Incertidumbre

Rodolfo Arango
03 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Perdido el plebiscito la legitimadad  del proceso de paz quedó lesionada. Es triste reconocerlo. Muchos quisimos el triunfo del Sí. Los esfuerzos de diálogo y rectificación posteriores algo aliviaron. Pero el hilo constitucional que zurció la Corte Constitucional para enmendar las fracturas deja ver cicatrices recientes. Partidarios del No confían en que aún puedan abrirlas y dejen fluir la fuerza telúrica de las pasiones que claman justicia y expiación de sus enemigos.

La reforma constitucional vía fast track que crea la Justicia Especial de Paz (JEP) aumenta la incertidumbre. No basta a los opositores de los acuerdos haber introducido salvaguardas a terceros financiadores y mandos superiores. Quieren abolirla completamente. No sólo porque acusan de ilegítimos los productos de una raíz envenenada. También por el riesgo de que la JEP desate una cacería de brujas, pese a la aseveración del presidente Santos de que no será el caso. La tensión irá en aumento con la elección de los jueces, y más con el inicio de las investigaciones.

Muchos escenarios pueden concebirse ante la incertidumbre descrita. Aquí podemos dibujar tres: Asamblea Nacional Constituyente; triunfo uribista en 2018 y desconocimiento de los acuerdos; el “conejo generalizado” a las víctimas. Paradójicamente, un cuarto escenario en el que salga adelante la JEP parece el menos factible, razón suficiente para esforzarnos a su realización neutralizando los factores adversos a los derechos de millones de personas, en especial mujeres y niños, afectados por el conflicto armado.

La constituyente es un último recurso para los que no creen en tribunales especiales de justicia. Ya el senador Uribe empezó a mover la idea con la propuesta de una sola corte. ¿Por qué no jugarse la suerte en una movida, yendo los restos en una asamblea que se sabe cómo empieza pero no cómo termina? La certeza de una condena podría así ser neutralizada por las mayorías decisorias al momento de darnos una nueva carta política. Ya llegará el momento a los adversarios de la JEP para buscar en la Caja de Pandora una solución más óptima que la ideada hasta ese momento.

La marcha del 1 de abril, con sus símbolos y banderas, inició la campaña para las elecciones de 2018. Sus líderes, carentes de autoridad moral en materia de corrupción, saben explotar las emociones del pueblo. Traducen magistralmente el miedo y la rabia en votos. El caldo de cultivo del populismo es la ignorancia. Poco importan los hechos cuando la pasión por el poder es el motor de las acciones humanas. La crisis venezolana se encargará de hacer verosímil el discurso nacionalista y pseudoreligioso sobre los peligros en ciernes del supuesto “Santos-comunismo”, con sus juicios políticos persecutorios, que habría que neutralizar en las urnas: delirante y efectivo.

La JEP puede convertirse en un pacto de impunidades. Su versión final eliminó la propuesta de privar de los beneficios a quienes incumplan sus obligaciones con las víctimas. También terceros financiadores y altos mandos militares aseguraron salvaguardas. Los primeros no tendrán que acogerse a la JEP, pudiendo apostarle a la ineficiencia de la justicia ordinaria. Los segundos elevaron la barra que mide la responsabilidad de mando por los actos de sus inferiores, con lo que se resguardan por ahora de quedar expuestos pero habilitan la intervención posterior de tribunales internacionales de justicia.

Luego del control automático que la Corte Constitucional haga al texto conciliado de la JEP, la incertidumbre empezará a disiparse. Por insuficiente que sea esta columna vertebral del proceso de paz, es lo que tenemos y a lo que debemos atenernos como demócratas y defensores del Estado de derecho.

 

 

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