El gobierno que resulte elegido el 29 de mayo (o el 19 de junio) se va a encontrar frente a serios desafíos económicos. El déficit fiscal de 2021 alcanzó el 7,1 % del PIB, gracias a un inusitado aumento del gasto del Gobierno y a pesar del precio extraordinario del petróleo que le aportó $10,2 billones (1 % del PIB) a las arcas públicas. Se trata de un récord histórico por el que el presidente Duque seguramente no sacará pecho.
Ante la aparente bonanza que tiene en sus manos, Duque acarició la idea de comprarse un juguete para su uso personal: un avión presidencial. Se trata de un aparato fabricado en Brasil por la Embraer, de segunda mano, que nos hubiera costado a los contribuyentes US$8 millones, $32.000 millones, aunque el avión nuevo costaría US$27,5 millones. La polémica que suscitó la mala idea de hacer una inversión para la Presidencia faltándole menos de tres meses para terminar el período hizo que se abandonara el negocio.
El déficit fiscal ha venido creciendo de manera incontinente desde 2018 cuando se inició el gobierno actual: pasó de -4,65 % del PIB en 2018 a -7,8 % en 2020 y se redujo un poco en 2021 al mencionado -7,1 % del PIB. La proyección para 2022 es de -6,2 % del PIB, gracias al mayor crecimiento económico del primer trimestre (8,5 %), el “más alto en la historia del país”, según el autoadulado presidente. Sin embargo, el dato surge del bajo nivel de actividad del primer trimestre de 2021 con que se contrasta; el crecimiento para todo 2022 cerrará en 4,2 % del PIB, según el Banco de la República, dato que no es malo, pero está por debajo del crecimiento de largo plazo de la economía colombiana.
El otro desequilibrio preocupante es el déficit comercial que mantiene el país con el resto del mundo. Este alcanzó casi 5 % del PIB en 2021, resultado también del exceso de gasto público, pero obviamente de un crecimiento abrumador de las importaciones que alcanzaron los US$65.560 millones, US$15.260 millones más que las exportaciones. Ambos déficits son llamados gemelos porque el fiscal contribuye al comercial. Más a fondo, un déficit externo persistente refleja la baja productividad de la economía colombiana y que depende de la extracción de recursos naturales —petróleo y carbón— para comerciar con el resto del globo. Las exportaciones manufactureras representaron solo US$8.930 millones, 18 % del total, y las agropecuarias, US$9.440 millones. Las remesas alcanzaron US$8.600 millones, que se puede interpretar como la exportación del desempleo del país, personas que emigran porque Colombia no les ofrece oportunidades de empleo y mejoramiento personal. Ellas contribuyeron a que la situación del país mejorara.
¿Cómo se financian los déficits gemelos? Pues con deuda externa. En efecto, la deuda bruta del Gobierno Nacional Central siguió aumentando, de 54 % del PIB en 2018 a 69 % en 2022, en un contexto de tasas de interés al alza ante la normalización de la política monetaria en EE. UU. Súmese a lo anterior un dólar por encima de los $4.000, que se puede trepar más si se reducen los precios del petróleo. Eso significa para el próximo gobierno un servicio de la deuda más oneroso y presiones devaluatorias sobre el valor del peso.
Esta situación deberá ser enfrentada por Gustavo Petro, si no sucede nada raro en el proceso electoral. Ojalá que la transición sea pacífica y él con su equipo técnico puedan encontrar soluciones a los graves problemas que nos aquejan.
El gobierno que resulte elegido el 29 de mayo (o el 19 de junio) se va a encontrar frente a serios desafíos económicos. El déficit fiscal de 2021 alcanzó el 7,1 % del PIB, gracias a un inusitado aumento del gasto del Gobierno y a pesar del precio extraordinario del petróleo que le aportó $10,2 billones (1 % del PIB) a las arcas públicas. Se trata de un récord histórico por el que el presidente Duque seguramente no sacará pecho.
Ante la aparente bonanza que tiene en sus manos, Duque acarició la idea de comprarse un juguete para su uso personal: un avión presidencial. Se trata de un aparato fabricado en Brasil por la Embraer, de segunda mano, que nos hubiera costado a los contribuyentes US$8 millones, $32.000 millones, aunque el avión nuevo costaría US$27,5 millones. La polémica que suscitó la mala idea de hacer una inversión para la Presidencia faltándole menos de tres meses para terminar el período hizo que se abandonara el negocio.
El déficit fiscal ha venido creciendo de manera incontinente desde 2018 cuando se inició el gobierno actual: pasó de -4,65 % del PIB en 2018 a -7,8 % en 2020 y se redujo un poco en 2021 al mencionado -7,1 % del PIB. La proyección para 2022 es de -6,2 % del PIB, gracias al mayor crecimiento económico del primer trimestre (8,5 %), el “más alto en la historia del país”, según el autoadulado presidente. Sin embargo, el dato surge del bajo nivel de actividad del primer trimestre de 2021 con que se contrasta; el crecimiento para todo 2022 cerrará en 4,2 % del PIB, según el Banco de la República, dato que no es malo, pero está por debajo del crecimiento de largo plazo de la economía colombiana.
El otro desequilibrio preocupante es el déficit comercial que mantiene el país con el resto del mundo. Este alcanzó casi 5 % del PIB en 2021, resultado también del exceso de gasto público, pero obviamente de un crecimiento abrumador de las importaciones que alcanzaron los US$65.560 millones, US$15.260 millones más que las exportaciones. Ambos déficits son llamados gemelos porque el fiscal contribuye al comercial. Más a fondo, un déficit externo persistente refleja la baja productividad de la economía colombiana y que depende de la extracción de recursos naturales —petróleo y carbón— para comerciar con el resto del globo. Las exportaciones manufactureras representaron solo US$8.930 millones, 18 % del total, y las agropecuarias, US$9.440 millones. Las remesas alcanzaron US$8.600 millones, que se puede interpretar como la exportación del desempleo del país, personas que emigran porque Colombia no les ofrece oportunidades de empleo y mejoramiento personal. Ellas contribuyeron a que la situación del país mejorara.
¿Cómo se financian los déficits gemelos? Pues con deuda externa. En efecto, la deuda bruta del Gobierno Nacional Central siguió aumentando, de 54 % del PIB en 2018 a 69 % en 2022, en un contexto de tasas de interés al alza ante la normalización de la política monetaria en EE. UU. Súmese a lo anterior un dólar por encima de los $4.000, que se puede trepar más si se reducen los precios del petróleo. Eso significa para el próximo gobierno un servicio de la deuda más oneroso y presiones devaluatorias sobre el valor del peso.
Esta situación deberá ser enfrentada por Gustavo Petro, si no sucede nada raro en el proceso electoral. Ojalá que la transición sea pacífica y él con su equipo técnico puedan encontrar soluciones a los graves problemas que nos aquejan.