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Un tema que me ha interesado mucho es el de la incidencia de la onomástica en la cartografía, desde que supe que la ciudad rusa Nizhni Nóvgorod, desde 1932 hasta el fin de la Unión Soviética, se llamó Gorki en honor al gran novelista nacido allí.
Añádanse a ello los nombres de los pueblos construidos de nueva planta en España durante el franquismo, a cuyo topónimo se añadía el inevitable apelativo “del Caudillo”, como se lo habían colgado antes al del indefenso puerto de El Ferrol, cuna natal del “inferiocre”. Espero que ya los hayan “desencaudillado”.
Por otra parte, se conoce en todo el mundo, en docenas de idiomas, la corriente de Humboldt, si bien es menos conocida la existencia del mirador de Humboldt, en Tenerife, desde donde se divisa el valle de la Orotava, tan amado por el sabio alemán.
Asimismo, a escala mundial, se sabe que el Everest (Sagarmatha, que significa “la frente del cielo”, en nepalí) debe su nombre occidental a sir George Everest, topógrafo general inglés de la India, y en la serranía de Huelva tenemos la roca de Arias Montano, en honor del autor de la Biblia políglota, que allí se retiró a descansar del mundanal ruido. Menos conocido es el hecho de que en la frontera de Brasil con Venezuela, una montaña se llama Guimarães Rosa, por el gran autor brasileño, diplomático de profesión, quien llevó a cabo buena parte del trazado de esa frontera entre ambos países.
Los estrechos de Magallanes y de Torres, las islas de Fernando Poo, Tristão da Cunha (el lugar del mundo más alejado de cualquier otro habitado por seres humanos), Fernando de Noronha, Martín García y Juan Fernández llevan los nombres de sus respectivos descubridores, mientras que los archipiélagos de las Marianas y las Filipinas tuvieron como madrina y padrino de bautizo, respectivamente, a una reina y un rey de Castilla.
Un departamento del Paraguay, Presidente Hayes, y su capital, Villa Hayes, se llaman así por Rutherford B. Hayes, el presidente gringo que durante su mandato arbitró un litigio entre Paraguay y Argentina tras la Guerra de la Triple Alianza, siendo su laudo favorable al país mediterráneo.
Last but not least, recordaré que América y Bolivia son topónimos en homenaje a Américo Vespucio y Simón Bolívar, en tanto que la Columbia Británica y Columbus, capital de Ohio, remiten a Cristóbal Colón.
¿Qué me queda por decir? Simplemente esto: desde que sé que por esos pagos andan derribando estatuas de Colón, me pregunto cuánto tardará en llegar el día en que los colombianos decidan cambiar el nombre de su país. En Rusia, Nizhni Nóvgorod ya recuperó el suyo. Así es que, ¿cómo se llamaba Colombia antes de don Cristóbal?