El peligro de Pedro Castillo para la izquierda colombiana
Para la izquierda colombiana quizás habría sido más favorable una victoria de Keiko Fujimori en Perú, que de Pedro Castillo. Perú es el país más parecido a Colombia en América Latina. Tienen casi la misma población, PIB e ingreso per cápita, aunque los índices de pobreza y violencia de Colombia son considerablemente más altos, en especial a un año y medio de iniciada la pandemia. El desarrollo de la pandemia de COVID-19 en ambos países, por demás, fue más o menos parecido, así como sus devastadores efectos sobre la salud de la población y las economías nacionales.
Perú ha sido una suerte de universo paralelo de Colombia desde los años 90. Tuvieron una oleada terrorista que motivó la llegada al poder de un caudillo que mezclaba el neoliberalismo económico con la ultraderecha antidemocrática, y una arrolladora popularidad electoral. Alberto Fujimori y Álvaro Uribe se rodearon de asesores y funcionarios corruptos, y durante sus respectivas presidencias las fuerzas de seguridad del Estado cometieron los peores actos de barbarie en la historia de ambos países. A pesar del largo prontuario de violaciones de derechos humanos que dejaron sus presidencias, una porción nada despreciable del público les percibe como los dirigentes que le devolvieron la seguridad a estos países, por lo que sus proyectos políticos de extrema derecha gozan de una contundente vigencia.
Otras similitudes: las exportaciones de ambos países son en una tercera parte, aproximadamente, minería o petróleo (son economías extractivistas); y de una u otra manera, la izquierda de ambos países considera que este modelo tal y como opera no es adecuado. Piensan cambiar aspectos estructurales del mismo, pero no tienen claro qué ni cómo.
En Perú, Castillo ha ganado la Presidencia, y los peruanos no solo desconocen cuál será el futuro de su economía extractivista, sino cómo será el gobierno del nuevo presidente, o incluso cuál es su programa.
En la primera semana de gobierno de Castillo, los mercados han reaccionado negativamente a la incertidumbre y a los nombramientos de un gabinete que se aleja de un gobierno de unidad entre partidos de oposición al fujimorismo, y es más cercano a la línea extrema de Vladimir Cerrón, fundador del partido Perú Libre, que se halla preso por un escándalo de corrupción cuando era gobernador de Junín, y que para muchos observadores es el poder detrás del trono en Perú.
Castillo, que dejó de dar entrevistas durante su campaña porque ponían en evidencia su incapacidad para asumir la Presidencia y su ignorancia en los temas de administración del Estado, ganó esencialmente porque su contendora era Keiko Fujimori, la hija del ex dictador, que también entra y sale de la cárcel desde hace algunos años.
Es decir, la victoria se la dieron a Castillo quienes votaron contra Keiko, la opción de la ultraderecha. Esta fue la motivación de muchos colombianos que votaron por Gustavo Petro en 2016. No simpatizaban con Petro, pero les era una opción menos negativa que Iván Duque, el candidato de Uribe. Será también la motivación de muchos, si Petro pasa a la segunda vuelta contra el candidato de Uribe en 2022, que seguramente ganará en primera vuelta, porque así ha sido la fuerza electoral del uribismo desde hace 20 años.
El desempeño de la izquierda en Perú durante los próximos ocho meses influirá en la votación de los indecisos en Colombia, o quienes se identifican más con el centro. La presidencia de Castillo, por su nula preparación, por estar siguiendo la asesoría de Cerrón más que construyendo una coalición de gobierno de varios partidos, y por su falta de dirección y planes de gobierno, es un fracaso anunciado que afectará, por efecto de asociación, la credibilidad de la izquierda colombiana.
La asociación, que se hará, sin embargo, será también injusta. Gustavo Petro no es Pedro Castillo. Petro tiene décadas de trabajo parlamentario, experiencia como alcalde de Bogotá y no sigue instrucciones de nadie. Es un líder que se hizo a sí mismo.
Pero Castillo afectará Petro, y si el nuevo presidente de Perú lo hace estrepitosamente mal, será un factor decisivo, que podría costarle la candidatura a la izquierda colombiana en el 2022.
