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La dolorosa crisis de Ecuador

Rodrigo Uprimny
14 de enero de 2024 - 02:00 a. m.
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La violencia desbordada en Ecuador duele mucho no sólo por el sufrimiento que provoca, sino porque afecta a un país que había sido pacífico hasta hace muy poco, al menos para los estándares latinoamericanos.

La tasa de homicidio ecuatoriana en el siglo pasado rara vez superó 10 por 100.000 habitantes, mientras que la colombiana, incluso en sus años más tranquilos, no ha bajado de 20. Esa tasa en Ecuador tendió a subir en este siglo y llegó a 18 en 2009, pero a partir de ese año se redujo hasta 6 en 2016. Ecuador parecía escabullírsele a la violencia; sin embargo, los últimos tres años han sido aterradores: de 1.200 homicidios en 2020 pasamos a 2.260 en 2021, a más de 4.400 en 2022 y el año pasado superó los 7.800, con lo cual la tasa pasó de 7 por 100.000 habitantes en 2020 a más de 43 el año pasado.

No hay una explicación fácil de esta espiral de violencia, pues la crisis es compleja. Pero hay pistas: el criminólogo ecuatoriano Jorge Paladines, en su sugestiva publicación “Matar y dejar matar”, enfatiza tres: i) el desmantelamiento de la política social, que debilitó la respuesta estatal a las demandas sociales, especialmente de los jóvenes; ii) el fortalecimiento de las bandas criminales, como Los Choneros o Los Lobos, por su mayor involucramiento en el narcotráfico internacional, en alianza con mafias transnacionales. El último informe de cocaína de UNODC señala que casi una cuarta parte de la cocaína decomisada en Europa en 2021 provenía de Ecuador. Y iii) el control casi total de las cárceles por esas bandas.

El analista del centro de investigaciones CIDOB de Barcelona, Sergio Maydeu-Olivares, en un hilo en Twitter añade otro factor: la recurrente crisis política ecuatoriana, que ha debilitado las ya débiles capacidades de ese Estado.

La explosión de violencia parece provenir de los enfrentamientos entre sí y con las autoridades de unas bandas criminales, cuyo poder de intimidación y corrupción ha aumentado por su creciente participación en el narcotráfico. Estas organizaciones enfrentan a un Estado debilitado por la inestabilidad política y el achicamiento de sus políticas sociales, con lo cual los jóvenes pueden ser más fácilmente cooptados por las bandas. Las masacres en las cárceles, resultado de esos enfrentamientos entre bandas, anuncian, como lo resalta Paladines, el agravamiento de la violencia en las calles.

La respuesta del inexperto presidente Noboa no ha sido la mejor. Es obvio que el Estado debe recuperar el control de las calles y de las cárceles y que algunas medidas de excepción se justifican. Pero es un error que el Decreto 111 declare que existe un conflicto armado con más de 20 bandas criminales. La violencia en Ecuador es gravísima, pero no es una guerra, por lo que usar el poder bélico letal del Ejército frente a las bandas, en vez de la acción policial y judicial, se presta a terribles desbordes, además de que puede ser ineficaz. El crimen organizado, como solíamos decir hace años con Gustavo Gallón, se enfrenta mejor con un Sherlock Holmes que con un Rambo. Una ingenuidad aún peor es calificar a las bandas de “actores no estatales beligerantes” pues les regala un estatus de beligerancia (que es el derecho a hacer la guerra), algo que el Estado colombiano nunca ha concedido a las guerrillas.

La compleja crisis ecuatoriana no tiene salida fácil y puede agravarse, sobre todo si Noboa cede a tentaciones bélicas y autoritarias tipo Bukele. Pero un punto parece claro: este incremento vertiginoso de la violencia en Ecuador está asociado a su nuevo papel en el narcotráfico. Una muestra más de los terribles impactos de la prohibición de las drogas y de su principal y casi único exitoso producto: el narcotráfico que desestabiliza nuestras débiles democracias. Una nueva razón para repensar la prohibición.

(*) Investigador de Dejusticia y profesor Universidad Nacional.

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FRANCISCO(61977)15 de enero de 2024 - 10:25 p. m.
Una de las propuestas del asesinado candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento consistía en la conformación de un gran bloque latinoamericano que estudiara y aprobara enfrentar a los Estados Unidos de América con una nueva política de lucha contra las drogas que permitiera la regulación de su uso medicinal y/o recreativo de alucinógenos. Este es el momento oportuno de sacar adelante esa política y de hacerla valer ante el gran País del Norte. ¡Es ahora o nunca!
Macondo(tzdi4)15 de enero de 2024 - 03:33 a. m.
Increible que este artículo no mencione a Colombia ni su indiferencia con nuestro hermano Ecuador que ha sido víctima de narcos y guerrillas colombianas dese hace décadas.
martha(38251)15 de enero de 2024 - 01:58 a. m.
Es claro que la política de control de las drogas ha Sido derrotada, el camino es la inversión social, cosa que la derecha jamás va a aceptar. Bien lo decía Roy Barrera: nosotros ponemos los muertos y los gringos ponen la nariz. Hasta cuándo vamos a entender que el cambio viene cuando se deje de hacer las cosas como siempre se han hecho
Melibea(45338)14 de enero de 2024 - 10:39 p. m.
Los culpables de la fesgracia latinoamericana son la indiferencia de estados Unidos Europa y las entidades Internacionales como la OEA y la ONU. porque no hacen nada para legalizar la producción comercialización ..maldita coca..
  • Culebro59(18501)15 de enero de 2024 - 12:16 p. m.
    No señora, la coca no es maldita, la maldita es la cocaína, que es por la que los gringos pagan lo que les pidan.
Eduardo Sáenz Rovner(7668)14 de enero de 2024 - 10:21 p. m.
Recordando a Porfirio Díaz: "Pobre Ecuador, tan lejos de Dios, tan cerca de Colombia".
  • César(22218)15 de enero de 2024 - 01:16 a. m.
    jeje. Así es.
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