Leyendo Septología, la obra cumbre del nobel Jon Fosse y una de las mejores obras literarias escritas en este naciente siglo, vale la pena hacer una reflexión sobre el mundo editorial, en su conjunto, y su relevancia como “difusor cultural”. Lo menciono por algo que en estos días me tiene perplejo. Una pregunta muy sencilla: ¿cómo es posible que este autor gigantesco, con decenas de novelas publicadas y obras de teatro representadas en varios países, fuera un ilustre desconocido en lengua española? Sé que algunos de sus libros estaban ya traducidos y publicados por la editorial De Conatus, de cuya existencia, por cierto, también me estoy enterando ahora, gracias a Fosse. O mejor: gracias al Nobel que sacó a la luz a Fosse. Es muy llamativo que las editoriales más conocidas y con mejor distribución en nuestro medio no se hayan interesado por él, haciéndolo circular desde antes, pues con ello sí que habrían hecho un buen trabajo de conexión intercultural, al más alto nivel, poniendo esta obra riquísima a operar sobre el imaginario y el ecosistema creativo no sólo de los lectores en español, sino de los autores, que habrían ganado tiempo y sin duda cosechado ya buenos frutos de haber podido dialogar con estas novelas desde hace tiempo y no viniendo a descubrirlas ahora, como estoy haciendo yo, siendo que es un autor de mi generación, con la misma edad de compañeros de camino como Héctor Abad o William Ospina. ¿Cómo puede ser esto posible? ¿Dónde están los radares y sistemas de detección de autores de las editoriales?
Fosse, 2024
06 de enero de 2024 - 02:05 a. m.