Twitter: @santiagovillach
Para la izquierda colombiana quizás habría sido más favorable una victoria de Keiko Fujimori en Perú, que de Pedro Castillo. Perú es el país más parecido a Colombia en América Latina. Tienen casi la misma población, PIB e ingreso per cápita, aunque los índices de pobreza y violencia de Colombia son considerablemente más altos, en especial a un año y medio de iniciada la pandemia. El desarrollo de la pandemia de COVID-19 en ambos países, por demás, fue más o menos parecido, así como sus devastadores efectos sobre la salud de la población y las economías nacionales.
Perú ha sido una suerte de universo paralelo de Colombia desde los años 90. Tuvieron una oleada terrorista que motivó la llegada al poder de un caudillo que mezclaba el neoliberalismo económico con la ultraderecha antidemocrática, y una arrolladora popularidad electoral. Alberto Fujimori y Álvaro Uribe se rodearon de asesores y funcionarios corruptos, y durante sus respectivas presidencias las fuerzas de seguridad del Estado cometieron los peores actos de barbarie en la historia de ambos países. A pesar del largo prontuario de violaciones de derechos humanos que dejaron sus presidencias, una porción nada despreciable del público les percibe como los dirigentes que le devolvieron la seguridad a estos países, por lo que sus proyectos políticos de extrema derecha gozan de una contundente vigencia.
Otras similitudes: las exportaciones de ambos países son en una tercera parte, aproximadamente, minería o petróleo (son economías extractivistas); y de una u otra manera, la izquierda de ambos países considera que este modelo tal y como opera no es adecuado. Piensan cambiar aspectos estructurales del mismo, pero no tienen claro qué ni cómo.
En Perú, Castillo ha ganado la Presidencia, y los peruanos no solo desconocen cuál será el futuro de su economía extractivista, sino cómo será el gobierno del nuevo presidente, o incluso cuál es su programa.
En la primera semana de gobierno de Castillo, los mercados han reaccionado negativamente a la incertidumbre y a los nombramientos de un gabinete que se aleja de un gobierno de unidad entre partidos de oposición al fujimorismo, y es más cercano a la línea extrema de Vladimir Cerrón, fundador del partido Perú Libre, que se halla preso por un escándalo de corrupción cuando era gobernador de Junín, y que para muchos observadores es el poder detrás del trono en Perú.
Castillo, que dejó de dar entrevistas durante su campaña porque ponían en evidencia su incapacidad para asumir la Presidencia y su ignorancia en los temas de administración del Estado, ganó esencialmente porque su contendora era Keiko Fujimori, la hija del ex dictador, que también entra y sale de la cárcel desde hace algunos años.
Es decir, la victoria se la dieron a Castillo quienes votaron contra Keiko, la opción de la ultraderecha. Esta fue la motivación de muchos colombianos que votaron por Gustavo Petro en 2016. No simpatizaban con Petro, pero les era una opción menos negativa que Iván Duque, el candidato de Uribe. Será también la motivación de muchos, si Petro pasa a la segunda vuelta contra el candidato de Uribe en 2022, que seguramente ganará en primera vuelta, porque así ha sido la fuerza electoral del uribismo desde hace 20 años.
El desempeño de la izquierda en Perú durante los próximos ocho meses influirá en la votación de los indecisos en Colombia, o quienes se identifican más con el centro. La presidencia de Castillo, por su nula preparación, por estar siguiendo la asesoría de Cerrón más que construyendo una coalición de gobierno de varios partidos, y por su falta de dirección y planes de gobierno, es un fracaso anunciado que afectará, por efecto de asociación, la credibilidad de la izquierda colombiana.
La asociación, que se hará, sin embargo, será también injusta. Gustavo Petro no es Pedro Castillo. Petro tiene décadas de trabajo parlamentario, experiencia como alcalde de Bogotá y no sigue instrucciones de nadie. Es un líder que se hizo a sí mismo.
Pero Castillo afectará Petro, y si el nuevo presidente de Perú lo hace estrepitosamente mal, será un factor decisivo, que podría costarle la candidatura a la izquierda colombiana en el 2022.
Twitter: @santiagovillach