Me enteré, ¿cómo podía dejar de enterarme?, de que Irene Vélez, la ministra de Minas, por el hecho de haber usado tenis en un encuentro oficial, suscitó muchos comentarios en su contra. No pocos fueron quienes entendieron que el hacerlo iba en contra del protocolo, y su acto podía considerarse un desafío.
Si bien mi memoria es envidiable, al decir de mis amistades, echo sin embargo mano de Wikipedia para recordar con datos fehacientes que el 12 de diciembre de 1985, al formarse la primera coalición rojiverde entre el Partido Socialdemócrata y Los Verdes en el estado federado alemán de Hesse, el combativo Joschka Fischer se convirtió en su ministro de Medio Ambiente y Energía, y consiguió cierta fama por ser el primer ministro verde de la historia del país y por haber prestado el juramento de su cargo calzando tenis.
Lo que quiere decir que, a) Irene Vélez tiene un ilustre precedente, y en un acto de bastante más copete (¡el juramento de un cargo, nada menos!) que el encuentro al que asistió, y b) el protocolo está para saltárselo.
De lo que dio una muestra indubitable la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, socialdemócrata, cuando hace unos días se la vio disfrutando de sus pocos momentos libres cantando y bailando con un grupo de amigos. Los filisteos se le echaron encima como un solo hombre, nunca mejor empleada la expresión (y perdonen la inmodestia), alegando que esa no era la conducta propia de una persona que ejerce semejante cargo. Es algo así como si desearan que les gobernase un robot.
“Soy un ser humano, y a veces también echo de menos la alegría, la luz y la diversión en medio de estos nubarrones”, dijo Sanna Marin en su defensa, durante un acto de su partido en Lahti el miércoles 17 de agosto. El público la ovacionó.Dijo además que
los últimos días no habían sido fáciles para ella, pero que confía en que la gente preste atención a lo que los políticos hacen profesionalmente y no en privado. “No he faltado ni un solo día al trabajo y no he dejado ninguna tarea sin hacer”, dijo esta mujer de 36 años: “Estoy aprendiendo y haciendo mi trabajo tan bien como antes”.
Le bastaría señalar, como prueba de la bondad de su desempeño, su histórica decisión de solicitar el ingreso de Finlandia en la OTAN, teniendo como tiene su país 1.340 km de frontera con la Unión Putínica, también conocida como Rusia.
Qué quieren que les diga: no puedo evadir ni eludir la sospecha de que tanto Irene Vélez como Sanna Marin se han visto enfrentadas a estas críticas por el mero hecho de ser mujeres. Ese fascismo larvado que es el machismo resuella por la herida cada vez que la mujer le come más y más terreno.
Mundo Macho, me das asco.
Me enteré, ¿cómo podía dejar de enterarme?, de que Irene Vélez, la ministra de Minas, por el hecho de haber usado tenis en un encuentro oficial, suscitó muchos comentarios en su contra. No pocos fueron quienes entendieron que el hacerlo iba en contra del protocolo, y su acto podía considerarse un desafío.
Si bien mi memoria es envidiable, al decir de mis amistades, echo sin embargo mano de Wikipedia para recordar con datos fehacientes que el 12 de diciembre de 1985, al formarse la primera coalición rojiverde entre el Partido Socialdemócrata y Los Verdes en el estado federado alemán de Hesse, el combativo Joschka Fischer se convirtió en su ministro de Medio Ambiente y Energía, y consiguió cierta fama por ser el primer ministro verde de la historia del país y por haber prestado el juramento de su cargo calzando tenis.
Lo que quiere decir que, a) Irene Vélez tiene un ilustre precedente, y en un acto de bastante más copete (¡el juramento de un cargo, nada menos!) que el encuentro al que asistió, y b) el protocolo está para saltárselo.
De lo que dio una muestra indubitable la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, socialdemócrata, cuando hace unos días se la vio disfrutando de sus pocos momentos libres cantando y bailando con un grupo de amigos. Los filisteos se le echaron encima como un solo hombre, nunca mejor empleada la expresión (y perdonen la inmodestia), alegando que esa no era la conducta propia de una persona que ejerce semejante cargo. Es algo así como si desearan que les gobernase un robot.
“Soy un ser humano, y a veces también echo de menos la alegría, la luz y la diversión en medio de estos nubarrones”, dijo Sanna Marin en su defensa, durante un acto de su partido en Lahti el miércoles 17 de agosto. El público la ovacionó.Dijo además que
los últimos días no habían sido fáciles para ella, pero que confía en que la gente preste atención a lo que los políticos hacen profesionalmente y no en privado. “No he faltado ni un solo día al trabajo y no he dejado ninguna tarea sin hacer”, dijo esta mujer de 36 años: “Estoy aprendiendo y haciendo mi trabajo tan bien como antes”.
Le bastaría señalar, como prueba de la bondad de su desempeño, su histórica decisión de solicitar el ingreso de Finlandia en la OTAN, teniendo como tiene su país 1.340 km de frontera con la Unión Putínica, también conocida como Rusia.
Qué quieren que les diga: no puedo evadir ni eludir la sospecha de que tanto Irene Vélez como Sanna Marin se han visto enfrentadas a estas críticas por el mero hecho de ser mujeres. Ese fascismo larvado que es el machismo resuella por la herida cada vez que la mujer le come más y más terreno.
Mundo Macho, me das asco.