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En tan solo seis meses, el uribismo ya tiene las condiciones para desplegar de nuevo, diez años después, su añorada Seguridad Democrática. Una versión más moderna y adaptada a los tiempos que corren, claro. Para poder resucitarla, lo primero que debió hacer Duque fue vivificar esa atmósfera nacional de guerra, estimular un estado de irritación social para, enseguida, declarar que en Colombia “no hay conflicto” sino “amenaza terrorista”. Las mismas viejas palabras de Uribe, que afirmaba que el conflicto de Colombia no era un conflicto. Como quitar la palabra pollo del arroz con pollo, un interesante problema filológico que dejaba fuera la posibilidad de un posconflicto, pero es que en esos años Uribe seguía con gran denuedo los lineamientos del presidente George Bush júnior. Recordemos que Bush fue el Trump de Uribe. A Trump, como al uribismo, le encanta la guerra y no descansará hasta tenerla. Y así como Maduro y los suyos, con su asombrosa estupidez, parecen ser los mejores aliados de Trump para lograrlo, en Colombia es el Eln el que parece querer complacer al uribismo, a toda costa, dándole todo lo que necesita. Porque para la guerra, como en el amor, se necesitan dos. Y el Eln ya dio un paso al frente. Esto para alegría de los nuevos mandos militares uribistas, que ya estaban hartos de jugar parqués y naipes en el casino de oficiales por culpa del proceso de paz. ¡Al fin algo de acción!
Así, poco a poco, el uribismo va reconstruyendo la Colombia de la Seguridad Democrática, todo en un ambiente apocalíptico de catástrofe ambiental, corrupción descontrolada y crisis de la justicia. Ya está la guerrilla enemiga preparada, ya está listo el ejército. Los paramilitares también, pues la verdad nunca dejaron de estar ahí. Listos los hijos de los campesinos e indígenas y listos los de los afros para entrar a la prensa mecánica de la guerra que va a destriparlos. Listos los hijos de los pobres para ser falsos positivos. Todos los protagonistas están preparados para salir al escenario. Que se levante el telón. “Qué nervios”, pensará Duque. “Al fin”, suspirará Uribe. “Esta es nuestra Colombia bella”, se dirán la Cabal y Lafaurie, con las manos entrelazadas. “Gracias, Virgen santa”, rezará la senadora Valencia, de rodillas, en la catedral de Popayán. Y todos cantarán al unísono, acompañados por Maluma: ¡Que vivan la guerra y el conflicto sin conflicto! ¡Honores a la nueva Seguridad Democrática 2.0!
Pero hay más, pues el uribismo podría hacer carambola de tres bandas con Maduro. ¿Qué tal enviar un poco de muchachos a disparar (y recibir disparos) a Venezuela, al lado de los marines de Trump? Bueno, eso ya sería la cereza encima del pastel. De este modo se podría extender la doctrina de la Seguridad Democrática al país vecino y, de pronto, al continente entero. ¿Cómo se dirá en inglés? Ni idea, pero con esto Duque y su jefe Uribe, que no obtendrán el Nobel de Paz, podrán aspirar al de la guerra por su aporte a los conflictos sin conflicto del mundo. Sería demasiado bello. Duque en traje mimético (el 2XL le quedará bien, holgado), recibiendo el Premio Nobel de la Guerra, en Dallas, de manos de Trump, y diciéndole al oído con un dedo alzado hacia la tribuna: “Saludes le manda Uribe, véalo allá”.