La invasión y la construcción de una base militar por parte del ejército venezolano en territorio colombiano es la última, y la más grande, provocación del régimen de Maduro y Cabello a nuestro país. Es la última, porque es bien conocido que, casi semanalmente y desde hace mucho tiempo, se están dando este tipo de provocaciones por parte de los militares chavistas. No son incidentes aislados generados por algún sargento aquejado por una decepción amorosa y en estado de embriaguez, sino hechos que, sin duda, responden a una estrategia calculada y planeada al más alto nivel en Caracas.
Como todos los regímenes que están en serios problemas, la dictadura de Maduro y Cabello necesita una cortina de humo para intentar desviar la atención de los últimos efectos de sus desastrosas políticas económicas, precisamente las mismas con las que algunos sueñan en nuestro país y para lo cual exigen desde ya un gobierno de transición para comenzar a implementarlas. A la escasez de bienes de primera necesidad, como harina, papel higiénico, huevos o leche, en los últimos días se comenzó a manifestar un racionamiento de gasolina, precisamente en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. En realidad, el racionamiento de gasolina comenzó hace varias semanas en varios estados del interior, pero la semana pasada llegó a Caracas, ciudad en donde el régimen se empeña en mantener un ambiente de “normalidad”. Casi al mismo tiempo, el régimen comenzó a meterse con los pequeños panaderos de todo el país, al exigirles que el 80 % de la harina debían dedicarla a producir pan y sólo hasta un 20 % podrían usarlo para preparar tortas, galletas y otros productos. Y para implementar esta absurda determinación, comenzó a enviar soplones a las panaderías, que ya han hecho encarcelar a varios propietarios.
Es muy difícil predecir qué va a suceder en Venezuela, pero estos hechos, además de la desesperación que reflejan, son los últimos indicios del fracaso descomunal del socialismo del siglo XXI. Como en Colombia, en el vecino país existen decenas de miles de pequeños almacenes, graneros, panaderías, zapaterías, sastrerías, talabarterías, herrerías, tintorerías, entre muchísimas otras. Utilizando el conocimiento que tienen de sus mercados locales, de sus clientes, de los precios de sus insumos, lo menos que quieren estos pequeños productores es que tenientes, sargentos y burócratas les digan lo que tienen que producir y a qué precio vender. Con la imperfección que pueda tener, la información que provee el libre mercado genera mejores resultados para consumidores y productores que lo que pueden hacer los militantes del partido oficial y los miembros del ejército.
¿Qué es lo que impulsa al régimen de Venezuela a actuar con semejante descaro y arrojo contra Colombia? ¿Qué es lo que le proporciona tanta seguridad? En realidad, no lo sabemos y sólo podemos especular. Pero la lección clara y contundente que sí podemos extraer es que el llamado socialismo del siglo XXI es un fracaso categórico, como lo es el modelo castrista y como lo fue antes el régimen soviético. Pese a todos los problemas que enfrenta nuestra democracia liberal, que no son pocos, es mil veces preferible a la dictadura de Maduro y Cabello.
Tenemos que estar listos a nuevas provocaciones de este régimen en descomposición, y a sus adláteres en nuestro país debemos recordarles su fracaso descomunal.
La invasión y la construcción de una base militar por parte del ejército venezolano en territorio colombiano es la última, y la más grande, provocación del régimen de Maduro y Cabello a nuestro país. Es la última, porque es bien conocido que, casi semanalmente y desde hace mucho tiempo, se están dando este tipo de provocaciones por parte de los militares chavistas. No son incidentes aislados generados por algún sargento aquejado por una decepción amorosa y en estado de embriaguez, sino hechos que, sin duda, responden a una estrategia calculada y planeada al más alto nivel en Caracas.
Como todos los regímenes que están en serios problemas, la dictadura de Maduro y Cabello necesita una cortina de humo para intentar desviar la atención de los últimos efectos de sus desastrosas políticas económicas, precisamente las mismas con las que algunos sueñan en nuestro país y para lo cual exigen desde ya un gobierno de transición para comenzar a implementarlas. A la escasez de bienes de primera necesidad, como harina, papel higiénico, huevos o leche, en los últimos días se comenzó a manifestar un racionamiento de gasolina, precisamente en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. En realidad, el racionamiento de gasolina comenzó hace varias semanas en varios estados del interior, pero la semana pasada llegó a Caracas, ciudad en donde el régimen se empeña en mantener un ambiente de “normalidad”. Casi al mismo tiempo, el régimen comenzó a meterse con los pequeños panaderos de todo el país, al exigirles que el 80 % de la harina debían dedicarla a producir pan y sólo hasta un 20 % podrían usarlo para preparar tortas, galletas y otros productos. Y para implementar esta absurda determinación, comenzó a enviar soplones a las panaderías, que ya han hecho encarcelar a varios propietarios.
Es muy difícil predecir qué va a suceder en Venezuela, pero estos hechos, además de la desesperación que reflejan, son los últimos indicios del fracaso descomunal del socialismo del siglo XXI. Como en Colombia, en el vecino país existen decenas de miles de pequeños almacenes, graneros, panaderías, zapaterías, sastrerías, talabarterías, herrerías, tintorerías, entre muchísimas otras. Utilizando el conocimiento que tienen de sus mercados locales, de sus clientes, de los precios de sus insumos, lo menos que quieren estos pequeños productores es que tenientes, sargentos y burócratas les digan lo que tienen que producir y a qué precio vender. Con la imperfección que pueda tener, la información que provee el libre mercado genera mejores resultados para consumidores y productores que lo que pueden hacer los militantes del partido oficial y los miembros del ejército.
¿Qué es lo que impulsa al régimen de Venezuela a actuar con semejante descaro y arrojo contra Colombia? ¿Qué es lo que le proporciona tanta seguridad? En realidad, no lo sabemos y sólo podemos especular. Pero la lección clara y contundente que sí podemos extraer es que el llamado socialismo del siglo XXI es un fracaso categórico, como lo es el modelo castrista y como lo fue antes el régimen soviético. Pese a todos los problemas que enfrenta nuestra democracia liberal, que no son pocos, es mil veces preferible a la dictadura de Maduro y Cabello.
Tenemos que estar listos a nuevas provocaciones de este régimen en descomposición, y a sus adláteres en nuestro país debemos recordarles su fracaso descomunal.