En 2023 Colombia exportó cerca de US$50.000 millones, pero importó US$63.000 millones. Ese déficit representó 3,6 % del PIB, cifra que es preocupante, pero que mejora el resultado de 2022 que fue de 6 % del PIB. La corrección surgió de la reducción de las importaciones frente a 2022, consecuencia del muy escaso crecimiento económico que hemos experimentado en los dos últimos años. El problema persiste en 2024, para el que se proyecta un déficit de US$11.000 millones en las cuentas externas del país que podrá ser atendido con las remesas proyectadas en 2024 por un monto similar.
Precisamente en el renglón de remesas que hacen colombianos trabajando en el exterior se contabilizaron más de US$10.000 millones. Se trata en verdad de la exportación del desempleo que sufre la población colombiana joven, incluso la más calificada, que se ve forzada a emigrar, principalmente a Estados Unidos y España.
El estancamiento que nos acogota se siente con especial fuerza en las decisiones de invertir de los empresarios. En efecto, la formación bruta de capital fijo —que refleja la adquisición de maquinaria y equipo para ampliar la producción y para remplazar maquinaria depreciada o desgastada— se contrajo casi 15 % en 2023 y no parece levantar cabeza en lo que va de 2024. Si no hay inversión suficiente hacia futuro, la economía permanecerá estancada sin remedio.
La reforma tributaria de 2023 obtuvo la mayor parte de su recaudo de las empresas, en especial del sector de hidrocarburos. Sin embargo, no recurrió a extraer tantos recursos de las personas naturales, que sería lo más progresivo para la distribución del ingreso. De hecho, el 57 % del recaudo en 2023 debió ser pagado por las empresas que producen combustibles, lo que en el mediano plazo va a propiciar que inviertan menos en el país y equivale a estrangular la gallina que pone huevos de oro.
A pesar del aumento de los recursos aportados por la reforma tributaria de José Antonio Ocampo, el gasto del Gobierno ha superado el ingreso en cuantías considerables: el déficit fiscal de 2024 se proyecta en 5,5 % del PIB, lo que excede el límite definido por la regla fiscal de 3,7 % del PIB. Una de las consecuencias de la brecha, que también refleja indisciplina fiscal, es que el peso alcanzó niveles de $4.160 el 14 de junio, cuando una semana atrás estaba en $3.930. La devaluación del peso tendrá consecuencias sobre la inflación: encarecerá las importaciones en momentos en que se había obtenido una reducción del índice de precios al consumidor, que había pasado de más del 12 % el año pasado al 7,2 % en abril. Esta nueva presión sobre los precios hará que la autoridad monetaria se ranche en mantener alta su tasa de interés, lo que será otro obstáculo para la reactivación económica.
Mientras que las sombrías perspectivas del país contribuyen poco a inducir la inversión y el crecimiento, el presidente Gustavo Petro no ayuda con sus ataques al empresariado y sus desplantes a los organizadores de las reuniones gremiales. Tampoco ayuda su paranoia al anunciar la inminencia de la tercera guerra mundial, basado en noticias falsas. El radicalismo en la postura exterior de Colombia está comenzando a debilitar las relaciones con Estados Unidos, que contempla con aprensión el acercamiento del Gobierno Petro al eje de Venezuela, Cuba y la Rusia de Putin, círculo que no es el más próspero ni el más democrático del mundo.
En 2023 Colombia exportó cerca de US$50.000 millones, pero importó US$63.000 millones. Ese déficit representó 3,6 % del PIB, cifra que es preocupante, pero que mejora el resultado de 2022 que fue de 6 % del PIB. La corrección surgió de la reducción de las importaciones frente a 2022, consecuencia del muy escaso crecimiento económico que hemos experimentado en los dos últimos años. El problema persiste en 2024, para el que se proyecta un déficit de US$11.000 millones en las cuentas externas del país que podrá ser atendido con las remesas proyectadas en 2024 por un monto similar.
Precisamente en el renglón de remesas que hacen colombianos trabajando en el exterior se contabilizaron más de US$10.000 millones. Se trata en verdad de la exportación del desempleo que sufre la población colombiana joven, incluso la más calificada, que se ve forzada a emigrar, principalmente a Estados Unidos y España.
El estancamiento que nos acogota se siente con especial fuerza en las decisiones de invertir de los empresarios. En efecto, la formación bruta de capital fijo —que refleja la adquisición de maquinaria y equipo para ampliar la producción y para remplazar maquinaria depreciada o desgastada— se contrajo casi 15 % en 2023 y no parece levantar cabeza en lo que va de 2024. Si no hay inversión suficiente hacia futuro, la economía permanecerá estancada sin remedio.
La reforma tributaria de 2023 obtuvo la mayor parte de su recaudo de las empresas, en especial del sector de hidrocarburos. Sin embargo, no recurrió a extraer tantos recursos de las personas naturales, que sería lo más progresivo para la distribución del ingreso. De hecho, el 57 % del recaudo en 2023 debió ser pagado por las empresas que producen combustibles, lo que en el mediano plazo va a propiciar que inviertan menos en el país y equivale a estrangular la gallina que pone huevos de oro.
A pesar del aumento de los recursos aportados por la reforma tributaria de José Antonio Ocampo, el gasto del Gobierno ha superado el ingreso en cuantías considerables: el déficit fiscal de 2024 se proyecta en 5,5 % del PIB, lo que excede el límite definido por la regla fiscal de 3,7 % del PIB. Una de las consecuencias de la brecha, que también refleja indisciplina fiscal, es que el peso alcanzó niveles de $4.160 el 14 de junio, cuando una semana atrás estaba en $3.930. La devaluación del peso tendrá consecuencias sobre la inflación: encarecerá las importaciones en momentos en que se había obtenido una reducción del índice de precios al consumidor, que había pasado de más del 12 % el año pasado al 7,2 % en abril. Esta nueva presión sobre los precios hará que la autoridad monetaria se ranche en mantener alta su tasa de interés, lo que será otro obstáculo para la reactivación económica.
Mientras que las sombrías perspectivas del país contribuyen poco a inducir la inversión y el crecimiento, el presidente Gustavo Petro no ayuda con sus ataques al empresariado y sus desplantes a los organizadores de las reuniones gremiales. Tampoco ayuda su paranoia al anunciar la inminencia de la tercera guerra mundial, basado en noticias falsas. El radicalismo en la postura exterior de Colombia está comenzando a debilitar las relaciones con Estados Unidos, que contempla con aprensión el acercamiento del Gobierno Petro al eje de Venezuela, Cuba y la Rusia de Putin, círculo que no es el más próspero ni el más democrático del mundo.