones, su compañero del Manchester City?» Cuando por último busco los anuncios de las semifinales y veo que en una de ellas aparece Sami Khedira recibiendo instrucciones de Löw, la verdad es que me arrasa un tsunami de vergüenza ajena.
Precipitados anuncios en la prensa alemana demostraron que el país europeo contaba con el quinto trofeo mundialista.
La mañana del 27 de junio, en la primera plana del diario coloniense, al que estoy suscrito, aparecía un cuadro sinóptico harto concienzudo de cómo Alemania podría llegar a los octavos de final aquella tarde. Se analizaban 22 posibles resultados de ambos encuentros, Alemania vs. Corea y México vs. Suecia, desde ganar por 1-0 a perder por 2-3, lo que significaba 484 posibilidades, de las que 240 (evtl. 243, si hubiese que aplicar la norma del fair play), le daban el chance al que ya es, desde aquel día, excampeón mundial.
Ahora bien, el que Suecia vencería por 3-0 a México, y Corea por 2-0 a Alemania, y Alemania quedaría eliminada en la fase clasificatoria, como Francia (2002), Italia (2010) y España (2014), creo que ningún alemán, empezando por los 23 jugadores de la selección y el equipo técnico, se lo pudo imaginar ni en sus peores pesadillas. Perdieron, y eso no es lo peor, sino que merecieron perder. Ese partido clave lo jugaron con miedo de perder, y es sabido lo que nos dijo don Antonio Machado: "Cuatro cosas tiene el hombre / que no sirven en la mar: / ancla, gobernalle y remos, / y miedo de naufragar".
Pero no es todo. Como la revista quincenal con los programas de TV se imprime un mes antes para poderla distribuir una semana antes del primer día agendado en ella, resulta patético ver los avisos de la transmisión de octavos de final entre los clasificados de los grupos E y F.
Desde luego son cautos, de modo que se habla en ellos haciendo mucho uso del subjuntivo y el condicional, pero es evidente que cuentan con que Alemania superaba la fase previa.
Así, en el anuncio de la transmisión del 2.7. se lee: «Brasil es el favorito en el grupo E. ¿Pero a quién se enfrentará el pentacampeón: a México, Suecia o Corea del Sur? ¿O será al once alemán? Un octavo de final Brasil vs. Alemania no debiera ser, Neymar & Co. desean enfrentar a Die Mannschaft en la final». Y el anuncio para el partido del siguiente día es aún más explícito: «Los expertos dicen que el once actual es mejor que el que hace cuatro años se proclamó campeón del mundo. Así es que para el once de Löw clasificarse el primero de su grupo es casi un deber. Si lo consigue, le tocará con el segundo del grupo brasileño».
Y no digamos ya el anuncio de cuartos de final para el viernes 6, ilustrado para más inri con una foto del centrocampista alemán Gündogan, a cuyo pie puede leerse: «¿Se enfrentará hoy Ilkay Gündogan a John Stones, su compañero del Manchester City?» Cuando por último busco los anuncios de las semifinales y veo que en una de ellas aparece Sami Khedira recibiendo instrucciones de Löw, la verdad es que me arrasa un tsunami de vergüenza ajena.