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Lo primero que hice al levantarme el lunes 11 fue ir a la computadora y buscar la lista de los Óscar. Otra vez una desilusión; Annette Bening se fue con las manos vacías. Cinco nominaciones: cuatro como actriz principal, una como actriz de reparto, y ni un solo Óscar.
Sus cinco nominaciones fueron tan merecidas como para pensar que eran Óscar seguros. En 1991, como mejor actriz de reparto por su trabajo en Los timadores. Y los cuatro como actriz principal, en el 2000 por American Beauty, en el 2005 por Conociendo a Julia (basada en la novela Theater, de Somerset Maugham, traducida en España como Julia), en el 2011 por Los chicos están bien, y este año por su desempeño en Nyad.
Acerca de este último film, traduzco de la ficha de Annette Bening en la biblia de los cinéfilos, www.imdb.com: «Un capítulo fascinante de la vida de la atleta de talla mundial Diana Nyad. Tres décadas después de renunciar a la natación de maratón a cambio de una destacada carrera como periodista deportiva, a la edad de 60 años, Diana se obsesionó con completar una travesía épica a nado que siempre se le había resistido: las 110 millas de Cuba a Florida, a menudo denominada “el Everest” de tales travesías. Decidida a convertirse en la primera persona en terminarla sin una jaula de tiburones, Diana emprendió un emocionante viaje de cuatro años, con su mejor amiga y entrenadora Bonnie Stoll [Jodie Foster] y con un entregado equipo de regatistas».
Repetir la hazaña no siendo nadadora profesional, y con los 60 ya cumplidos, también es una hazaña poco menos que irrepetible en la historia de Hollywood, y tan sólo por eso deberían haberla premiado con la estatuilla. [De la que, por cierto, ya hay dos ejemplares en su hogar: los ganados por su marido, Warren Beatty, como director de Reds, en 1982, y el honorífico por su carrera, en el 2000]. Y volviendo a lo que dije antes del inciso, aquello no quiere decir en modo alguno que el Óscar a Emma Stone haya sido injusto, y ella, a sus 35 años, ya ha cosechado dos, el del domingo y el del 2017 por su actuación en La La Land.
¿A qué esperan, pues, con Annette Bening, a que cumpla 75 –ya tiene 65– para entregarle uno honorífico por toda su espléndida carrera? Se lo crean o no, hay precedentes: el más craso es el de Barbara Stanwyck, la mejor actriz de su generación: cuatro nominaciones como actriz cabecera de reparto y un solo Óscar honorario a sus 75 años. Porca miseria. Y a propósito de Annette Bening, recuerdo que una vez dijo: «He perfeccionado el arte de poner los pies en el regazo de mi marido durante las ceremonias de entrega de premios para que me los frote». ¿También lo habrá hecho la noche del domingo?