Mi esposa me llamó la atención sobre una esquela fúnebre en un diario de Colonia. Se trata de un matrimonio, ambos nacidos en 1927 y que fallecieron, el 18 de noviembre él, y ella apenas un día después. Opinó mi esposa que algo así sería lo mejor que podría pasarnos. El único problema es que en casos como este siempre pienso que la segunda muerte ha sido un suicidio.
Dos días después, en la página web de la revista mexicana Nexos apareció un artículo de Arnoldo Kraus titulado “Suicidio de parejas”. El artículo lleva una cita de Shakespeare como epígrafe: “¿Es puro pecado / precipitarnos a la guarida de la muerte / antes de que la muerte se atreva a buscarnos?”. Lo leo, y me parece que es bien informativo, y también ecuánime, puesto que no toma partido ni a favor ni en contra, pero incluye una observación que me sorprende. Dice el autor que Koestler y su esposa pertenecían a la Sociedad para la Eutanasia Voluntaria, y acota entre guiones: “Extraño nombre, la eutanasia siempre es voluntaria”. Pero la eutanasia no es siempre voluntaria. Basta recordar el uso de ella que hizo la vesania nazi para “limpiar” a la sociedad de seres “anormales”, que en general fueron discapacitados mentales.
Dejé este comentario en el foro al pie del artículo, y el autor me contestó enseguida: “Lo que los nazis llamaban eutanasia no era eutanasia, eran asesinatos, asesinatos viles. Escogieron la palabra para acabar con seres humanos infradotados —según ellos. De hecho, la mala fama de la eutanasia se debe a ellos y a lo que se denomina la pendiente resbalosa”.
Más luego intervino en el foro el ingeniero civil barranquillero Samuel Whelpley, lector omnívoro: “La eutanasia tiene una definición común, que es la que menciona Bada, y una legal, que es la que cita el doctor Kraus. La diferencia está en el hecho de que en la segunda la persona debe dejar explícita su voluntad de morir, mientras que en la primera no. La explicación —creo— es obvia: evitar el llamado ‘asesinato por compasión’ o un asesinato”.
Aquí la respuesta del autor del artículo: “El tema de la eutanasia, del suicidio asistido o del suicidio médicamente asistido es una instancia que cada vez gana más espacios y más adeptos. Lo fundamental radica en discutir, como tú lo haces, las diferentes perspectivas y posibilidades. Fundamental es también aparcar el tema de voces decimonónicas, religiosas o políticas. Se debe, a toda costa, romper con la medicalización de la muerte”.
El tema da para mucho, y Arnoldo Kraus y yo hemos decidido tener un intercambio epistolar sobre el mismo, del cual eventualmente puede derivarse un ensayo del que prometo informarles.
Mi esposa me llamó la atención sobre una esquela fúnebre en un diario de Colonia. Se trata de un matrimonio, ambos nacidos en 1927 y que fallecieron, el 18 de noviembre él, y ella apenas un día después. Opinó mi esposa que algo así sería lo mejor que podría pasarnos. El único problema es que en casos como este siempre pienso que la segunda muerte ha sido un suicidio.
Dos días después, en la página web de la revista mexicana Nexos apareció un artículo de Arnoldo Kraus titulado “Suicidio de parejas”. El artículo lleva una cita de Shakespeare como epígrafe: “¿Es puro pecado / precipitarnos a la guarida de la muerte / antes de que la muerte se atreva a buscarnos?”. Lo leo, y me parece que es bien informativo, y también ecuánime, puesto que no toma partido ni a favor ni en contra, pero incluye una observación que me sorprende. Dice el autor que Koestler y su esposa pertenecían a la Sociedad para la Eutanasia Voluntaria, y acota entre guiones: “Extraño nombre, la eutanasia siempre es voluntaria”. Pero la eutanasia no es siempre voluntaria. Basta recordar el uso de ella que hizo la vesania nazi para “limpiar” a la sociedad de seres “anormales”, que en general fueron discapacitados mentales.
Dejé este comentario en el foro al pie del artículo, y el autor me contestó enseguida: “Lo que los nazis llamaban eutanasia no era eutanasia, eran asesinatos, asesinatos viles. Escogieron la palabra para acabar con seres humanos infradotados —según ellos. De hecho, la mala fama de la eutanasia se debe a ellos y a lo que se denomina la pendiente resbalosa”.
Más luego intervino en el foro el ingeniero civil barranquillero Samuel Whelpley, lector omnívoro: “La eutanasia tiene una definición común, que es la que menciona Bada, y una legal, que es la que cita el doctor Kraus. La diferencia está en el hecho de que en la segunda la persona debe dejar explícita su voluntad de morir, mientras que en la primera no. La explicación —creo— es obvia: evitar el llamado ‘asesinato por compasión’ o un asesinato”.
Aquí la respuesta del autor del artículo: “El tema de la eutanasia, del suicidio asistido o del suicidio médicamente asistido es una instancia que cada vez gana más espacios y más adeptos. Lo fundamental radica en discutir, como tú lo haces, las diferentes perspectivas y posibilidades. Fundamental es también aparcar el tema de voces decimonónicas, religiosas o políticas. Se debe, a toda costa, romper con la medicalización de la muerte”.
El tema da para mucho, y Arnoldo Kraus y yo hemos decidido tener un intercambio epistolar sobre el mismo, del cual eventualmente puede derivarse un ensayo del que prometo informarles.