El presidente Petro habla sin pensar mucho, pero con hipérboles extremas. Aseguró que “no hay diferencia entre el Estado colombiano y el Estado nazi”: el primero exterminó a la Unión Patriótica, por lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo condenó; el segundo exterminó de manera industrial a millones de personas en sus campos de concentración y provocó la Segunda Guerra Mundial en la que murieron entre 50 y 60 millones de personas. Rusia perdió más de 18 millones de sus ciudadanos en la conflagración; Alemania, 4 millones; Japón, 2,3 millones; Reino Unido, 500.000, y Estados Unidos, 440.000.
Gracias por ser nuestro usuario. Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a uno de nuestros planes para continuar disfrutando de este contenido exclusivo.El Espectador, el valor de la información.
El presidente Petro habla sin pensar mucho, pero con hipérboles extremas. Aseguró que “no hay diferencia entre el Estado colombiano y el Estado nazi”: el primero exterminó a la Unión Patriótica, por lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo condenó; el segundo exterminó de manera industrial a millones de personas en sus campos de concentración y provocó la Segunda Guerra Mundial en la que murieron entre 50 y 60 millones de personas. Rusia perdió más de 18 millones de sus ciudadanos en la conflagración; Alemania, 4 millones; Japón, 2,3 millones; Reino Unido, 500.000, y Estados Unidos, 440.000.
Claro que hay diferencias entre el Estado fascista alemán y el colombiano, y son abismales además. El Estado nazi intervino a fondo la economía y la tornó en máquina de guerra; estaba basado en un partido único que destruyó a todos los partidos alemanes que podían competirle. Los nazis desplegaron una ideología racista que suponía la superioridad de los arios sobre minorías que consideraba inferiores. El pueblo judío, los gitanos, los homosexuales y los enfermos mentales podían ser sistemáticamente exterminados en aras de la pureza de la raza aria. Su tarea era monumental: conquistar el mundo para someterlo y purificarlo. Comparar el nazismo con el raquítico Estado colombiano, basado en el clientelismo y la compra de votos, huérfano de ideología alguna, es no solo equivocado sino absurdo.
A este enclenque Estado colombiano se le puede acusar de negligencia por no haber defendido de grupos paramilitares a los activistas y dirigentes de la Unión Patriótica, pero no de ser agente exterminador. Hubo connivencia de las fuerzas de seguridad con estos grupos armados organizados por la extrema derecha, que les garantizó la impunidad por las masacres que perpetraron, algo que es gravísimo e inadmisible y que hizo que se ganara la condena de la Corte Interamericana.
Rodrigo Uprimny es claro al expresar lo siguiente: “Genocidio de UP es atroz. Una vergüenza nacional. Pero asimilar la democracia colombiana, con todas sus precariedades, al nazismo carece de fundamento. Una sola diferencia: en un régimen totalitario, un opositor como Petro no habría llegado a presidente por vías democráticas”. Para ponerlo más claro aún, si el Estado colombiano fuera nazi, Petro también tendría que serlo.
Adolf Eichmann, el verdugo nazi, fue juzgado y ejecutado en Jerusalén por crímenes contra la humanidad y hacer parte de una maquinaria de exterminio nazi, pero era un simple burócrata comprometido con cumplir eficientemente sus tareas encomendadas por el régimen. Hannah Arendt afirmó que Eichmann era un hombrecillo sin ideología y que él fuera capaz de desplegar tanta maldad le permitió afirmar que era portador de la banalidad del mal.
Decir que el Estado nazi es igual al Estado colombiano es caer en la banalidad. Termina trivializando la barbarie política que dominó en Alemania entre 1933 y 1945 y, no menos, el holocausto de los judíos europeos y de otras minorías étnicas. No es igual para nada con lo sucedido en Colombia que llevó al exterminio de la Unión Patriótica, está lejísimos de serlo y el presidente del país debe ser consciente de lo que dice para que el pueblo colombiano entienda mejor la historia trágica del mundo y la de Colombia. Él debe contribuir a que no se repitan crímenes de Estado que acaben con la vida de tantos inocentes.
Si entendemos mejor el pasado, estaremos preparados para no repetirlo.