Cuando Fernando Trueba (sí, el director de la versión cinematográfica de El olvido que seremos) recogió, en 1994 en Hollywood, el Óscar al mejor filme extranjero por su Belle époque, dijo que si creyese en Dios le daría las gracias, pero que como solo creía en Billy Wilder era él a quien se las daba. Billy Wilder tomó la revancha llamándolo por teléfono a Madrid y saludándolo: “Hola, Fernando, soy Dios”.
Hay tres cosas que debo confesar de entrada. La primera es que me cuento en el número de quienes, con Trueba, creen en BW y no en Dios. La segunda es que cuando asistí, a fines de 1955, en un cine de Sevilla al estreno de Sabrina,...