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El suicidio del dólar

Santiago Villa
12 de agosto de 2014 - 03:00 a. m.
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No falta mucho para que el dólar deje de utilizarse como la moneda de referencia para las transacciones económicas internacionales.

No será mañana, no será dentro de un año, no será dentro de cinco, pero es muy probable que dentro de diez años sí: el dólar dejará de emplearse como moneda de referencia para las transacciones internacionales. El motivo para ello es que el gobierno y los jueces de Estados Unidos han politizado esta moneda a un extremo insostenible en un mundo donde el país que la respalda ya no es hegemónico.

El dinero es la abstracción cuantificada de una promesa. Por eso necesita el respaldo de un Estado. Una moneda es el punto de encuentro entre esta promesa y unas instituciones. Una moneda es mucho más frágil de lo que creemos cuando la empleamos en la cotidianidad. Su valor es dinámico, impredecible, a menudo incluso caprichoso.

Estados Unidos es una potencia arrogante que, como muchos otros imperios (y personajes) cuyo poder se halla en declive, lo acelera, pues desgasta su capital político y simbólico ejerciéndolo como si aún estuviera en el cénit de su gloria. En el caso que nos ocupa, Estados Unidos debilita al dólar al emplear políticamente esta moneda.

A causa de Francia, en la próxima cumbre del G20 podrían darse los primeros pasos para que veamos el principio del fin de la hegemonía del dólar estadounidense.

El 30 de junio la Reserva Federal de Estados Unidos respaldó una decisión tomada por el Departamento de Justicia y una corte del Distrito Sur de Nueva York (entre otros), para castigar al banco francés BNP Paribas, uno de los más grandes de Europa, por violar rutinariamente las sanciones contra Irán, Sudán y Cuba. Además de una multa de casi US$9.000 millones, fue suspendida la aprobación de sus transacciones en dólares.

El presidente François Hollande está en una carrera de lobby entre los líderes de las principales economías mundiales para llevar a la agenda de la próxima cumbre del G20 una queja con la que muchos de sus homólogos están de acuerdo: Estados Unidos se excede en su politización del dólar. Aprovecha que es inevitable en gran parte de las transacciones internacionales para castigar a quienes violan sus sanciones económicas. Éste es quizás uno de los pocos temas geopolíticos en el que Francia, Alemania y Rusia comparten públicamente la misma opinión.

En su aplicación del famoso "soft power" inteligente, Estados Unidos se está disparando en el pie y aísla a sus aliados. Barack Obama, el presidente que anunció la reconciliación del mundo con la Casa Blanca, irónicamente ha logrado poco en reducir el aislamiento que abrió su antecesor, George W. Bush, a pesar de la oportunidad dorada que desaprovechó. Esto comprueba que los presidentes de la primera potencia mundial tienen mucha menos influencia sobre los asuntos de Estado de lo que ellos, o los electores, desean pensar. Pero me desvío del punto que quiero exponer.

Estados Unidos ideó las sanciones inteligentes como una forma de ejercer presión sobre los países e instituciones extranjeras sin emplear su poderío militar. Una de las maniobras de las que puede hacer uso es prohibir que los bancos estadounidenses aprueben las transacciones en dólares, que generalmente no son más que una formalidad en el procedimiento normal de las finanzas internacionales.

Ahora los jueces y supervisores de Estados Unidos echan mano de esto para castigar a quienes desafían sus sanciones. Están en todo su derecho. El dólar es la moneda de Estados Unidos. El problema, para ponerlo en términos silvestres, es el siguiente: si el niño rico del curso no quiere que sus compañeros jueguen al fútbol con su balón nuevo, pues eventualmente ellos buscarán otro balón, quizás menos sofisticado, y dejarán al niño rico acariciando la soledad de su reluciente esférico Adidas.

Tomará tiempo y quizás la tendencia se revierta. Es difícil y temerario hacer este tipo de pronósticos "bola de cristal". Las opciones al dólar no son claras. El euro sigue, si no en el abismo, sí en las brumas de la crisis de la deuda. El yuan es una moneda en la que el estado chino tiene demasiada influencia. Algunos creen que los BRICS podrán aportar una alternativa, en especial luego de anunciar la creación del Banco para el Desarrollo, pero se equivocan. Sus economías e instituciones no son lo suficientemente estables.

Si la decisión hubiera que tomarla mañana, la opción más razonable sería la libra esterlina, dada su estabilidad y el respeto casi religioso con que las instituciones británicas proceden hacia ella. Si el Reino Unido aprovecha esta oportunidad, podría suplantar al dólar en poco tiempo.


Twitter: @santiagovillach

 

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