La elección del nuevo fiscal general (FG) es trascendental, pues la Fiscalía decide no solo qué casos se investigan, sino además cuáles se cierran o archivan, o, por el contrario, en qué eventos debe acusarse a una persona como sospechosa de un crimen. El FG, como gran jefe de esa enorme institución, que cuenta con más de 22.000 empleados y con un presupuesto de más de $3,4 billones, orienta en forma decisiva todas las investigaciones penales, por lo cual es, sin lugar a dudas, uno de los funcionarios más poderosos de Colombia.
En el pasado, muchos FG (¿la mayoría?) han generado desconfianza por la sospecha de que muchas de sus decisiones no respondían a la defensa del interés público, sino a conflictos de intereses ocultos o a motivaciones políticas indebidas. Eso debe acabarse y el presidente Duque tiene la oportunidad de lograrlo. Para ello basta que para la elección del nuevo FG elabore una terna impecable, con nombres que nos den la confianza a todos los ciudadanos de que quien sea electo por la Corte Suprema ejercerá su enorme poder de manera imparcial para combatir en forma inteligente la criminalidad que nos agobia. Que será un genuino fiscal general. Por el contrario, sería terrible que en estos momentos de extrema polarización y crispación política Duque prefiera tener a un general fiscal, esto es, una especie de detective incondicional del Gobierno, dispuesto a perseguir a los opositores y a cubrir los eventuales delitos gubernamentales.
Para lograr una buena terna solo se requiere voluntad política presidencial, pues técnicamente la cosa no es tan compleja: varias organizaciones internacionales expertas en el tema han elaborado propuestas de qué perfil debería tener un FG y cómo debería ser su proceso de nominación para garantizar transparencia y legitimidad. Por ejemplo, la Fundación del Debido Proceso Legal en Washington (DPLF, por su sigla en inglés), basándose en buenas prácticas aplicadas en ciertos países, en los estándares sobre la independencia de los fiscales elaborados por Naciones Unidas y por la Comisión Interamericana, y en las recomendaciones sobre el tema de la Comisión de Venecia del Consejo de Europa, propuso recientemente unos lineamientos para la selección de FG en nuestros países. Estos lineamientos incluyen nueve principios sobre el proceso de selección (como que haya transparencia, publicidad, evaluación de méritos, posibilidades ciudadanas de cuestionar nombres, etc.) y nueve cualidades que debería tener una persona para ser un buen FG (como su reconocida probidad, independencia e imparcialidad, su ausencia de vínculos a partidos y grupos de poder para evitar conflictos de interés, su conocimiento técnico del sistema penal, etc.).
Todos esos lineamientos, que son muy razonables y públicos, podrían ser aplicados por Duque sin necesidad de ninguna reforma legal. Bastaría que hiciera una convocatoria pública, semejante a la prevista por el artículo 126 de la Constitución, y señalara por decreto qué cualidades, fuera de los requisitos constitucionales, espera del nuevo FG; que invitara a que los candidatos se inscribieran con sus hojas de vida, para que pudiera haber evaluaciones críticas de los ciudadanos y de la prensa, y que luego previera un proceso lo más transparente posible de selección.
El presidente Duque ha dicho en repetidas ocasiones que su propósito es unir a los colombianos en torno a la paz y a la legalidad. El proceso de elaboración de la terna para FG le da una oportunidad de oro para mostrar que esos propósitos son realmente genuinos, pues, como dice el dicho: “Obras son amores y no buenas razones”.
* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.
La elección del nuevo fiscal general (FG) es trascendental, pues la Fiscalía decide no solo qué casos se investigan, sino además cuáles se cierran o archivan, o, por el contrario, en qué eventos debe acusarse a una persona como sospechosa de un crimen. El FG, como gran jefe de esa enorme institución, que cuenta con más de 22.000 empleados y con un presupuesto de más de $3,4 billones, orienta en forma decisiva todas las investigaciones penales, por lo cual es, sin lugar a dudas, uno de los funcionarios más poderosos de Colombia.
En el pasado, muchos FG (¿la mayoría?) han generado desconfianza por la sospecha de que muchas de sus decisiones no respondían a la defensa del interés público, sino a conflictos de intereses ocultos o a motivaciones políticas indebidas. Eso debe acabarse y el presidente Duque tiene la oportunidad de lograrlo. Para ello basta que para la elección del nuevo FG elabore una terna impecable, con nombres que nos den la confianza a todos los ciudadanos de que quien sea electo por la Corte Suprema ejercerá su enorme poder de manera imparcial para combatir en forma inteligente la criminalidad que nos agobia. Que será un genuino fiscal general. Por el contrario, sería terrible que en estos momentos de extrema polarización y crispación política Duque prefiera tener a un general fiscal, esto es, una especie de detective incondicional del Gobierno, dispuesto a perseguir a los opositores y a cubrir los eventuales delitos gubernamentales.
Para lograr una buena terna solo se requiere voluntad política presidencial, pues técnicamente la cosa no es tan compleja: varias organizaciones internacionales expertas en el tema han elaborado propuestas de qué perfil debería tener un FG y cómo debería ser su proceso de nominación para garantizar transparencia y legitimidad. Por ejemplo, la Fundación del Debido Proceso Legal en Washington (DPLF, por su sigla en inglés), basándose en buenas prácticas aplicadas en ciertos países, en los estándares sobre la independencia de los fiscales elaborados por Naciones Unidas y por la Comisión Interamericana, y en las recomendaciones sobre el tema de la Comisión de Venecia del Consejo de Europa, propuso recientemente unos lineamientos para la selección de FG en nuestros países. Estos lineamientos incluyen nueve principios sobre el proceso de selección (como que haya transparencia, publicidad, evaluación de méritos, posibilidades ciudadanas de cuestionar nombres, etc.) y nueve cualidades que debería tener una persona para ser un buen FG (como su reconocida probidad, independencia e imparcialidad, su ausencia de vínculos a partidos y grupos de poder para evitar conflictos de interés, su conocimiento técnico del sistema penal, etc.).
Todos esos lineamientos, que son muy razonables y públicos, podrían ser aplicados por Duque sin necesidad de ninguna reforma legal. Bastaría que hiciera una convocatoria pública, semejante a la prevista por el artículo 126 de la Constitución, y señalara por decreto qué cualidades, fuera de los requisitos constitucionales, espera del nuevo FG; que invitara a que los candidatos se inscribieran con sus hojas de vida, para que pudiera haber evaluaciones críticas de los ciudadanos y de la prensa, y que luego previera un proceso lo más transparente posible de selección.
El presidente Duque ha dicho en repetidas ocasiones que su propósito es unir a los colombianos en torno a la paz y a la legalidad. El proceso de elaboración de la terna para FG le da una oportunidad de oro para mostrar que esos propósitos son realmente genuinos, pues, como dice el dicho: “Obras son amores y no buenas razones”.
* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.