En mi mundo, que es el de las letras, el plagio es el pecado mortal por excelencia. Apropiarse de lo que otros han pensado y escrito equivale a lo más grave y su castigo es el peor de todos: la vergüenza pública, la pérdida del prestigio, el olvido. Tanta es la hondura de la sanción y su costo que, a decir verdad, es muy poco frecuente. Tal vez porque, a la par que un delito, el plagio es en sí mismo una derrota: confesar de antemano la incapacidad de estar a la altura de lo que se pretende. Por eso, por ser tan vergonzante, es tan doloroso.
Plagios
27 de noviembre de 2021 - 05:30 a. m.