Cada vez reconozco más ese oscuro planeta simiesco en el nuestro, en el que la prensa nos muestra día a día. Tanto a nivel planetario como nacional, pues he observado que los países, en su pequeña aldea, tienden a reflejar y en ocasiones magnificar lo que ocurre a dimensiones mundiales. Por supuesto que el simio más fuerte y cuya voz se impone es Donald Trump, el gran orangután y jefe del planeta, el primero en prescindir del marco civilizador para erigirse en supremo macho alfa a través de sus eslóganes: “América primero”, “no volveremos a perder una guerra”, “¿han visto en lo que se ha convertido París?”, y otros muchos que, en lugar de hacer reír, la verdad es que están calando. Y como el pequeño rastacuero tiende a imitar lo que considera poderoso, a nivel local esto ya se ve. En todos los países proliferan simios menores, miquitos que imitan los gestos del gran orangután.
En todas partes se prescinde de la realidad y se dicen las cosas más necias. La Academia Asnal prolifera. En Holanda un político de ultraderecha dice muy pánfilo ante los micrófonos que todos los marroquíes son delincuentes y por eso piensa expulsarlos, a imagen de lo que se dice en Washington de los mexicanos. Un diputado de Polonia dice que las mujeres deben ganar menos porque son menos inteligentes, y semejante frase cretina trasciende pues coincide con la imagen del Supremo en su masculina Oficina Oval de la Casa Blanca. Si antes la mentirilla del político sólo tenía valor cuando parecía verdadera, ahora lo que vale es que se sepa que es una mentira, una enorme mentira, para que todos la asuman, la repitan y además aplaudan, como aplauden Marine Le Pen o el ultraderechista Salvini, en Italia. ¡Qué poco está tardando el mundo en adaptarse al nuevo amo!
En Colombia, donde la Ignorancia Interna Bruta (IIB) ya lleva un camino largo, resultamos favorecidos en esta carrera planetaria que me recuerda una que se hace en el boulevard Saint Germain de París, donde los participantes van vestidos de meseros y llevan una bandeja con una botella de vino, dos copas y una servilleta de tela doblada en el antebrazo. Así están los países, corriendo hacia Washington. Ahora bien, esta tendencia debería favorecer naturalmente al Centro Democrático, ideólogo del IIB, y más ahora que, con Odebrecht, Óscar Iván cayó a la piscina de los cocodrilos y en su caída alcanzó a agarrar la manga de Iván Duque, como diciendo, ¡si me caigo nos caemos los dos! Y al agua fueron a parar, pero Uribe, en lugar de sacarlos, abrió la compuerta para que además salieran tiburones. ¿Y quién aplaudía en secreto? Como mínimo dos: Carlos Holmes, que cree que será el ungido olvidándose de algo muy grave para el CD y es que él no es paisa (algo que ya Pachito entendió), y la neofilósofa María Fernanda Cabal, graduada por Vicky Dávila de comentarista política y admiradora de Trump, que tampoco es paisa, pero tiene el apellido Lafaurie, que le da el apoyo de aquellos grupos que, como ella misma defendió ante micrófonos, se sienten con derecho a acumular patrimonio (y tierras despojadas, supongo) a cualquier precio, porque para eso es la democracia, y si no pregúntenle a Trump. Por eso, en el Planeta de los Simios, ella resulta ser ahora la estrella ascendente.
Cada vez reconozco más ese oscuro planeta simiesco en el nuestro, en el que la prensa nos muestra día a día. Tanto a nivel planetario como nacional, pues he observado que los países, en su pequeña aldea, tienden a reflejar y en ocasiones magnificar lo que ocurre a dimensiones mundiales. Por supuesto que el simio más fuerte y cuya voz se impone es Donald Trump, el gran orangután y jefe del planeta, el primero en prescindir del marco civilizador para erigirse en supremo macho alfa a través de sus eslóganes: “América primero”, “no volveremos a perder una guerra”, “¿han visto en lo que se ha convertido París?”, y otros muchos que, en lugar de hacer reír, la verdad es que están calando. Y como el pequeño rastacuero tiende a imitar lo que considera poderoso, a nivel local esto ya se ve. En todos los países proliferan simios menores, miquitos que imitan los gestos del gran orangután.
En todas partes se prescinde de la realidad y se dicen las cosas más necias. La Academia Asnal prolifera. En Holanda un político de ultraderecha dice muy pánfilo ante los micrófonos que todos los marroquíes son delincuentes y por eso piensa expulsarlos, a imagen de lo que se dice en Washington de los mexicanos. Un diputado de Polonia dice que las mujeres deben ganar menos porque son menos inteligentes, y semejante frase cretina trasciende pues coincide con la imagen del Supremo en su masculina Oficina Oval de la Casa Blanca. Si antes la mentirilla del político sólo tenía valor cuando parecía verdadera, ahora lo que vale es que se sepa que es una mentira, una enorme mentira, para que todos la asuman, la repitan y además aplaudan, como aplauden Marine Le Pen o el ultraderechista Salvini, en Italia. ¡Qué poco está tardando el mundo en adaptarse al nuevo amo!
En Colombia, donde la Ignorancia Interna Bruta (IIB) ya lleva un camino largo, resultamos favorecidos en esta carrera planetaria que me recuerda una que se hace en el boulevard Saint Germain de París, donde los participantes van vestidos de meseros y llevan una bandeja con una botella de vino, dos copas y una servilleta de tela doblada en el antebrazo. Así están los países, corriendo hacia Washington. Ahora bien, esta tendencia debería favorecer naturalmente al Centro Democrático, ideólogo del IIB, y más ahora que, con Odebrecht, Óscar Iván cayó a la piscina de los cocodrilos y en su caída alcanzó a agarrar la manga de Iván Duque, como diciendo, ¡si me caigo nos caemos los dos! Y al agua fueron a parar, pero Uribe, en lugar de sacarlos, abrió la compuerta para que además salieran tiburones. ¿Y quién aplaudía en secreto? Como mínimo dos: Carlos Holmes, que cree que será el ungido olvidándose de algo muy grave para el CD y es que él no es paisa (algo que ya Pachito entendió), y la neofilósofa María Fernanda Cabal, graduada por Vicky Dávila de comentarista política y admiradora de Trump, que tampoco es paisa, pero tiene el apellido Lafaurie, que le da el apoyo de aquellos grupos que, como ella misma defendió ante micrófonos, se sienten con derecho a acumular patrimonio (y tierras despojadas, supongo) a cualquier precio, porque para eso es la democracia, y si no pregúntenle a Trump. Por eso, en el Planeta de los Simios, ella resulta ser ahora la estrella ascendente.