El presidente de Colombia se ha manifestado en oposición a las acciones punitivas de Israel contra la población palestina. Al mismo tiempo, ha mantenido silencio frente a la violencia desatada por el grupo Hamás contra civiles israelíes, que cobró la vida de 1.400 personas el 7 de octubre pasado y que mantiene secuestrados a otros 240 ciudadanos. Lo cierto es que el que calla otorga.
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El presidente de Colombia se ha manifestado en oposición a las acciones punitivas de Israel contra la población palestina. Al mismo tiempo, ha mantenido silencio frente a la violencia desatada por el grupo Hamás contra civiles israelíes, que cobró la vida de 1.400 personas el 7 de octubre pasado y que mantiene secuestrados a otros 240 ciudadanos. Lo cierto es que el que calla otorga.
El supuesto humanismo del mandatario colombiano no le alcanza para considerar a todas las víctimas del conflicto. No ha condenado el uso de la violencia indiscriminada de Hamás que abandera la eliminación del Estado de Israel y de toda su población judía.
Yo no comparto la política de Benjamín Netanyahu de tierra arrasada contra la población civil de Gaza, que poco afecta militarmente a Hamás, porque además de vulnerar el derecho internacional humanitario termina siendo contraproducente. Antes de eso, el primer ministro israelí mantuvo la política de fortalecer a Hamás para debilitar a la Autoridad Palestina, según Thomas Friedman en The New York Times: “Fortalecer al grupo palestino que nunca reconocería a Israel, debilitando al que sí estaba dispuesto a hacerlo”. Fue un craso error de juicio sobre la orientación nihilista del grupo radical que causó tantas víctimas entre la población civil del sur de Israel, de las que el primer ministro es responsable.
Los bombardeos indiscriminados de Israel intensifican la sed de venganza entre los palestinos que sufren la muerte de sus familias y la destrucción de sus propiedades, sin la menor posibilidad de ser indemnizados, todo lo cual los convence de apoyar al grupo que mejor recoge sus reivindicaciones frente a una Autoridad Palestina carente de fuerza y de carisma. Su presidente desde enero de 2005 ha sido Mahmud Abás, establecido en Cisjordania. Abás impide que se dé una renovación del liderazgo y ha perdido influencia, en la medida en que la gana el grupo radical que es hegemónico en la Franja de Gaza desde unas elecciones que se hicieron en 2006 y que ganó, pero no han vuelto a repetirse.
El grupo Hamás es patrocinado por Catar, un pequeño emirato asentado sobre un mar de petróleo que tiene gran influencia económica en la política del Medio Oriente. Se dice que Catar ha financiado a Hamás con más de US$1.000 millones durante la última década, lo que le ha permitido contar con 30.000 hombres en armas.
Jordania es otra monarquía regional, pero mucho más pobre, la mitad de su población son palestinos desplazados y se sabe muy frágil frente al conflicto abierto en la región. Arabia Saudita es uno de los países más ricos del Medio Oriente y había estado estableciendo relaciones con Israel, hasta que el conflicto intensificado por Hamás congeló el proceso e impidió el progreso de la diplomacia israelí.
El nuevo conflicto en el Medio Oriente ha generado olas de antisionismo que en algunos casos se entrelazan con el antisemitismo, lo cual ha afectado a las comunidades judías de Europa y se ha sentido en América Latina y en Colombia también. El presidente Gustavo Petro ha mostrado simpatía por la causa palestina, ha llamado a consultas a la embajadora de Colombia en Israel y está pensando en romper relaciones que datan de 1948. Las redes sociales están llenas de comentarios oprobiosos contra los judíos, ejemplificados por el caricaturista Matador, quien nos ha pintado con narices ganchudas y atuendos de usureros.