Myriam Hernández: la defensa de la tierra y de la memoria
La muerte esta semana de Myriam Hernández Sabogal nos priva de una socióloga brillante y valiente, que hizo contribuciones decisivas a la defensa de la tierra y la memoria de la población desplazada.
Como bien lo explicó la colega Juana Dávila, en unos trinos y en su tesis doctoral, Myriam fue decisiva para que Colombia pusiera en marcha la política de restitución de tierras.
En los años 90, Myriam trabajaba en la Red de Solidaridad Social en proyectos rurales, lo cual le permitió constatar no solo la terrible magnitud del desplazamiento forzado, sino también sus vínculos con el acaparamiento de tierras, que había ocasionado una verdadera contrarreforma agraria.
Esos vínculos son complejos y variables, como lo mostró el informe “Una nación desplazada” del Centro Nacional de Memoria Histórica (cuando era una entidad seria), cuya investigación y redacción lideró Myriam: en ocasiones el despojo fue la causa del desplazamiento, pues la violencia fue usada para privar a los campesinos, afros e indígenas de sus tierras; en otros casos, el despojo fue consecuencia del desplazamiento, pues el conflicto armado ocasionó abandonos de tierras, que luego actores oportunistas aprovecharon para hacerse a ellas a precio de huevo. Pero cualquiera que fuera la dinámica, Myriam comprendió que el vínculo era claro y que por eso había que hacer algo para evitar que esos millones de desplazados, que ya sufrían la ignominia del desplazamiento, perdieran además sus tierras que, para colmo de la injusticia, probablemente quedarían en manos de quienes ocasionaron esos éxodos o de quienes se aprovecharon de ellos.
Myriam tuvo entonces una brillante idea: para evitar esas injusticias había que congelar el mercado de tierras en las regiones con desplazamiento. Y, con su tesón y con el apoyo de algunos abogados comprometidos, logró un milagro: que el gobierno Pastrana aprobara un decreto (el 2007 de 2001) que establecía que el mercado de tierras quedaba fuertemente limitado en aquellas zonas en que fuera declarado un “riesgo inminente de despojo”. Logró igualmente que el Banco Mundial aprobara la financiación para un equipo especializado de profesionales que documentaran cuáles eran esas zonas con riesgo de despojo, con lo cual nació el programa “Protección de Tierras y Patrimonio de la Población Desplazada”.
Su tesón y dinamismo eran tan grandes que logró otro milagro: que ese programa funcionara de 2002 a 2010, fortalecido con otras financiaciones que Myriam logró. El gobierno Uribe tuvo que soportar además que Myriam lo dirigiera, pues sin ella era probable que la financiación del Banco Mundial cesara.
Ese programa permitió la protección jurídica de miles de hectáreas, en esos años uribistas de intenso desplazamiento forzado. Además, el programa fue uno de los principales sustentos teóricos y normativos de la política de restitución de tierras que aprobó la ley 1448. Pero eso no fue todo: gracias a su vocación pedagógica, Myriam formó un equipo de profesionales especializados en despojo y desplazamiento, que serían la base de la Unidad de Restitución de Tierras en los mejores años de esa unidad.
Destaco estas contribuciones de Myriam no solo como un homenaje a su vida y por los vínculos afectivos que me unen a su bella familia, sino además porque infortunadamente sus esfuerzos están en riesgo: sectores cercanos al Gobierno quieren amputar o incluso eliminar la política de restitución; también la memoria del desplazamiento quiere ser borrada por quienes ni siquiera aceptan que hemos sufrido un conflicto armado. El mejor homenaje a Myriam es perseverar en sus justas luchas, como lo dijo su hijo Sergio en su amoroso discurso el día de sus exequias.
* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.
La muerte esta semana de Myriam Hernández Sabogal nos priva de una socióloga brillante y valiente, que hizo contribuciones decisivas a la defensa de la tierra y la memoria de la población desplazada.
Como bien lo explicó la colega Juana Dávila, en unos trinos y en su tesis doctoral, Myriam fue decisiva para que Colombia pusiera en marcha la política de restitución de tierras.
En los años 90, Myriam trabajaba en la Red de Solidaridad Social en proyectos rurales, lo cual le permitió constatar no solo la terrible magnitud del desplazamiento forzado, sino también sus vínculos con el acaparamiento de tierras, que había ocasionado una verdadera contrarreforma agraria.
Esos vínculos son complejos y variables, como lo mostró el informe “Una nación desplazada” del Centro Nacional de Memoria Histórica (cuando era una entidad seria), cuya investigación y redacción lideró Myriam: en ocasiones el despojo fue la causa del desplazamiento, pues la violencia fue usada para privar a los campesinos, afros e indígenas de sus tierras; en otros casos, el despojo fue consecuencia del desplazamiento, pues el conflicto armado ocasionó abandonos de tierras, que luego actores oportunistas aprovecharon para hacerse a ellas a precio de huevo. Pero cualquiera que fuera la dinámica, Myriam comprendió que el vínculo era claro y que por eso había que hacer algo para evitar que esos millones de desplazados, que ya sufrían la ignominia del desplazamiento, perdieran además sus tierras que, para colmo de la injusticia, probablemente quedarían en manos de quienes ocasionaron esos éxodos o de quienes se aprovecharon de ellos.
Myriam tuvo entonces una brillante idea: para evitar esas injusticias había que congelar el mercado de tierras en las regiones con desplazamiento. Y, con su tesón y con el apoyo de algunos abogados comprometidos, logró un milagro: que el gobierno Pastrana aprobara un decreto (el 2007 de 2001) que establecía que el mercado de tierras quedaba fuertemente limitado en aquellas zonas en que fuera declarado un “riesgo inminente de despojo”. Logró igualmente que el Banco Mundial aprobara la financiación para un equipo especializado de profesionales que documentaran cuáles eran esas zonas con riesgo de despojo, con lo cual nació el programa “Protección de Tierras y Patrimonio de la Población Desplazada”.
Su tesón y dinamismo eran tan grandes que logró otro milagro: que ese programa funcionara de 2002 a 2010, fortalecido con otras financiaciones que Myriam logró. El gobierno Uribe tuvo que soportar además que Myriam lo dirigiera, pues sin ella era probable que la financiación del Banco Mundial cesara.
Ese programa permitió la protección jurídica de miles de hectáreas, en esos años uribistas de intenso desplazamiento forzado. Además, el programa fue uno de los principales sustentos teóricos y normativos de la política de restitución de tierras que aprobó la ley 1448. Pero eso no fue todo: gracias a su vocación pedagógica, Myriam formó un equipo de profesionales especializados en despojo y desplazamiento, que serían la base de la Unidad de Restitución de Tierras en los mejores años de esa unidad.
Destaco estas contribuciones de Myriam no solo como un homenaje a su vida y por los vínculos afectivos que me unen a su bella familia, sino además porque infortunadamente sus esfuerzos están en riesgo: sectores cercanos al Gobierno quieren amputar o incluso eliminar la política de restitución; también la memoria del desplazamiento quiere ser borrada por quienes ni siquiera aceptan que hemos sufrido un conflicto armado. El mejor homenaje a Myriam es perseverar en sus justas luchas, como lo dijo su hijo Sergio en su amoroso discurso el día de sus exequias.
* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.