Hace poco les estuve hablando de lugares míticos creados por la literatura, entre ellos Macondo. Al pergeñar esa columna se me ocurrió escribir acerca de ciertas direcciones ficcionales famosas, en la literatura, pero también en el cine y hasta en el tango, algunas reales, otras inventadas.
En Londres el 221B de Baker Street, donde dizque viven Sherlock Holmes y el doctor Watson, y el 27A de Wimpole Street, domicilio del profesor Higgins en Pygmalion, de Bernard Shaw. Y sin salir del Reino Unido las mansiones de Manderley, en Rebecca, un Hitchcock de su etapa inglesa; y la de Pemberley, en la mejor recreación de Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, la serie de la BBC en 1995, con Jennifer Ehle y Colin Firth, una pareja imbatible.
En París el 26 del Quai des Orfèvres, donde tras una de las ventanas del tercer piso, escalera A, la luz permanece prendida toda la noche. La leyenda y la policía parisina nos mienten al unísono que es la ventana del despacho de Maigret.
En Madrid la Plaza Marqués Viudo de Pontejos 1, donde vivía la Jacinta de la mayor y mejor novela de Galdós, y en una de cuyas modernas buhardillas he pasado vacaciones durante casi veinte años de ir una o dos veces por año a mis madriles.
Acá en Colonia el cementerio Melaten, del que está documentado que además de la supervivencia de bastantes judíos, propició también de una manera paradójica la procreación de nuevos colonienses, entre ellos el hijo de Leni, en Retrato de grupo con dama, de Heinrich Böll.
«Cristianía volvió a llamarse Oslo en 1924 y posiblemente la Calle de Lutines y todo el escenario recorrido por la soberbia del obstinado protagonista de Hambre (1888) no sean nada más que difuntos antepasados del plano actual de Oslo», como escribió el gran narrador nicaragüense Lizandro Chávez Alfaro, cuya novela favorita era esa de Knut Hamsun.
Y en el cine están Sunset Boulevard de Billy Wilder y el Mulholland Drive de David Lynch, ambos titulando sus películas respectivas. Amén de ello, en París el 13 de la rue des Beaux Arts, donde iba a vivir la protagonista de la Sabrina buena, la de Sydney Pollack. Y cómo olvidar el 1011 de la Quinta Avenida en Nueva York, donde vive la extravagante familia Bullock, que toma como mayordomo a un vagabundo en la deliciosa My Man Godfrey [Al servicio de las damas], una obra maestra de 1936 con Carole Lombard y William Powell, una pareja inimitable.
Para terminar, una dirección hecha famosa por el tango: qué duda cabe que Corrientes 3-4–8, con su «pisito que puso Maple, piano, estera y velador, un telefón que contesta y una victrola que llora viejos tangos de mi flor», se lleva al agua ese gato que no maúyyya al amor.
Hace poco les estuve hablando de lugares míticos creados por la literatura, entre ellos Macondo. Al pergeñar esa columna se me ocurrió escribir acerca de ciertas direcciones ficcionales famosas, en la literatura, pero también en el cine y hasta en el tango, algunas reales, otras inventadas.
En Londres el 221B de Baker Street, donde dizque viven Sherlock Holmes y el doctor Watson, y el 27A de Wimpole Street, domicilio del profesor Higgins en Pygmalion, de Bernard Shaw. Y sin salir del Reino Unido las mansiones de Manderley, en Rebecca, un Hitchcock de su etapa inglesa; y la de Pemberley, en la mejor recreación de Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, la serie de la BBC en 1995, con Jennifer Ehle y Colin Firth, una pareja imbatible.
En París el 26 del Quai des Orfèvres, donde tras una de las ventanas del tercer piso, escalera A, la luz permanece prendida toda la noche. La leyenda y la policía parisina nos mienten al unísono que es la ventana del despacho de Maigret.
En Madrid la Plaza Marqués Viudo de Pontejos 1, donde vivía la Jacinta de la mayor y mejor novela de Galdós, y en una de cuyas modernas buhardillas he pasado vacaciones durante casi veinte años de ir una o dos veces por año a mis madriles.
Acá en Colonia el cementerio Melaten, del que está documentado que además de la supervivencia de bastantes judíos, propició también de una manera paradójica la procreación de nuevos colonienses, entre ellos el hijo de Leni, en Retrato de grupo con dama, de Heinrich Böll.
«Cristianía volvió a llamarse Oslo en 1924 y posiblemente la Calle de Lutines y todo el escenario recorrido por la soberbia del obstinado protagonista de Hambre (1888) no sean nada más que difuntos antepasados del plano actual de Oslo», como escribió el gran narrador nicaragüense Lizandro Chávez Alfaro, cuya novela favorita era esa de Knut Hamsun.
Y en el cine están Sunset Boulevard de Billy Wilder y el Mulholland Drive de David Lynch, ambos titulando sus películas respectivas. Amén de ello, en París el 13 de la rue des Beaux Arts, donde iba a vivir la protagonista de la Sabrina buena, la de Sydney Pollack. Y cómo olvidar el 1011 de la Quinta Avenida en Nueva York, donde vive la extravagante familia Bullock, que toma como mayordomo a un vagabundo en la deliciosa My Man Godfrey [Al servicio de las damas], una obra maestra de 1936 con Carole Lombard y William Powell, una pareja inimitable.
Para terminar, una dirección hecha famosa por el tango: qué duda cabe que Corrientes 3-4–8, con su «pisito que puso Maple, piano, estera y velador, un telefón que contesta y una victrola que llora viejos tangos de mi flor», se lleva al agua ese gato que no maúyyya al amor.