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                                                                                                                                  Fujimori y Abimael, esas simbiosis perversas de América Latina

                                                                                                                                  “Es casi poético y muy emblemático que Abimael Guzmán y Alberto Fujimori se hayan muerto en la misma fecha”: Sergio Ocampo
                                                                                                                                  Foto: EFE - Renato Pajuelo

                                                                                                                                  Ambos tenían nombres que empezaban por A, ambos murieron un 11 de septiembre, ambos contaban con 86 años al momento de partir, y ambos se despidieron del mundo degradados y olvidados, sin el poder absoluto que en algún momento creyeron tener. En esa foto de este par de hombres, el uno, un terrorista de la insurgencia, y el otro, terrorista de Estado, ambos con las manos manchadas de sangre, en esa foto de Alberto Fujimori y Abimael Guzmán cabe completa esta América Latina nuestra vacilante, confusa, primitiva y delirante.

                                                                                                                                  Quisiera poder ver en 100 años cómo trata la historia, la oficial, la de las escuelas, las academias, los libros, a este par de personajes tan opuestos en cuanto a los lugares en que los puso la vida y sus derivas ideológicas, y tan parecidos en su accionar, en sus lógicas, en sus medios para lograr objetivos, y hasta en sus megalomanías. Hay decenas de ejemplos, pero solo quiero recordar un par de esos hechos atroces que protagonizaron estos dos peruanos desde la conciencia de su propio poder sobre la vida y la muerte, desde la responsabilidad de haber dado la orden o de no interferirla.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Dos días después, vino la respuesta de Fujimori: con nueve estudiantes universitarios y un profesor desaparecidos y luego ejecutados, en hechos que pasaron a la historia como la masacre de La Cantuta. Los perpetradores fueron miembros del ejército peruano organizados en el Grupo Colina para combatir a los guerrilleros con métodos fuera de la ley como torturas, desapariciones, matanzas indiscriminadas. Ya ese grupo, también bajo la presidencia de Fujimori, se había estrenado en 1991 en la masacre de Barrios Altos, una zona deprimida de Lima donde los habitantes habían organizado una “pollada”, algo como un bazar comunal, para recaudar fondos y arreglar el alcantarillado. Allí llegaron los asesinos, lista en mano, y acabaron con la vida de 15 personas, incluido Javier Ríos Rojas, un chico de apenas 8 años.

                                                                                                                                  Por los hechos anteriores y otros más, a Abimael lo sentenció un tribunal a cadena perpetua en 2006 y, en 2007, a Fujimori, extraditado de Chile, la Corte Suprema peruana lo condenó a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad. También, le exigió una disculpa pública para las víctimas. La misma Corte en su providencia aclaró que ninguno de los muertos en La Cantuta o en Barrios Altos tenía relación alguna con grupos terroristas. La Comisión de la Verdad del Perú, en su informe final de 2004, dejó expresamente escrito que los muertos de Lucanamarca eran simples campesinos y parroquianos sin vínculos con alguna agencia del Estado.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Es casi poético y muy emblemático que Abimael Guzmán y Alberto Fujimori se hayan muerto en la misma fecha y a la misma edad. Un poderoso, aunque críptico, mensaje de cómo estamos condenados los latinoamericanos a vivir en ese péndulo fatídico en el que oscilan nuestros extremismos, en la acción y reacción de unas violencias brutales, en la noción casi mágica de confiar más en personas que en instituciones, de juzgar lo bueno y lo malo desde adscripciones ideológicas y no sobre juicios axiológicos, y en la comprobación derrotista de que esos extremos terminan siendo tristemente exactos en prácticas, en pretextos y en justificaciones, con el legado de condenarnos cíclica y eternamente a vivir en cien, en mil años de soledad… y de subdesarrollo.

                                                                                                                                  “Es casi poético y muy emblemático que Abimael Guzmán y Alberto Fujimori se hayan muerto en la misma fecha”: Sergio Ocampo
                                                                                                                                  Foto: EFE - Renato Pajuelo

                                                                                                                                  Ambos tenían nombres que empezaban por A, ambos murieron un 11 de septiembre, ambos contaban con 86 años al momento de partir, y ambos se despidieron del mundo degradados y olvidados, sin el poder absoluto que en algún momento creyeron tener. En esa foto de este par de hombres, el uno, un terrorista de la insurgencia, y el otro, terrorista de Estado, ambos con las manos manchadas de sangre, en esa foto de Alberto Fujimori y Abimael Guzmán cabe completa esta América Latina nuestra vacilante, confusa, primitiva y delirante.

                                                                                                                                  Quisiera poder ver en 100 años cómo trata la historia, la oficial, la de las escuelas, las academias, los libros, a este par de personajes tan opuestos en cuanto a los lugares en que los puso la vida y sus derivas ideológicas, y tan parecidos en su accionar, en sus lógicas, en sus medios para lograr objetivos, y hasta en sus megalomanías. Hay decenas de ejemplos, pero solo quiero recordar un par de esos hechos atroces que protagonizaron estos dos peruanos desde la conciencia de su propio poder sobre la vida y la muerte, desde la responsabilidad de haber dado la orden o de no interferirla.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Dos días después, vino la respuesta de Fujimori: con nueve estudiantes universitarios y un profesor desaparecidos y luego ejecutados, en hechos que pasaron a la historia como la masacre de La Cantuta. Los perpetradores fueron miembros del ejército peruano organizados en el Grupo Colina para combatir a los guerrilleros con métodos fuera de la ley como torturas, desapariciones, matanzas indiscriminadas. Ya ese grupo, también bajo la presidencia de Fujimori, se había estrenado en 1991 en la masacre de Barrios Altos, una zona deprimida de Lima donde los habitantes habían organizado una “pollada”, algo como un bazar comunal, para recaudar fondos y arreglar el alcantarillado. Allí llegaron los asesinos, lista en mano, y acabaron con la vida de 15 personas, incluido Javier Ríos Rojas, un chico de apenas 8 años.

                                                                                                                                  Por los hechos anteriores y otros más, a Abimael lo sentenció un tribunal a cadena perpetua en 2006 y, en 2007, a Fujimori, extraditado de Chile, la Corte Suprema peruana lo condenó a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad. También, le exigió una disculpa pública para las víctimas. La misma Corte en su providencia aclaró que ninguno de los muertos en La Cantuta o en Barrios Altos tenía relación alguna con grupos terroristas. La Comisión de la Verdad del Perú, en su informe final de 2004, dejó expresamente escrito que los muertos de Lucanamarca eran simples campesinos y parroquianos sin vínculos con alguna agencia del Estado.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Es casi poético y muy emblemático que Abimael Guzmán y Alberto Fujimori se hayan muerto en la misma fecha y a la misma edad. Un poderoso, aunque críptico, mensaje de cómo estamos condenados los latinoamericanos a vivir en ese péndulo fatídico en el que oscilan nuestros extremismos, en la acción y reacción de unas violencias brutales, en la noción casi mágica de confiar más en personas que en instituciones, de juzgar lo bueno y lo malo desde adscripciones ideológicas y no sobre juicios axiológicos, y en la comprobación derrotista de que esos extremos terminan siendo tristemente exactos en prácticas, en pretextos y en justificaciones, con el legado de condenarnos cíclica y eternamente a vivir en cien, en mil años de soledad… y de subdesarrollo.

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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