Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Para mí es un honor comenzar este año iniciando mi colaboración con El Espectador. Mi familia me acercó desde niña a la prensa leyendo este periódico, por eso quiero agradecer a Fidel Cano su invitación. Desde esta columna quiero conducir a los lectores para que podamos hacer reflexiones desde múltiples enfoques sobre los retos que tenemos como individuos y como sociedad ante un planeta que cambia de manera muy acelerada y en procesos que, aunque no son de conocimiento amplio y general, nos afectarán a todos de maneras inciertas. Necesitamos desarrollar cambios comportamentales para asumir el reto de ser ciudadanos en tiempos de la triple crisis que se retroalimenta: la crisis climática, de biodiversidad y de contaminación.
Ser ciudadano en tiempos de la triple crisis requiere, en primera medida, ser conscientes de que somos seres ecodependientes, es decir, los seres humanos dependemos completamente de procesos claves que están determinados por complejas interacciones entre la biodiversidad. Somos la respuesta evolutiva y adaptativa de las relaciones de mutuo beneficio entre especies que se han dado durante millones de años, dependemos, por ejemplo, de la capacidad del suelo y su biodiversidad de reciclar los nutrientes para cultivar y cosechar alimentos, fibras y maderas. Nuestra identidad cultural depende en una parte fundamental de las relaciones que tenemos con el clima, la disponibilidad de agua, la cercanía a la diversidad de frutos, fibras, paisaje, por poner algunos ejemplos.
También es fundamental reconocer que este planeta ha mantenido su estabilidad y resiliencia durante millones de años gracias a nueve de esos procesos claves biofísicos y bioquímicos. Hoy la ciencia nos dice que hemos transgredido los espacios seguros de seis de estos procesos que le dan estabilidad al planeta: 1) El clima por la concentración de gases de efecto invernadero y su efecto en la radiación térmica. 2) La pérdida de integridad ecológica, que incluye el menoscabo de diversidad genética y funcional de la biodiversidad. 3) El cambio en los ecosistemas terrestres. 4) El cambio en los ecosistemas acuáticos y en el agua contenida en el suelo y la biodiversidad. 5) La alteración de los flujos del nitrógeno y el fósforo, que son claves para la vida, pero en exceso son contaminantes. 6) La aparición de nuevas entidades, como los microplásticos o los organismos genéticamente modificados, cuyas interacciones generan retos para la salud de las especies y la salud humana.
El año 2023 termina siendo el más anómalo climáticamente hablando desde que tenemos registros científicos rigurosos, el 25 de diciembre se registraron temperaturas con 18 °C por encima del promedio en varias regiones del hemisferio norte, en pleno inicio del invierno. La aceleración del cambio climático, las retroalimentaciones entre lo que sucede entre el clima, el océano, los bosques, la economía y el bienestar de la humanidad requiere que entre todos nos preparemos e informemos de maneras más eficientes y urgentes.
Hago una invitación urgente para el sistema educativo, especialmente a las universidades. Necesitamos formar una nueva ciudadanía y a profesionales climáticamente conscientes, adaptados e innovadores. El cambio de actitudes individuales y colectivas debería estar diseñado desde la política pública y acompañado por la actuación de los gremios, los medios de comunicación la sociedad civil. En este reto debemos ir unidos, innovando, como nos sugería Juan Pablo Ruiz. Para él todo mi reconocimiento.