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Yo soy como el picaflor

De pronto, en esta columna, se oyen ladridos

Ricardo Bada
26 de abril de 2024 - 10:13 p. m.
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Alemania es un país modelo en lo que refiere al trato con los animales. España no lo es. Entre otras cosas lo demuestran las manifestaciones anuales, masivas, protestando por el maltrato a los perros de caza al sur de los Pirineos. Este año, a fines de enero, participaron sólo en Colonia, donde vivo, 2.000 amos y 5.000 perros, lo que supone 1.000 amos y 2.000 perros más que el año pasado. Lo hacen bajo el lema “El día de los galgos”, pero la manifestación se lleva a cabo también en favor de los podencos, los perdigueros y los demás perros amaestrados para la caza.

Según todas las denuncias recabadas por la Sociedad Protectora de Animales, cuando los perros no cumplen en España con las expectativas de sus amos, se los maltrata de todas las manera imaginables, entre las cuales se cuentan ahorcarlos colgándolos de los árboles o atándolos a las vías de los trenes. O sencillamente abandonándolos en el mejor de los casos.

El año pasado se aprobó en el Parlamento español una nueva redacción de la Ley de la Caza donde no se contemplan castigos ejemplares; el más efectivo sería imponer cuantiosas multas a los desalmados que se ceban de tal manera con pobres animales que les han sido útiles para su diversión favorita, y un mal día, o por la edad o por padecer algún mal, ya no pueden rendirles ninguna utilidad.

Tengo una anécdota al respecto. Mi amiga Hilde Moral, alemana que vivía en la costa de Granada y traductora a su idioma de la obra periodística de Gabo, era una gran amiga de los perros y en su casa siempre tenía la compañía de tres o cuatro, recogidos al encontrarlos abandonados por sus amos y dejados en la calle. Una de las muchas veces que pasé vacaciones con ella había recogido a un pastor alemán a todas luces viejo y enfermo. Una noche, mientras tomábamos nuestros whiskies en la terraza de su casa, con el Mediterráneo a la vista, se unos unió el perro, se tendió a mi lado y de repente sentí que me tomaba la mano derecha en su boca y la lamía. Me sorprendió y se lo dije a Hilde, temiendo además que me mordiese. Hilde me tranquilizó: «Debes de ser, aparte de mí, la primera persona que lo ha acariciado en mucho tiempo. Te lo está agradeciendo”.

Uno de los mejores ensayos de Ortega y Gasset es el prólogo que pergeñó para el Libro de la caza mayor, del Conde de Yebes, montero de renombre y doblado de escritor. Es tan extenso que está editado como volumen independiente y es uno de sus textos que más me he disfrutado desde que lo leí por primera vez. Y uno de sus más preñados capítulos es aquel que se titula “De pronto, en este prólogo, se oyen ladridos”. Como en esta columna. Ojalá los oigan los parlamentarios españoles.

 

Iliana(21165)27 de abril de 2024 - 11:30 p. m.
Escucho bastante claro Eos ladridos.
PIEDAD(37452)27 de abril de 2024 - 04:23 p. m.
Inspiradora columna, amo a los perros, siempre han sido familia dentro de mi familia.Ojalá oriente a los españoles que además de crueles con los perros, parece que descuartizan personas y no pasa nada.
Chirri(rv2v4)27 de abril de 2024 - 06:52 a. m.
Donna Mk Bee, era una alumna americana a la que le estaba enseñando hablar el español. Un día le pregunté que cuantos hijos tenía. ¡Se puso furiosa! Pero era la dueña de tres caballos a los que les dedicaba su mayor parte de tiempo libre. Los amaba, los bañaba, les daba los alimentos...
Gines de Pasamonte(86371)26 de abril de 2024 - 11:51 p. m.
Se preguntaba Marco Tulio Cicerón: ¿“qué placer puede causar a un hombre de cultura… el que una espléndida bestia sea atravesada con una lanza de caza”? Remato con esta bella frase de Charles Darwin: “El amor por todas las criaturas vivientes es el más noble atributo del hombre”.
Gines de Pasamonte(86371)26 de abril de 2024 - 11:42 p. m.
Ortega y Gasset, gran amigo de la caza y de los toros (de larga amistad con Belmonte, luego con Domingo Ortega). En ese famoso prólogo del que hablas, Ricardo, escrito diez años antes de su muerte, el cual salió muy probablemente de sus paseos por aquellas fincas serranas. La parte del prólogo citado, dedicada a la jauría en pos de la presa, quizá sea una de las más logradas literariamente del escritor madrileño:
  • Gines de Pasamonte(86371)26 de abril de 2024 - 11:43 p. m.
    “Los perros, fautores de todo este vértigo, que han transmitido al monte su genial frenesí y ahora, en pos de la pieza, con la lengua péndula, tendido todo a su largo los cuerpos, galopan obsesos: podenco, alano, sabueso y lebrel”.
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