El emisor está cumpliendo su deber de combatir la inflación, mientras el Gobierno intenta bloquearlo. Son pocos los presidentes que han criticado públicamente a la Junta del Banco de la República, pero Duque ha sido especialmente efusivo: “Claro que hay que controlar la inflación, pero mi humilde reflexión, respetando la independencia del Banco de la República, es que los aumentos de tasas no se pueden hacer ni de manera brusca ni de manera súbita, mucho más cuando se trata de un fenómeno externo”. La frase exuda arrogancia, ignorancia e irrespeto por la independencia del banco central.
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El emisor está cumpliendo su deber de combatir la inflación, mientras el Gobierno intenta bloquearlo. Son pocos los presidentes que han criticado públicamente a la Junta del Banco de la República, pero Duque ha sido especialmente efusivo: “Claro que hay que controlar la inflación, pero mi humilde reflexión, respetando la independencia del Banco de la República, es que los aumentos de tasas no se pueden hacer ni de manera brusca ni de manera súbita, mucho más cuando se trata de un fenómeno externo”. La frase exuda arrogancia, ignorancia e irrespeto por la independencia del banco central.
Argumenta Duque que la inflación es importada, o sea inevitable, y la decisión del Emisor frena el crecimiento económico que fue muy alto en 2021 (9,5 %), senda problemática que contribuyó a aumentar los precios. Lo cierto es que los graves desequilibrios macroeconómicos, tanto el fiscal como el externo, agudizados por las erráticas políticas del Gobierno, han propiciado la devaluación del peso que le suma a la inflación importada.
Los precios se han desquiciado, además, por un aumento del salario mínimo que se manifestará en los precios de todos los bienes nacionales. Los frecuentes días sin IVA, que dirigen la demanda hacia bienes importados, y el gasto público desaforado para que gane las elecciones el Centro Democrático son combustible para la inflación que estamos padeciendo. Mientras en 2020 la inflación fue de 1,2 %, en 2021 se trepó a 5,6 % y en enero de 2022 a 6,94 %, casi 7 %, bastante por encima de la meta que se fija el banco central.
Duque piensa (¿?) que la decisión del Emisor fue abrupta, pero desconoce los hechos: su tasa de interés aumento 1 % para alcanzar el 3 %, por debajo de la inflación. Significa que todavía las tasas de interés de mercado favorecen un mayor endeudamiento y gasto que pueden generar inflación, por lo cual la política monetaria debe continuar apretándose. La señal emitida por el Banco de la República contribuirá a cambiar las expectativas de los agentes que subirán menos los precios y atenuará así la presión inflacionaria.
El presidente está trasgrediendo los límites que garantizan la independencia del banco central. La autonomía es un bien preciado que impide que el Ejecutivo politice las decisiones monetarias a su favor y castigue a la población más pobre y vulnerable. Duque está siguiendo el ejemplo del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien intervino su banco central y está marcando una inflación del 50 % anual, acompañada de una espiral de precios y salarios.
Los mensajes de Duque desprestigian a Colombia que ya perdió su grado de inversión y ahora, según Eduardo Lora, es castigada por los mercados: “El rendimiento de los títulos de deuda en dólares del Gobierno colombiano (…) alcanzó un máximo de 8,35 %. Hace apenas un año, el rendimiento era 3,12 %”.
No solo Duque está atacando al Banco de la República. Lo acompaña Gustavo Petro, quien trinó recientemente: “La Junta Directiva del Banco de la República, hoy completamente en manos de Uribe y Duque, debe comprender que la prioridad económica hoy es aumentar el empleo”. Hay varias falsedades en la frase pues Uribe pasó a mal retiro y Duque está muy disgustado con “su” Junta, tanto así que la descalifica en público.
Sin importar sus ideologías, los políticos autoritarios se ponen de acuerdo en atacar la división de poderes que garantiza la estabilidad macroeconómica, el crecimiento y la baja inflación. Son mejores los políticos de centro.