Los datos y las cifras hoy, más que nunca, están ayudando como ejercicio pedagógico, aunque tardío, a sintonizar a muchos sobre los cambios acelerados y las repercusiones profundas que tiene el clima. Los datos asociados al aumento de la temperatura, la disminución de las lluvias y su efecto en el almacenamiento de agua para acueductos e hidroeléctricas, nos recuerdan de manera contundente que la sociedad y la economía son profundamente dependientes del funcionamiento de los ecosistemas y su interacción con el clima que ya cambió.
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Los datos y las cifras hoy, más que nunca, están ayudando como ejercicio pedagógico, aunque tardío, a sintonizar a muchos sobre los cambios acelerados y las repercusiones profundas que tiene el clima. Los datos asociados al aumento de la temperatura, la disminución de las lluvias y su efecto en el almacenamiento de agua para acueductos e hidroeléctricas, nos recuerdan de manera contundente que la sociedad y la economía son profundamente dependientes del funcionamiento de los ecosistemas y su interacción con el clima que ya cambió.
Los datos nos advierten, pero su comprensión y apropiación para tomar decisiones aún siguen siendo una tarea pendiente. Quiero traer tres ejemplos. El sistema Chingaza es tal vez una de las zonas del país con mejor monitoreo, con más de 40 estaciones hidroclimáticas entre las del Acueducto de Bogotá, Ideam y Parques Nacionales, ¿cómo es posible que solo se nos advirtiera a los habitantes de Bogotá la situación del sistema cuando llegó a menos del 20 % de su capacidad? ¿Por qué la reacción fue tan tardía? ¿Se desestimaron los datos? ¿Hubo confianza en modelos que es necesario ajustar?
El país ha mejorado en su capacidad de monitoreo de bosques, sin embargo, acceder a esos datos sigue siendo difícil y poco oportuno para medir los efectos de las acciones institucionales o su deterioro puntual. Esta semana, la Universidad de Los Andes fue anfitriona del panel de científicos amazónicos que vienen haciendo advertencias muy importantes sobre el efecto del deterioro de la Amazonia, como uno de los pilares del funcionamiento planetario en la regulación de los ciclos del carbono y del agua, y sus contribuciones sociales y económicas en buena parte del continente. Hoy nos advierten que, debido al nivel de degradación del bosque, el 34 % de la evapotranspiración en la Amazonia está disminuyendo, ese vapor de agua que conforma los ríos voladores que se condensan en Chingaza. Gracias a esa agua se produce en Bogotá la mitad del PIB del país.
Esta semana también la Agencia Nacional de la Atmosfera y el Océano (NOAA) de Estados Unidos confirmó el cuarto evento mundial de blanqueamiento de corales entre febrero del 2023 y abril del 2024, el segundo que se presenta en los últimos 10 años. El océano se calienta más que nunca y este estrés térmico sigue debilitando el funcionamiento de los arrecifes de coral en todo el mundo y puede provocar su muerte masiva y la de un ecosistema tan importante como la Amazonia en términos de biodiversidad y de contribuciones para el bienestar social y económico en el planeta. Recordemos que las playas blancas con mares multicolor son gracias a los arrecifes. Lamentablemente, la debilidad de los monitoreos y el acceso a la información en nuestro país se convierte en un obstáculo para tomar decisiones.
¿Los monitoreos ambientales son los notarios del desastre? En algunos casos se logra hacer algo de incidencia, pero en otros es completamente inocuo. Es imperativo que las entidades públicas, el sector productivo y la sociedad mejoren sus capacidades para generar más datos, oportunos y sobre todo se apropien de ellos para tomar decisiones dirigidas a fortalecer la adaptación y la resiliencia de todos. Hago un llamado urgente a la Corte Constitucional sobre el Acuerdo de Escazú: para tener una sociedad más adaptada climáticamente es fundamental tener acceso a los datos para fortalecer justicia ambiental y gobernanza climática.