El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, señala en el MFMP que “la actividad económica global se mostró más resiliente de lo esperado en 2023, lo que se reflejó en la disipación de los temores de una recesión a nivel mundial y unas condiciones financieras externas más favorables. En 2023, la economía mundial creció 3,2 %”.
A pesar del entorno global favorable, las señales que emite la economía nacional no fueron las mejores. El crecimiento fue de solo 0,6 % en 2023, una quinta parte del crecimiento global. Para este año, se espera crecer 1,7 %, cerca de la mitad de lo que alcanza el mundo. Este resultado sigue siendo mediocre si se compara incluso con el comportamiento de largo plazo de Colombia que solía crecer más del 4 % anual. El relativo estancamiento se debe a factores locales y no al entorno internacional, que se ha mantenido favorable en el caso del petróleo y para el resto de exportaciones colombianas.
En efecto, el mercado internacional del petróleo ha mantenido una cotización entre US $87 y US $89 por barril, que es muy rentable para empresas como Ecopetrol y para el país. La producción diaria alcanzó 745.000 barriles este año, un decremento del 4 % sobre el nivel de 2023. La consecuente menor entrada de divisas explica la devaluación del peso frente al dólar que se cotizaba alrededor de los $4.100 en la semana que culminó el 3 de julio, pero que antes estuvo rondando los $3.900. El mercado cambiario estuvo cerrado el 4 de julio por celebrarse la independencia de Estados Unidos.
La ideología ambientalista del presidente debe celebrar como un triunfo la caída de la producción petrolera porque su proyecto fundamental es descarbonizar la economía, aunque la consecuencia sea la devaluación del peso y el empobrecimiento de 52 millones de ciudadanos.
El mayor causante de la desaceleración de la economía colombiana fue el comportamiento de la balanza comercial. Las exportaciones en 2022 alcanzaron US $57,000 millones, 16,6 % del PIB; las de 2023 fueron de US $49,444 millones un 13,6 % del PIB, contracción que explica el pobre desempeño de la economía el año pasado. Las importaciones fueron de US $71,446 millones en 2022 y cayeron a US $59,415 millones al año siguiente, pero en ambos casos la balanza comercial fue muy negativa y le restó dinamismo a la economía. Uno de los factores que activa más a las economías en el mundo es el de obtener superávits comerciales que se convierten en excesos de demanda real, situación de la que han gozado países como Alemania y, sobre todo, China. En el caso colombiano, la regla ha sido de déficits comerciales que resaltan la escasa capacidad de competir del país en la economía global y su especialización en la exportación de materias primas.
La política económica recomendada frente al estancamiento es aumentar el gasto público para impulsar el crecimiento, pero el ministro de Hacienda informa en el MFMP que, siguiendo los cánones más ortodoxos posibles, va a reducir la participación del gasto del gobierno en 0,3 % del PIB. O sea, va a recortar $5 billones de gasto público, ralentizando aún más la economía. Gracias al gran desaliento económico, se espera que la inflación se reduzca de 9,3 % en 2023 a 5,3 % en 2024.
La deuda general del gobierno seguirá aumentando, resultado de un déficit fiscal que subirá del 3,6 % del PIB en 2023 al 4,9 % este año. Un déficit del gobierno de un país en desarrollo mayor del 4 % es señal de riesgo para quienes adquieren sus bonos que son fondos de inversión extranjeros, fondos de pensiones y bancos locales e individuos.
La prima de riesgo es “el tipo de interés que ofrece un país por la compra de su deuda pública (generalmente el bono a 10 años)” que para Colombia hoy está en 8 % anual. Para dar una idea de lo que representa, podemos compararnos con dos extremos: Venezuela, que debe pagar 21 % anual de interés por sus bonos, gracias a la política destructiva del chavismo -que logró acabar con el 75 % de la capacidad productiva del país- y Estados Unidos, que paga solo 1,8 % anual a los que adquieren bonos del tesoro americano.
El ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, señala en el MFMP que “la actividad económica global se mostró más resiliente de lo esperado en 2023, lo que se reflejó en la disipación de los temores de una recesión a nivel mundial y unas condiciones financieras externas más favorables. En 2023, la economía mundial creció 3,2 %”.
A pesar del entorno global favorable, las señales que emite la economía nacional no fueron las mejores. El crecimiento fue de solo 0,6 % en 2023, una quinta parte del crecimiento global. Para este año, se espera crecer 1,7 %, cerca de la mitad de lo que alcanza el mundo. Este resultado sigue siendo mediocre si se compara incluso con el comportamiento de largo plazo de Colombia que solía crecer más del 4 % anual. El relativo estancamiento se debe a factores locales y no al entorno internacional, que se ha mantenido favorable en el caso del petróleo y para el resto de exportaciones colombianas.
En efecto, el mercado internacional del petróleo ha mantenido una cotización entre US $87 y US $89 por barril, que es muy rentable para empresas como Ecopetrol y para el país. La producción diaria alcanzó 745.000 barriles este año, un decremento del 4 % sobre el nivel de 2023. La consecuente menor entrada de divisas explica la devaluación del peso frente al dólar que se cotizaba alrededor de los $4.100 en la semana que culminó el 3 de julio, pero que antes estuvo rondando los $3.900. El mercado cambiario estuvo cerrado el 4 de julio por celebrarse la independencia de Estados Unidos.
La ideología ambientalista del presidente debe celebrar como un triunfo la caída de la producción petrolera porque su proyecto fundamental es descarbonizar la economía, aunque la consecuencia sea la devaluación del peso y el empobrecimiento de 52 millones de ciudadanos.
El mayor causante de la desaceleración de la economía colombiana fue el comportamiento de la balanza comercial. Las exportaciones en 2022 alcanzaron US $57,000 millones, 16,6 % del PIB; las de 2023 fueron de US $49,444 millones un 13,6 % del PIB, contracción que explica el pobre desempeño de la economía el año pasado. Las importaciones fueron de US $71,446 millones en 2022 y cayeron a US $59,415 millones al año siguiente, pero en ambos casos la balanza comercial fue muy negativa y le restó dinamismo a la economía. Uno de los factores que activa más a las economías en el mundo es el de obtener superávits comerciales que se convierten en excesos de demanda real, situación de la que han gozado países como Alemania y, sobre todo, China. En el caso colombiano, la regla ha sido de déficits comerciales que resaltan la escasa capacidad de competir del país en la economía global y su especialización en la exportación de materias primas.
La política económica recomendada frente al estancamiento es aumentar el gasto público para impulsar el crecimiento, pero el ministro de Hacienda informa en el MFMP que, siguiendo los cánones más ortodoxos posibles, va a reducir la participación del gasto del gobierno en 0,3 % del PIB. O sea, va a recortar $5 billones de gasto público, ralentizando aún más la economía. Gracias al gran desaliento económico, se espera que la inflación se reduzca de 9,3 % en 2023 a 5,3 % en 2024.
La deuda general del gobierno seguirá aumentando, resultado de un déficit fiscal que subirá del 3,6 % del PIB en 2023 al 4,9 % este año. Un déficit del gobierno de un país en desarrollo mayor del 4 % es señal de riesgo para quienes adquieren sus bonos que son fondos de inversión extranjeros, fondos de pensiones y bancos locales e individuos.
La prima de riesgo es “el tipo de interés que ofrece un país por la compra de su deuda pública (generalmente el bono a 10 años)” que para Colombia hoy está en 8 % anual. Para dar una idea de lo que representa, podemos compararnos con dos extremos: Venezuela, que debe pagar 21 % anual de interés por sus bonos, gracias a la política destructiva del chavismo -que logró acabar con el 75 % de la capacidad productiva del país- y Estados Unidos, que paga solo 1,8 % anual a los que adquieren bonos del tesoro americano.