La economía nacional creció solo 0,7 % en el primer trimestre de 2024. Un sector que tuvo un buen comportamiento fue el agropecuario, que aumentó 5,5 %, asociado a las abundantes lluvias que en adelante se avizoran como excesivas y pueden conducir a caídas de las cosechas. Otros sectores que también crecieron bien fueron electricidad (4,5 %) y entretenimiento (5,2 %).
Los peores resultados fueron los de la industria (-6 %) y el sector financiero que decreció 3 %, mientras que la minería se contrajo 1,5 %. Llama la atención que la administración pública alcanzó un aumento de 5,3 % de su actividad, que no fue suficiente para impulsar el crecimiento económico, aunque se puede especular que, de no haber ocurrido, la economía se hubiera contraído calamitosamente.
Durante la administración de Gustavo Petro la economía ha crecido en promedio 0,8 % por seis trimestres, de los cuales el tercero de 2023 fue de contracción (-0,6 %). Se trata de un resultado mediocre, por no decir malo, porque el crecimiento de Colombia ha estado históricamente por encima del 4 % anual. El relativo estancamiento económico se debe a la disminución del fundamento del crecimiento que es la inversión. Esta se identifica con la formación bruta de capital que incluye maquinaria y edificaciones para albergarla, que mostró una baja en el primer trimestre de 2024 del 13,4 % frente al mismo período de 2023. Tal proceso venía desatándose desde el cuarto trimestre de 2023, que registró una reducción más profunda de la inversión, del 27 %.
La inversión es una decisión que toman los empresarios y el Estado para ampliar sus operaciones. Los primeros lo hacen si observan un panorama futuro de buenos rendimientos o la ausencia de factores de índole política. El segundo requiere de planes elaborados, sobre todo en infraestructura física, pero también en bienes y servicios que beneficien a la población como salud, educación y vivienda. En este sentido, la administración Petro no ha mostrado eficiencia, se ha demorado en hacer aprobar las reformas a la salud y a la educación, y se observa falta de pulcritud en algunas áreas críticas, como la de enfrentar calamidades climáticas. Todo lo anterior hace ver al Gobierno que pregona el cambio como otra administración similar a las sufridas por la población colombiana en el pasado.
Al inicio de esta administración se aprobó una reforma tributaria que fue diseñada por José Antonio Ocampo, despedido sin agradecimiento por el presidente. La reforma tasa las utilidades en un monto del 15 % de la ganancia depurada y pudo ser un factor disuasivo que explica la caída de la inversión; por lo general, el Estado colombiano les hace pasito a los empresarios, pero no esta vez. Los nuevos recursos permitieron la ampliación de la acción estatal observada. No contento con los recursos recaudados, el Gobierno ha recurrido al endeudamiento masivo que financia un déficit fiscal del 5,3 % del PIB, nivel peligroso que puede ganarle al país una reducción de su calificación crediticia.
El desánimo de los inversionistas se combina con una percepción de inseguridad por el brusco cambio en la cartera de Hacienda, en la que el presidente Petro nombró a Ricardo Bonilla, quien fuera su secretario de Hacienda en la Alcaldía de Bogotá. Bonilla se ha movido más por la inercia del cargo que por iniciativas audaces del cambio que pregona su jefe de gobierno. Es que para Petro lo único importante es la lealtad de sus funcionarios.
¿Qué se augura para el futuro? El estancamiento observado hace pensar que la economía colombiana crecerá entre 1 % y 1,5% anualmente en lo que falta del período presidencial. Habrá sido un cuatrienio perdido para el desarrollo integral del país.
La economía nacional creció solo 0,7 % en el primer trimestre de 2024. Un sector que tuvo un buen comportamiento fue el agropecuario, que aumentó 5,5 %, asociado a las abundantes lluvias que en adelante se avizoran como excesivas y pueden conducir a caídas de las cosechas. Otros sectores que también crecieron bien fueron electricidad (4,5 %) y entretenimiento (5,2 %).
Los peores resultados fueron los de la industria (-6 %) y el sector financiero que decreció 3 %, mientras que la minería se contrajo 1,5 %. Llama la atención que la administración pública alcanzó un aumento de 5,3 % de su actividad, que no fue suficiente para impulsar el crecimiento económico, aunque se puede especular que, de no haber ocurrido, la economía se hubiera contraído calamitosamente.
Durante la administración de Gustavo Petro la economía ha crecido en promedio 0,8 % por seis trimestres, de los cuales el tercero de 2023 fue de contracción (-0,6 %). Se trata de un resultado mediocre, por no decir malo, porque el crecimiento de Colombia ha estado históricamente por encima del 4 % anual. El relativo estancamiento económico se debe a la disminución del fundamento del crecimiento que es la inversión. Esta se identifica con la formación bruta de capital que incluye maquinaria y edificaciones para albergarla, que mostró una baja en el primer trimestre de 2024 del 13,4 % frente al mismo período de 2023. Tal proceso venía desatándose desde el cuarto trimestre de 2023, que registró una reducción más profunda de la inversión, del 27 %.
La inversión es una decisión que toman los empresarios y el Estado para ampliar sus operaciones. Los primeros lo hacen si observan un panorama futuro de buenos rendimientos o la ausencia de factores de índole política. El segundo requiere de planes elaborados, sobre todo en infraestructura física, pero también en bienes y servicios que beneficien a la población como salud, educación y vivienda. En este sentido, la administración Petro no ha mostrado eficiencia, se ha demorado en hacer aprobar las reformas a la salud y a la educación, y se observa falta de pulcritud en algunas áreas críticas, como la de enfrentar calamidades climáticas. Todo lo anterior hace ver al Gobierno que pregona el cambio como otra administración similar a las sufridas por la población colombiana en el pasado.
Al inicio de esta administración se aprobó una reforma tributaria que fue diseñada por José Antonio Ocampo, despedido sin agradecimiento por el presidente. La reforma tasa las utilidades en un monto del 15 % de la ganancia depurada y pudo ser un factor disuasivo que explica la caída de la inversión; por lo general, el Estado colombiano les hace pasito a los empresarios, pero no esta vez. Los nuevos recursos permitieron la ampliación de la acción estatal observada. No contento con los recursos recaudados, el Gobierno ha recurrido al endeudamiento masivo que financia un déficit fiscal del 5,3 % del PIB, nivel peligroso que puede ganarle al país una reducción de su calificación crediticia.
El desánimo de los inversionistas se combina con una percepción de inseguridad por el brusco cambio en la cartera de Hacienda, en la que el presidente Petro nombró a Ricardo Bonilla, quien fuera su secretario de Hacienda en la Alcaldía de Bogotá. Bonilla se ha movido más por la inercia del cargo que por iniciativas audaces del cambio que pregona su jefe de gobierno. Es que para Petro lo único importante es la lealtad de sus funcionarios.
¿Qué se augura para el futuro? El estancamiento observado hace pensar que la economía colombiana crecerá entre 1 % y 1,5% anualmente en lo que falta del período presidencial. Habrá sido un cuatrienio perdido para el desarrollo integral del país.