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El 9.6. le envié al Ayuntamiento de Madrid el enlace con el último texto que había subido a mi blog de El Espectador, y lo hice encareciéndole a la persona a cuyas manos le llegase que no tenía que leer sino los tres penúltimos párrafos. Ustedes pueden leerlos pulsando aquí.
Y sí, entretanto las cosas han cambiado desde aquella fecha lejana del milenio pasado, cuando adquirí el facsímil del directorio de Hindemith. Entretanto, no sé desde hace cuánto, aquel miserable Borbón Fernando VII que cerró las Universidades españolas (“Lejos de nosotros la funesta manía de pensar”, decía él) y se negó a que en España se instalase el ferrocarril, para evitarse el engorro de recibir delegaciones de todo el país pidiéndole algo necesario para la subsistencia de un municipio, y amén de ello persiguió a sangre y fuego al partido liberal e hizo invadir el país por segunda vez por tropas francesas, esta vez mercenarios, los sedicentes “cien mil hijos de San Luis” (a quienes el pueblo llamó de modo más congruente con la posible profesión de sus madres), aquel rey felón, en fin, también tiene su calle en el nomenclátor madrileño. Más bajo no se puede caer. Tan luego Madrid, la primera en sublevarse contra Napoleón y la última en rendirse al inferiocre.
No alimentaba ilusión alguna de que me contestaran del Ayuntamiento capitalino. Sin embargo, ¡oh manes de lo imprevisible!, lo han hecho, respondieron el 12 de julio a mi envío del 9 de junio donde les sugería leer esos párrafos de esa entrada en mi blog. Transcribo la respuesta:
«Madrid, a 12 de julio de 2022 // Estimado Señor Bada: // Le agradecemos que haya utilizado el Servicio de Sugerencias y Reclamaciones del Ayuntamiento de Madrid. // Entendemos que su escrito no está relacionado con una desatención concreta, por lo que lamentamos no poder atender, en este caso [sin que la redacción de la frase sea un modelo de claridad, antes al contrario]. // Atentamente, Subdirección General de Calidad y Evaluación».
O sea, si lo entiendo bien, dicha subdirección general de calidad y evaluación no considera una desatención concreta al pueblo madrileño que, en plena democracia, una de las calles del nomenclátor de la ciudad haya sido dedicada a un 100% impresentable del tamaño de Fernando VII.
Sería bueno que la tal subdirección general revisara la definición de “desatención” en EL diccionario, donde se dice que es «Descortesía, falta de urbanidad o respeto», o sea, tres agravantes convergentes en el hecho de que haya una calle llamada así en el nomenclátor madrileño. Y si contestar un envío del 9.6. el 12.7. no es asimismo una descortesía, falta de urbanidad o respeto, que venga Yavé y lo vea.