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Quedan menos de 40 días para que inicie la COP16, la Convención de Diversidad Biológica en Cali. Vale la pena reflexionar sobre los aprendizajes que dejará esta gran movilización y especialmente sobre las tareas que van a quedar. La biodiversidad es una expresión concreta que estructura físicamente los territorios, y las autoridades en los territorios son principalmente alcaldías y gobernaciones, además de las autoridades ambientales y las autoridades de los territorios étnicos.
Para alcaldes y gobernadores, los temas de biodiversidad han empezado a ser considerados temas de su gestión y no solo de las autoridades ambientales, especialmente cuando la pérdida de la biodiversidad y sus contribuciones para la gente se traducen en daños y riesgos. Solo hace falta que recordemos lo que significó La Niña del 2010-2011 en los territorios en donde se perdieron las funciones ecológicas de regulación hídrica de los ecosistemas acuáticos (ríos, quebradas, pantanos, lagunas, humedales) especialmente porque esos ecosistemas están en un alto grado de deterioro. Los alcaldes debieron acudir con recursos de sus municipios a atender las pérdidas y los daños y a buscar recursos de inversión para atender obras que no precisamente han recuperado las funciones ecológicas de regulación hídrica.
Movilizar grandes cantidades de recursos financieros para la gestión integral de la Biodiversidad que detenga su pérdida y aumentar su capacidad será una tarea que quede luego de la COP16. Esa será una tarea inmensa que desde el Ministerio de Hacienda y el DNP deben viabilizar. Mientras tanto, hay que mirar los mangos bajitos, las oportunidades más realistas a escalas locales. Alcaldías y gobernaciones pueden diseñar sus proyectos de inversión incluyendo a la biodiversidad no solo con proyectos ambientales, sino que pueden convertir en bioproyectos muchos proyectos de otros sectores y crear las articulaciones necesarias para detener la pérdida de biodiversidad local.
Por ejemplo, si se va a formular un programa de fomento a la recreación, la actividad física y el deporte para desarrollar entornos de convivencia y paz, este se puede aprovechar como medio de esparcimiento y desarrollo físico e incluir la realización de actividades deportivas y la promoción de espacios que cuenten con la participación comunitaria. Además, estos espacios pueden estar asociados a corredores de biodiversidad que requieran ser restaurados, sirviendo también como escenarios de educación no formal sobre la biodiversidad. Otro ejemplo, ahora que el Acuerdo de Escazú debe implementarse, puede estar asociado a proyectos dirigidos al levantamiento, actualización y administración de la información catastral que pongan a disposición de la comunidad el conocimiento a esa escala de la biodiversidad que conforme los predios y por lo tanto su posibilidad de conservación, y/o restauración. También sería muy útil por ejemplo que, en los programas de inversión sobre productividad y competitividad de las empresas, tan dirigidas a los temas de turismo, se pueda fortalecer las capacidades de asistencia técnica en los entes territoriales para el reconocimiento y valoración de la biodiversidad, carga y bioprospección.
Vale la pena dar una mirada a los presupuestos de inversión territoriales para identificar las intersecciones y de esa manera impulsar el Marco global de Biodiversidad y el Plan de Acción de Biodiversidad, así como nos sugería la Política Nacional de Gestión Integral de la Biodiversidad y sus servicios ecosistémicos desde el 2012.