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El pasado 28 de noviembre, hacia las cinco de la tarde, se incendió la cocina del apartamento donde vivía desde hace 47 años, y por suerte las llamas no pasaron de la cocina, pero se desató una secuela de humo donde parecíamos movernos como en el Londres a caballo de los siglos XIX y XX: un Londres que inspiró a Pío Baroja su novela por ello titulada La ciudad de la niebla.
El caso es que el apartamento quedó inhabitable y hube de buscar otro, con lo cual, pasé de ser inquilino de 114 m² a serlo de tan sólo 47 m². Es decir, mi Lebensraum se redujo en 2/3 de superficie. Y se planteó el problema de mis más de 4.000 libros, mil y un CD, cientos de DVD. De los libros en alemán buena parte se la heredaron en vida mía dos de mis nietos, que son grandes lectores, y la música y el cine no me significaron ningún dolor de cabeza: quienes me lo provocaron fueron los libros en español.
Hace quince años, los legué en vida a los centros Cervantes de Bremen y Hamburgo, entonces recién fundados. Pero pasaron los años, enflaquecieron las vacas y al final no tenía ni lugar para ubicarlos ni dinero para costear el transporte.
Los ofrecí a la biblioteca de mi distrito, de la que me derivaron a la central, donde me dijeron que solo aceptaban donaciones de libros nuevos. Se los ofrecí a la cátedra de Hispanística de la Uni de Colonia: no tenían dónde ponerlos.
Y cuando ya desesperaba de salvar la que probablemente era la mayor biblioteca privada en español de Colonia, y aún puede que de un ámbito mayor, apareció la salvación en la persona de Luciano González Tejón, asturiano, director del Centro Cultural Antonio Machado y consejero electo de la comisión municipal de Integración en esta misma ciudad,
A pesar de andar mudándose de apartamento él mismo, sacó tiempo de donde no lo había (¡que no se entere Einstein!) y en múltiples viajes a mi viejo domicilio estuvo llenando cada vez seis grandes sacas repletas de libros, que estibaba en el asiento trasero de su carro.
A ojo de buen cubero, ha logrado salvar unas 3/5 partes del total de libros en español y aún tenemos hasta mediados de este mes para seguir rescatando literatura, historia, diccionarios, libros de arte (que no son pocos, y algunos los cotizan ya a precios muy suculentos los anticuarios).
Gente como Luciano, a quien saludo igual que Bogart al comisario francés, al final de Casablanca, “Pienso que este es el principio de una bella amistad”, son la sal de la tierra. Es por él y por gente como él, que saben establecer de manera inapelable cuáles son las prioridades en casos de emergencia, que todavía se puede seguir teniendo alguna fe, una lucecita al final del túnel, en el futuro de nuestra especie.