El exceso de poder del que ha disfrutado el régimen bolivariano por tanto tiempo lo ha llevado a apoyarse en funcionarios fieles pero incompetentes. Las arbitrariedades contra el sector productivo lo hicieron contraer fuertemente, a la vez que el colapso de los precios del petróleo y de la propia producción de PDVSA redujeron las importaciones de alimentos y medicinas cruciales. El resultado de las malas decisiones ha sido una implosión de la economía que no ha sido reconocida ni enderezada, culpando al imperialismo y a la oposición por supuestamente desatar una guerra económica.
Eso no era necesario: varios regímenes de izquierda en el mundo han sabido combinar tecnócratas que pueden tomar buenas decisiones con políticas que favorecen a sus bases sociales. En el caso reciente de Portugal, que viene saliendo de una larga recesión, un gobierno progresista y competente ha sabido enderezar sus cuentas y favorecer su progreso. Para no ir tan lejos, Bolivia lleva una década de crecimiento sólido con un Ministerio de Hacienda administrado por buenos economistas que nunca permitieron hiperinflaciones o el desajuste de sus balances externos. Incluso Ecuador aumentó impuestos para financiar sus obras de infraestructura y sus proyectos sociales.
Venezuela no. Dotado de una enorme renta petrolera, el régimen decidió dilapidarla en gastos insostenibles, tanto internos como externos, incluyendo corrupción desbordada, al tiempo que destruía la base productiva y de trabajo que fue importante antes del surgimiento del chavismo. Con la caída de los ingresos petroleros, el maremágnum arrasó con los consumos de la población. En vez de devaluar el bolívar para equilibrar su balanza externa, introdujo engorrosos controles que generaron rentas para los funcionarios y militares que controlaban las divisas y la carestía se disparó a niveles nunca antes registrados.
Los déficits de PDVSA y del gobierno se financian con emisión, en vez de subir el precio de la gasolina y de ajustar el gasto público a sus nuevas realidades, por lo cual la inflación registra niveles de 50 % mensual. En los últimos tres años, la riqueza de Venezuela se ha contraído en una tercera parte.
Una de las medidas que ha tomado el gobierno recientemente para hacer desaparecer las colas de los mercados ha sido permitir una fuerte devaluación y retirar el control de precios de muchos bienes, repartiendo directamente raciones básicas entre sus bases más leales. El mercado, en efecto, hizo su tarea de racionar los bienes escasos. Pero no se atreve a subir la gasolina, que en el pasado desató levantamientos populares contra los gobiernos que así lo hicieron.
Es difícil que la oposición tumbe a Maduro mientras el régimen siga contando con el apoyo de los militares. En Venezuela hay 2.000 generales y no se necesitan más de 100. El sentido de la Constituyente es estrechar el sufragio al 20 % de la población que le sigue siendo fiel y mantenerla en funcionamiento de manera indefinida para liquidar la Asamblea Nacional que representaba al 70 % de los ciudadanos que salieron a votar en las últimas elecciones; también aplastará todo asomo de oposición al régimen y nombrará a gobernadores y alcaldes. Es la vía hacia el partido único que controla todas las ramas del gobierno. Con tanta concentración del poder, será aún más difícil que este régimen tome buenas decisiones económicas y políticas.
El exceso de poder del que ha disfrutado el régimen bolivariano por tanto tiempo lo ha llevado a apoyarse en funcionarios fieles pero incompetentes. Las arbitrariedades contra el sector productivo lo hicieron contraer fuertemente, a la vez que el colapso de los precios del petróleo y de la propia producción de PDVSA redujeron las importaciones de alimentos y medicinas cruciales. El resultado de las malas decisiones ha sido una implosión de la economía que no ha sido reconocida ni enderezada, culpando al imperialismo y a la oposición por supuestamente desatar una guerra económica.
Eso no era necesario: varios regímenes de izquierda en el mundo han sabido combinar tecnócratas que pueden tomar buenas decisiones con políticas que favorecen a sus bases sociales. En el caso reciente de Portugal, que viene saliendo de una larga recesión, un gobierno progresista y competente ha sabido enderezar sus cuentas y favorecer su progreso. Para no ir tan lejos, Bolivia lleva una década de crecimiento sólido con un Ministerio de Hacienda administrado por buenos economistas que nunca permitieron hiperinflaciones o el desajuste de sus balances externos. Incluso Ecuador aumentó impuestos para financiar sus obras de infraestructura y sus proyectos sociales.
Venezuela no. Dotado de una enorme renta petrolera, el régimen decidió dilapidarla en gastos insostenibles, tanto internos como externos, incluyendo corrupción desbordada, al tiempo que destruía la base productiva y de trabajo que fue importante antes del surgimiento del chavismo. Con la caída de los ingresos petroleros, el maremágnum arrasó con los consumos de la población. En vez de devaluar el bolívar para equilibrar su balanza externa, introdujo engorrosos controles que generaron rentas para los funcionarios y militares que controlaban las divisas y la carestía se disparó a niveles nunca antes registrados.
Los déficits de PDVSA y del gobierno se financian con emisión, en vez de subir el precio de la gasolina y de ajustar el gasto público a sus nuevas realidades, por lo cual la inflación registra niveles de 50 % mensual. En los últimos tres años, la riqueza de Venezuela se ha contraído en una tercera parte.
Una de las medidas que ha tomado el gobierno recientemente para hacer desaparecer las colas de los mercados ha sido permitir una fuerte devaluación y retirar el control de precios de muchos bienes, repartiendo directamente raciones básicas entre sus bases más leales. El mercado, en efecto, hizo su tarea de racionar los bienes escasos. Pero no se atreve a subir la gasolina, que en el pasado desató levantamientos populares contra los gobiernos que así lo hicieron.
Es difícil que la oposición tumbe a Maduro mientras el régimen siga contando con el apoyo de los militares. En Venezuela hay 2.000 generales y no se necesitan más de 100. El sentido de la Constituyente es estrechar el sufragio al 20 % de la población que le sigue siendo fiel y mantenerla en funcionamiento de manera indefinida para liquidar la Asamblea Nacional que representaba al 70 % de los ciudadanos que salieron a votar en las últimas elecciones; también aplastará todo asomo de oposición al régimen y nombrará a gobernadores y alcaldes. Es la vía hacia el partido único que controla todas las ramas del gobierno. Con tanta concentración del poder, será aún más difícil que este régimen tome buenas decisiones económicas y políticas.