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Transcribo de mi Diario:
25.4. : A la parada del bus llegan dos chicas comiendo un barquillo que se ve delicioso. Una de ellas me tapa la pantalla del horario de los buses y me inclino a la izquierda para verla mejor. La que tenía el barquillo en la mano lo interpreta como que me atrae el barquillo... y me ofrece un trozo. También esto es Alemania.
El bus tardó 12′ en llegar. Al montarme, sellé mi boleto y antes de poderme sentar, el conductor tuvo que frenar en seco y fui a dar con mi corpachón en el suelo, atizándome un golpazo en la sien izquierda y en la rodilla ídem, y sufriendo un esguince en el cuello y otro en la ingle zurda. El conductor se disculpó por el frenazo, estuvo a punto de planchar en el asfalto a un quídam estúpido que cruzó de repente. Apenas caí, dos mujeres, una de mediana edad, la otra de ± mis años, me izaron del suelo y estuvieron cuidándome y dándome buenos consejos todo el tiempo que siguieron a bordo. También esto es Alemania.
Me bajé casi ante la puerta de la bisutería de mi hija Montse y le entregué el papelerío que me va a fotocopiar. Me siento aturdido y voy a La Modicana, mi restaurante favorito, a ½ cuadra de la bisutería. Gabi y Carlo me ven entrar y enseguida se dan cuenta de que llego tocado del ala. Me invitan a su mesa, les cuento mi caída en el bus y Gabi le pide a Minou que me traiga un vaso grande de agua natural: «Es lo mejor en estos casos». Le encargo a Minou una copa de vino blanco y un plato de melón y jamón de Parma, no me apetece comer caliente. Platicamos, hacen una sobremesa larga en mi honor. Al final, bien aturdido y sin apetito le pido a Minou que me envuelva el plato para comerlo en casa. Carlo se brinda a traerme al Seniorencentrum en su carro. Se lo agradezco en el alma, mucho más al enterarme de que viven en nuestra antigua calle, un rodeo enorme traerme acá para devolverse luego unos 3 km. También esto es Alemania.
28.4.: A las 8:30 a.m. pasa Montse para acompañarme al radiólogo, vamos allá en taxi. Me sacan placas de la columna vertebral y el pubis. Al rato me llaman tras examinarlasy me las entregan diciéndome que no tengo ninguna rotura ni ninguna hernia. Oigo el suspiro de alivio de mi Montse. Lo doy yo también. Volvemos acá en el bus y me siento por casualidad junto a la anciana que tanto y tan bien me aconsejó el martes al caerme. Le cuento las consecuencias y se alegra de que no hayan sido mayores. Nos despedimos de modo muy afectuoso, como si nos conociéramos desde hace muchotiempo. También esto es Alemania.
Cuando Carlo lee estas entradas, que les traduje al tedesco, me dice que el ritornello tendría que haber sido: «También esto es Colonia». Vale.