Las profecías mayas se equivocaron por 10 años. Este es el año del fin del mundo. Mejor dicho, es el fin de la era dorada de la especie humana, porque “el fin del mundo” es una expresión que no tiene significado. ¿Qué es “el mundo”? ¿Qué es “el fin”? Destruir un planeta es algo casi imposible y la vida en la Tierra, a una distancia ideal del Sol, probablemente seguirá sin importar las catástrofes que caigan sobre ella.
Así que hablemos de ese “siglo de oro de la especie humana”, que se podría ubicar entre 1945 y alguna década cercana al 2050.
Es dorado porque hubo una ausencia de grandes guerras. Aunque hemos visto enormes niveles de violencia, la mayoría es contenida en ciertas regiones geográficas, como Colombia, tristemente.
Hubo amplio acceso a recursos naturales y energía. Innovaciones como los fertilizantes del proceso Haber-Bosch permitieron la estabilidad en el suministro de alimentos para buena parte del planeta, eliminando así las hambrunas casi en su totalidad, con la excepción de países asolados por guerras o los caprichos de gobiernos totalitarios.
La propagación de combustibles fósil permitió acortar las distancias entre continentes, y masificar el turismo y los intercambios culturales. Nuevas energías como la nuclear, y nuevas infraestructuras como las megahidroeléctricas llevaron a una industrialización sin precedentes que ha puesto un teléfono móvil en buena parte de las familias del planeta y ha reducido los niveles de pobreza a los más bajos de la historia humana.
El siglo de oro, sin embargo, tendrá un alto costo. Una cadena de efectos ambientales que desencadena el calentamiento global, como el deshielo de los polos, la alteración de las corrientes y la pérdida de los suelos cultivables, hará invivible la civilización en las zonas tropicales y subtropicales, empujándola hacia los extremos norte y sur. Los grandes ganadores en esta reorganización serían Canadá y Rusia. Casi el resto de los países pierden, aunque es bastante ingenuo pensar que para ese entonces existirán las mismas divisiones políticas que en el siglo de oro de nuestra especie.
Antes de la guerra en Ucrania parecía que podríamos darle una vuelta al timonel. Que las grandes potencias podrían aprovechar una de las penúltimas oportunidades que nos daba el clima para reducir las emisiones. Que sería posible la cooperación. Todo eso se fue al garete.
La ruptura definitiva de Rusia y Estados Unidos, y la distancia con China, aplazan cualquier cooperación climática hasta un futuro que ya será demasiado tarde. Los siguientes años verán una lenta vuelta de tuerca. La edad dorada llega a su fin e inicia la decadencia que aún no sabemos si será veloz o lenta.
Será súbita si la guerra en Ucrania deviene en guerra nuclear. Lenta si todo depende de la degeneración climática.
Sea como fuere, pronto habrá que decirle adiós al siglo de las luces.
Twitter: @santiagovillach
Las profecías mayas se equivocaron por 10 años. Este es el año del fin del mundo. Mejor dicho, es el fin de la era dorada de la especie humana, porque “el fin del mundo” es una expresión que no tiene significado. ¿Qué es “el mundo”? ¿Qué es “el fin”? Destruir un planeta es algo casi imposible y la vida en la Tierra, a una distancia ideal del Sol, probablemente seguirá sin importar las catástrofes que caigan sobre ella.
Así que hablemos de ese “siglo de oro de la especie humana”, que se podría ubicar entre 1945 y alguna década cercana al 2050.
Es dorado porque hubo una ausencia de grandes guerras. Aunque hemos visto enormes niveles de violencia, la mayoría es contenida en ciertas regiones geográficas, como Colombia, tristemente.
Hubo amplio acceso a recursos naturales y energía. Innovaciones como los fertilizantes del proceso Haber-Bosch permitieron la estabilidad en el suministro de alimentos para buena parte del planeta, eliminando así las hambrunas casi en su totalidad, con la excepción de países asolados por guerras o los caprichos de gobiernos totalitarios.
La propagación de combustibles fósil permitió acortar las distancias entre continentes, y masificar el turismo y los intercambios culturales. Nuevas energías como la nuclear, y nuevas infraestructuras como las megahidroeléctricas llevaron a una industrialización sin precedentes que ha puesto un teléfono móvil en buena parte de las familias del planeta y ha reducido los niveles de pobreza a los más bajos de la historia humana.
El siglo de oro, sin embargo, tendrá un alto costo. Una cadena de efectos ambientales que desencadena el calentamiento global, como el deshielo de los polos, la alteración de las corrientes y la pérdida de los suelos cultivables, hará invivible la civilización en las zonas tropicales y subtropicales, empujándola hacia los extremos norte y sur. Los grandes ganadores en esta reorganización serían Canadá y Rusia. Casi el resto de los países pierden, aunque es bastante ingenuo pensar que para ese entonces existirán las mismas divisiones políticas que en el siglo de oro de nuestra especie.
Antes de la guerra en Ucrania parecía que podríamos darle una vuelta al timonel. Que las grandes potencias podrían aprovechar una de las penúltimas oportunidades que nos daba el clima para reducir las emisiones. Que sería posible la cooperación. Todo eso se fue al garete.
La ruptura definitiva de Rusia y Estados Unidos, y la distancia con China, aplazan cualquier cooperación climática hasta un futuro que ya será demasiado tarde. Los siguientes años verán una lenta vuelta de tuerca. La edad dorada llega a su fin e inicia la decadencia que aún no sabemos si será veloz o lenta.
Será súbita si la guerra en Ucrania deviene en guerra nuclear. Lenta si todo depende de la degeneración climática.
Sea como fuere, pronto habrá que decirle adiós al siglo de las luces.
Twitter: @santiagovillach