En su discurso ante la ONU el 19 de este mes, el presidente Santos afirmó que en Colombia “la noticia hoy ya no es la muerte. Es la vida”. Todos quisiéramos, en todas partes, y más en Colombia, que semejante noticia fuera cierta. Pero no lo es completamente.
Es cierto que la mortalidad por homicidios ha descendido en el país de una manera significativa en la última década. Lo es también que, gracias a los acuerdos de paz con las Farc, más de 7.000 armas de esa guerrilla ya no disparan contra soldados, campesinos y población civil. Y que a partir de la próxima semana se acallarán también durante un tiempo las armas del Eln.
Es también cierto que en el primer semestre de este año los homicidios en Colombia se redujeron en un 11% en relación con los ocurridos en el mismo período del año anterior en los 27 municipios que producen la mayoría de ellos. Eso quiere decir que en ese período de este año hubo casi dos homicidios menos cada día en el país, un enorme ahorro de vidas humanas. Hubo inclusive ciudades, como Pasto y Montería, donde la reducción fue superior al 40%. Todas estas son, sin duda, noticias de vida y esperanza.
Pero la realidad es que la muerte tampoco se ha detenido. Hay municipios en donde en el primer semestre de este año, en lugar de decrecer, los homicidios se incrementaron en más de un 20%, como Itaguí, Neiva y Palmira. En Medellín la muerte no se detuvo siquiera el día de la visita del papa Francisco. Al amanecer de ese sábado 9 de septiembre, Leonardo Ballesteros Rodríguez, un abogado de 40 años que representaba a algunas víctimas del conflicto armado, fue asesinado desde una motocicleta en la Comuna 14 de Medellín —El Poblado— sector en el cual hubo en esa misma semana tres homicidios.
Según la Defensoría del Pueblo (DP) entre enero y el 13 de julio de este año fueron asesinados en el país 186 líderes sociales y defensores de derechos humanos, lo que da un preocupante promedio de casi un líder o defensor asesinado cada día en ese período. Esta cifra viene incrementándose hace varios años. En 2016, por ejemplo, el incremento fue del 27% en relación con 2015. Y no sólo los están asesinando. También aumentan las amenazas contra ellos. En el primer semestre de 2016 un total de 279 sufrieron alguna agresión, mientras en el mismo período de este año el total se incrementó a 500, según la DP.
Hay que cultivar y celebrar la vida. Pero no se pueden desconocer las muertes violentas y las demás formas de violencia que persisten o se incrementan. Es necesario consolidar los logros de la paz con las Farc mediante el adecuado funcionamiento de la Justicia Especial para la Paz, el esclarecimiento de la verdad de lo ocurrido en este medio siglo de guerra cruenta e irregular, el resarcimiento de las víctimas y la protección de los excombatientes. Y simultáneamente hay que intensificar el desarme de los discursos y las emociones, el control de las organizaciones armadas y delincuenciales nuevas o reemergentes, y el emprendimiento sin excusas ni demoras de las transformaciones de la política, la economía, los valores que realmente fundamentan nuestras conductas, y las formas de relacionarnos en la vida cotidiana.
En toda sociedad siempre habrá noticias de vida y de muerte. Para que las de vida superen a las de muerte es preciso que todos/as, incluyendo los gobernantes, hablemos menos y hagamos más, mucho más.
* Médico social.
En su discurso ante la ONU el 19 de este mes, el presidente Santos afirmó que en Colombia “la noticia hoy ya no es la muerte. Es la vida”. Todos quisiéramos, en todas partes, y más en Colombia, que semejante noticia fuera cierta. Pero no lo es completamente.
Es cierto que la mortalidad por homicidios ha descendido en el país de una manera significativa en la última década. Lo es también que, gracias a los acuerdos de paz con las Farc, más de 7.000 armas de esa guerrilla ya no disparan contra soldados, campesinos y población civil. Y que a partir de la próxima semana se acallarán también durante un tiempo las armas del Eln.
Es también cierto que en el primer semestre de este año los homicidios en Colombia se redujeron en un 11% en relación con los ocurridos en el mismo período del año anterior en los 27 municipios que producen la mayoría de ellos. Eso quiere decir que en ese período de este año hubo casi dos homicidios menos cada día en el país, un enorme ahorro de vidas humanas. Hubo inclusive ciudades, como Pasto y Montería, donde la reducción fue superior al 40%. Todas estas son, sin duda, noticias de vida y esperanza.
Pero la realidad es que la muerte tampoco se ha detenido. Hay municipios en donde en el primer semestre de este año, en lugar de decrecer, los homicidios se incrementaron en más de un 20%, como Itaguí, Neiva y Palmira. En Medellín la muerte no se detuvo siquiera el día de la visita del papa Francisco. Al amanecer de ese sábado 9 de septiembre, Leonardo Ballesteros Rodríguez, un abogado de 40 años que representaba a algunas víctimas del conflicto armado, fue asesinado desde una motocicleta en la Comuna 14 de Medellín —El Poblado— sector en el cual hubo en esa misma semana tres homicidios.
Según la Defensoría del Pueblo (DP) entre enero y el 13 de julio de este año fueron asesinados en el país 186 líderes sociales y defensores de derechos humanos, lo que da un preocupante promedio de casi un líder o defensor asesinado cada día en ese período. Esta cifra viene incrementándose hace varios años. En 2016, por ejemplo, el incremento fue del 27% en relación con 2015. Y no sólo los están asesinando. También aumentan las amenazas contra ellos. En el primer semestre de 2016 un total de 279 sufrieron alguna agresión, mientras en el mismo período de este año el total se incrementó a 500, según la DP.
Hay que cultivar y celebrar la vida. Pero no se pueden desconocer las muertes violentas y las demás formas de violencia que persisten o se incrementan. Es necesario consolidar los logros de la paz con las Farc mediante el adecuado funcionamiento de la Justicia Especial para la Paz, el esclarecimiento de la verdad de lo ocurrido en este medio siglo de guerra cruenta e irregular, el resarcimiento de las víctimas y la protección de los excombatientes. Y simultáneamente hay que intensificar el desarme de los discursos y las emociones, el control de las organizaciones armadas y delincuenciales nuevas o reemergentes, y el emprendimiento sin excusas ni demoras de las transformaciones de la política, la economía, los valores que realmente fundamentan nuestras conductas, y las formas de relacionarnos en la vida cotidiana.
En toda sociedad siempre habrá noticias de vida y de muerte. Para que las de vida superen a las de muerte es preciso que todos/as, incluyendo los gobernantes, hablemos menos y hagamos más, mucho más.
* Médico social.